Lanús llegó hasta la semifinal de la Copa sin renunciar a sus principios. Ni siquiera cuando mostró flaquezas, como en el 0 a 2 con San Lorenzo del partido de ida. Con su cóctel de recursos conocidos –salida limpia desde su defensa, pelota al pie y tenencia– avanzó en la Libertadores por una llave complicada. Dejó atrás a The Strongest que lo complicó en los dos partidos y a San Lorenzo en la definición por penales. No le sobró nada, pero tampoco se traicionó con la búsqueda de fórmulas que no maneja.

Tiene con qué preocupar y lastimar a River. Pero deberá crecer en el rendimiento que mostró hasta ahora. Se parece en la propuesta al equipo de Marcelo Gallardo y cuando lo enfrentó, salieron buenos partidos. Ganó y perdió. Encontró en Andrada un arquero seguro y que le da un plus de efectividad si llegara a necesitar de una definición por penales. Tiene gol en Sand y dos puntas bien abiertos que complican a cualquier defensa: Acosta y el uruguayo Silva. Román Martínez maneja los tiempos. Marcone es el motor de contención del medio. Su defensa es el punto flaco. Todavía no mostró solidez para redondear la imagen de un equipo compacto. Llegó por primera vez en su historia a una semifinal copera y no se conforma ni por asomo con haber dado ese paso. Su hambre de gloria quizás le otorgue un plus. La menor experiencia en instancias decisivas –si se lo compara con River– puede que le juegue en contra. Uno de los dos será finalista. Lanús sabe que está en la antesala del momento más glorioso de su historia.