En un informe difundido en 2007, la Organización Mundial de la Salud (OMS) estableció una serie de recomendaciones tendientes a prevenir los suicidios en las unidades carcelarias. En ese sentido se señaló que “el suicidio es con frecuencia la causa individual más común de muerte en escenarios penitenciarios”. Muchos de los casos que ocurren en las cárceles se producen por el llamado “efecto espejo”, que se da a partir de la imitación de la conducta suicida, sobre todo entre detenidos que comparten un mismo sector dentro del establecimiento donde se encuentran bajo custodia. 

La OMS sostuvo en su informe que los hechos generales de suicidio, entre la comunidad que no está en prisión, se producen a razón de “un intento suicida cada tres segundos, y un suicidio completo aproximadamente cada minuto”. En ese marco, los reclusos, como grupo, “tienen mayores tasas de suicidio que sus contrapartes en la comunidad”. Para prevenir este tipo de hechos, “algunas cárceles y prisiones han emprendido programas integrales para la prevención del suicidio” y “algunos países han establecido estándares y directivas nacionales para la prevención”. Mediante la aplicación práctica de esos programas, en algunos países se ha logrado “reducir significativamente el número de suicidios e intentos suicidas”. Los grupos de mayor riesgo son los jóvenes “en espera del juicio” y los adultos mayores que ya recibieron su condena.