La reforma del mercado laboral es una cuestión prioritaria para el gobierno. El primer proyecto (Régimen de Promoción del Primer Empleo Formal) no obtuvo convalidación legislativa. El resto de las iniciativas macristas (convenio de pasantías con la multinacional McDonald’s, Plan Empalme) tuvieron escaso impacto. Según el diagnóstico oficial, el elevado costo laboral obstaculiza la creación de nuevos empleos. 

La obsesión de Mauricio Macri por este tema es conocida. En la década del noventa, el actual presidente sentenció que “en el país hay que reducir los costos, y los salarios son un costo más”, en una conocida entrevista con Bernardo Neustadt. En esa línea, el empresario oficialista Cristiano Rattazzi sostuvo que las “fábricas están trabajando sólo de 5 a 10 días hábiles por mes y las suspensiones de personal son una constante” por los elevados costos logísticos, laborales e impositivos.

El empresariado más concentrado envidia la regresiva reforma laboral brasileña que estableció la prevalencia de los acuerdos por empresa, vacaciones fraccionadas, introducción de la figura del “trabajador itinerante”, flexibilización de los controles en los trabajos insalubres, eliminación de la contribución sindical obligatoria, entre otras cuestiones. El nuevo marco legal sepultó buena parte de los derechos consagrados en las Leyes del Trabajo de la época varguista. 

Al respecto, el CEO de Mercado Libre, Marcos Galperín, twiteó “viendo la reforma laboral brasilera, Argentina puede: 1) imitarla, 2) salirse del Mercosur o 3) resignarse a perder millones de empleos a Brasil”. 

El gobierno argentino observa también de cerca el caso español. El líder del Partido Popular, Mariano Rajoy, profundizó la flexibilización laboral iniciada en el mandato de Rodríguez Zapatero. Las sucesivas modificaciones normativas abarataron el costo de los despidos e introdujeron distintas modalidades de precariedad contractual. 

Los resultados de esa experiencia no son halagüeños: la desocupación ronda el 17 por ciento, la mayoría de los nuevos empleos son contratos a tiempo parcial y mal pagos. En la actualidad, la cantidad de trabajadores temporales asciende a 3,6 millones. En ese marco, la participación de los salarios en el ingreso disminuyó del 51 por ciento en 2007 al 47 por ciento en 2016. El nivel de insatisfacción de los trabajadores temporales (medido como porcentaje de trabajadores contratados que pretende un empleo indefinido de jornada completa) es del 91,4 por ciento, según las estadísticas de la Eurostat. 

“La temporalidad de los contratos laborales es de las más elevadas de las economías avanzadas. Según la patronal de empresas de trabajo temporal Asempleo, una cuarta parte de los contratos que se firman en España dura menos de siete días. De todos los contratos firmados en agosto, apenas el 7,5 por ciento eran indefinidos. Los contratos de una semana, de un día incluso, son demasiados frecuentes”, comenta un reciente editorial del diario El País de España. 

El presidente francés Emmanuel Macron impulsa también una regresiva reforma laboral con topes a las indemnizaciones por despido, primacía de los acuerdos por empresa y facilitación de las cesantías por motivos económicos. La flexibilización del mercado de trabajo esta recorriendo el mundo.

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@diegorubinzal