En viente días me vi seis temporadas de The Walking Dead: esto no es un orgullo, es un claro problema de adicción, es la manera en que evado mis problemas, hay drogas peores. Veinte días seguidos de tripas volando, de muertos que caminan, de piñas, disparos, hachazos, cuchillazos y cerebros aplastados. Lo que se conoce como gore, un género esterotipicamente masculino, lo que es falso, como todos los esetereotipos, disfruto mucho del mismo desde la adolescencia, y puedo decir que las comedias románticas han sido mucho mas dañinas para mi psiquis.

Un viejo slogan feminista reza “La guerra es envidia menstrual”, eso es lo que pienso yo del gore, la fascinación de los varones con este género es pura y exclusivamente porque no tienen el placer infinito de darse un paseo por el inodoro de alguna chica cuando está menstruando y cagando al mismo tiempo, eso es gore, papá. Por esta misma razón cada vez que veo a un heavy metal desespero de ganas de decirle: ví más sangre en un mes que vos en toda tu vida, príncipe de las tinieblas, aca está.

No voy a criticar The Walking Dead, amo esta serie, pero también amo a mi viejo y cada tanto dice boludeces. Esta no es una columna exigiendo justicia o quejándome, como suelo hacer, pero es observacional y cuando salís del closet del feminismo todo se mira con los anteojos de la cuestión de género. La experiencia del cine, las series, la música ya nunca será igual. Y hay que decir que durante siete años vimos a los personajes de The Walikind Dead ir en busca de comida, nafta, refugio y medicamentos, los vimos enfermarse, preguntarse sobre su calidad de personas, convertirse en asesinos e intentar dejar de serlo, los vimos tener sexo en los contextos más insólitos y los vimos morir de las peores maneras. Lo que nunca vemos es a alguna mujer buscando tampones o toallitas, nadie menstrúa en esta serie. No se saquen los pelos, esto no es un dato menor. Los dolores premenstruales pueden complicarte una batalla con un zombie. 

En la serie hay mujeres embarazadas. En la primera temporada, una mujer decide llevar a cabo su embarazo, aunque la humanidad parece estar por desaparecer en un mundo dominado por muertos que caminan y solo que quieren devorarte, no es el mejor contexto para tener un bebé, pero lo tiene. Un verósomil concebido solo por un nerd rubiecito como lo es el guionista. Logran conseguir unas pastillas abortivas en una farmacia abandonada, claro, las posibilidades de un primer mundo apocalíptico son claramente mejores que en un tercer mundo funcional (si es que cabe el oximoron). Aun así, nuestra protagonista elige no tomarlas y tener esperanza en la vida en un mundo dominado por la muerte. Esta decisión del guionista casi me hace tirar el televisor por la ventana, porque bien podría no haberle dado la opción de abortar, podrían no haber encontrado esas pastillas y ella tendría que haberlo tenido sí o sí, pero el cobarde le dio la opción para tranquilizar a su audiencia. Unas temporadas más adelante, otra de las protagonistas queda embarazada, ella que ha luchado como una guerrera feroz a la par de todos los varones, ahora es tratada como una inválida e intentan que deje de pelear ya que ahora carga con una vida que importa. Encontrar un conteiner abandonado de toallitas para mí es un chiste genial, sería una vasija de oro para cualquier chica, pero supongo que hay que menstruar para entenderlo. 

Todo esto es una buena noticia, lo mejor de ser guionista y mujer hoy es tener acceso a todo eso que ha sido invisibilizado, tenemos todas las historias que no se han contado todavía. Eso de que “todo ya lo dijo Homero” no rige para nosotras. A escribir hermana.