El 28 de agosto de 1976, Carlos Osvaldo Aragonés le concedió una entrevista al diario La Razón. Ese día había mantenido una reunión con el interventor de la CGT, el comodoro Julio Porcile. Los 21 días que estuvo detenido por la dictadura militar, lejos de hacerlo cambiar de opinión, reafirmaron su convicción de que el país marchaba bien. El periodista le preguntó qué impresión se había llevado de su visita a la central sindical: “Ha habido una total coincidencia con las autoridades militares que hicieron uso de la palabra”, le respondió el gremialista pampeano. 

El diálogo continuó así:   

La Razón: –¿Es decir, se va satisfecho?

Aragonés: –Por supuesto, muy satisfecho de haber escuchado a quienes están al frente de la CGT.

LR: –En la anterior reunión se afirmó que el objetivo era la consolidación de un movimiento obrero unificado, en el que serían marginados los corruptos, los venales y los vinculados con la subversión. ¿Se reiteró eso?

A: –Exactamente, eso se ratificó y lo compartimos todos.

LR: –¿Qué le parece entonces la apertura dialoguista de las autoridades de la CGT?

A: –Realmente magnífica. El gremialismo es una realidad y lo que necesitamos es gente así, para que podamos transmitirle a las bases esta nueva realidad.

LR: –Y dígame, ¿cómo se compatibiliza su condición de dirigente peronista y su entusiasmo en este esquema?

A: –En cada organización gremial los jueces son los afiliados. Ellos juzgan. Yo veo bien lo que están haciendo.

LR: –¿Hay mucha infiltración izquierdista?

A: –La hay. Pero nosotros hemos sido en las organizaciones sindicales el dique de contención, antes y después del 24 de marzo.

LR: –¿Expresaron otras inquietudes?

A: –Sí señor, así como hay malos dirigentes también hay sectores empresarios que creen que las leyes ya no hay que cumplirlas. Y no es así.