“En esto siempre trabajás para mañana, para el futuro; una agenda es la exageración de eso”, reflexiona Miguel Rep cuando se lo invita a comentar el lanzamiento de una nueva edición –la 2017– de su agenda, que llegará mañana a los kioscos junto a PáginaI12. Esta vez el lema será “Buena cara”, sugiriendo una actitud ante los tiempos duros. En su interior, el lector encontrará humor, signos del zodíaco con buena onda y viñetas originales, como la serie de chistes sobre “selfies” imposibles. “No podés acompañar a estos tiempos con mala cara. Por eso quise anticiparme al mal tiempo, aunque no sé si el año que viene va a ser tan difícil como éste”, dice Rep.

–¿Cómo es trabajar la agenda?

–Es raro hacer agendas y pensar. Es raro este trabajo, porque siempre estás pensando en lo que vendrá. Yo hago una tira para mañana. Ponele que estás trabajando para Fierro y no es lo mismo, porque estás trabajando para alguna vez.

–Con algo que se puede releer.

–Pero una agenda siempre es para el futuro. ¿Y si el año que viene me muero? ¿Estoy en la agenda? ¿Llegaré al final? Es demasiado omnipotente hacer una agenda y estar presente en la cartera de la gente.

Rep cuenta que no sólo él usa agenda, sino que desde hace años que usa la propia publicada por PáginaI12, a modo de registro profesional: cuantas charlas ofreció, cuántos reportajes le hicieron, cuántos viajes tuvo y cuántos dibujos, tiras o ilustraciones envió a los distintos medios en los que colabora. “No me sirve como registro humano, como veo que suelen usarlo las chicas que ponen ‘hoy salí con Débora a comprar’, ‘hoy estuve con mi novio’. No pongo ese tipo de cosas y, aunque mi criterio es puramente laboral, reconozco que las agendas son para anotar muchas otras cosas”, comenta. “No tengo todas porque con las mudanzas algunas no sé dónde quedaron, y antes tampoco era tan exhaustivo con las tiras que mandaba, tendría que ver”.

Lo que no hace, confiesa, es mirar sus propios dibujos. “¡Ya me leí el año pasado!”, explica. El descubrimiento queda para el lector, ya desde la tapa, porque esta vez el humorista gráfico decidió cambiar su técnica habitual. “Es la misma que empleé en el libro sobre el vino, que es eliminar la línea y que los colores dibujen por sí”, plantea. “Para mí es una apuesta arriesgada y sobre todo difícil de hacer, porque no soy muy ducho con el Photoshop y tengo que andar eliminando líneas y dibujando mancha contra mancha, pero me gusta mucho. Pasa que me cuesta cuatro veces más”.

El dibujante asegura que quiere “descansar de la línea” y que la tira diaria no se lo permite porque la técnica de la tapa consume mucho tiempo. “Me llevaría cinco horas por día, así que de vez en cuando hago una excepción”, señala. “Pero me excita mucho saber que puedo hacer esto y hasta puedo hacer un libro con esto, porque te obliga a hacer mancha, a ser más escueto en la gestualidad”.

–¿Una cosa más plástica?

–¡Seguro! Y me gusta mucho porque te quita demagogia en el dibujo.

–¿Demagogia?

–¿Viste que el humorista tiene una demagogia gestual? Es simpático, siempre tiene ángel. Tiene una amabilidad, si se quiere, gestual: las cejas, la boca, la postura corporal.

–Ese código ya construido con los lectores

–Sí, ya hay una simpatía preconstruida con los lectores. Cuando eliminás la línea, eso se evapora un poco. No se me ocurre qué humoristas dar como ejemplo de eso, pero Alberto Breccia lo hizo en un punto. Se despegó absolutamente y fue hasta diría más abstracto con la figuración. Él lo hacía con collage, porque no llegó al Photoshop, pero creo que el “Viejo” hoy utilizaría eso. Creo que lo voy a usar cada vez más, porque además me gusta eso de la silueta, de armar los personajes como sombras de teatro chino. Es una de las maneras más sintéticas, más difíciles y más gráficas de ser dibujante. Ahí no apelás a la gestualidad de la línea. Es como una especie de gran renuncia a la demagogia.