El juez Luis María Caterina ordenó ayer la prisión preventiva sin plazo para un hombre y dos mujeres acusados de "promoción, facilitamiento y explotación del ejercicio de la prostitución ajena". Entre los sindicados, hubo acusaciones cruzadas: el matrimonio apuntó a la otra imputada como quien regenteaba el lugar y se quedaba con la mitad de lo que ganaban las trabajadoras sexuales; mientras que esa mujer (que está imputada en otra causa por el mismo delito) dijo que ella solo les subalquilaba el local de calle Saavedra al 1300, donde funcionaba la casa de citas, y aseguró que los otros eran los encargados. Ante ello, el fiscal Matías Ocariz, de la Unidad de Cibercrimen, dijo que los tres "mintieron", porque todos son parte del grupo. A Rodolfo A. se lo acusó también por el delito de amenazas contra una trabajadora sexual. El fiscal dio a conocer evidencia del contacto permanente entre los tres.

Tras la acusación, la primera en pedir la palabra fue Sabrina E., quien dijo haber empezado en el trabajo sexual hace tres años, después de quedarse sin trabajo por un accidente laboral en una fábrica de heladeras. "Mi marido está enfermo de los riñones y se había quedado sin trabajo y yo le dije que había conseguido de limpieza", dijo entre sollozos. En todo momento relató trabajar "para María", a quien le daba mil pesos por semana para poder tomar "servicios" en el privado. Antes, dijo que había pasado por otra casa de citas, de Gálvez y Presidente Roca, que "también era de María", pero se prendió fuego tras un allanamiento y tuvo que volver al lugar allanado anteayer. "Ahí se enteró mi marido; le tuve que decir la verdad", dijo. Y agregó que María le tenía confianza porque era la más antigua y le pidió que firmara el contrato de alquiler como una "gauchada".

Tras ella, su marido lloró frente al juez y aseguró no tener nada que ver con regentear chicas: "Yo les decía, igual que mi mujer, que eran jóvenes, que no se quedaran ahí, que se fueran apenas puedan", dijo. A. relató que María lo contrató primero para trabajos de remodelación en el local, también le pedía que le alcanzara la plata que le dejaban las otras chicas porque "ella no quería que la vieran" y finalmente le preguntó si quería hacer tareas de vigilancia en la puerta. "Los clientes tenían mi teléfono porque así las esposas no les hacían quilombo", se defendió. También rompió en llanto cuando contó lo que sintió cuando su esposa, con quien tiene dos hijos chicos, le dijo que se prostituía. "Yo era albañil y tuve que dejar; tuve un remis y tuve que dejar; pero ella salió adelante con todo y llevaba la comida a la casa. Soy un hombre inútil. Ella puso la comida en la mesa, me avergüenza pero es la verdad", dijo.

La tercera acusada, María B., dijo que "ella les alquilaba el local al matrimonio", a sabiendas de que estaba prohibido en el contrato con la dueña del inmueble. También se defendió al decir que A. la amenazó "varias veces". La mujer tiene dos propiedades afuera de Rosario.