"Estamos trabajando muy bien con Santa Fe, con el gobernador (Miguel) Lifschitz tenemos un discurso único", disparó el presidente Mauricio Macri en un reciente reportaje publicado por el decano de la prensa argentina. También allí habló de los "brotes verdes de la economía en Santa Fe", y se autocalificó al cabo del primer año de gestión "con un 8". Esa ultima apreciación, es la que en alguna medida "salva" las anteriores, sobre todo después del silencio admonitorio del propio Lifschitz ‑que no salió a decir que no hay un discurso único ni mucho menos‑ ya que semejante puntuación para un gobierno que ha hecho retroceder en las condiciones de vida a la gran mayoría de los argentinos, como mínimo genera dudas profundas. De qué elementos se toma el presidente para adjudicarse un "distinguido", cuando a excepción del sector agroexportador y la especulación financiera no hay un rubro que no haya caído en sus performances con respecto a años anteriores, para no hablar de la situación de los asalariados desde el de menores ingresos hasta el que se vio defraudado por la no modificación del impuesto a las ganancias.

Quien se autocalifica con "un 8" bien puede ver "brotes verdes" en la economía santafesina, contradiciendo todos los números que detalladamente dieron a conocer en la misma semana la Fisfe (Federación Industrial de Santa Fe) y su observatorio compartido y dirigido con el Ministerio de la Producción. Más aún, Luis Contigiani, titular de esa cartera fue contundente al decir que no sólo no hay "brotes verdes" sino que la situación es altamente preocupante en la industria, en casi todos sus rubros, la producción y el empleo. Claramente el de Contigiani no es el "discurso único" que pregona el presidente Macri, sino lo opuesto, expresando un modelo absolutamente contradictorio con el que se lleva adelante de la Casa Rosada, al ritmo de un endeudamiento externo sin precedentes y una fenomenal trasferencia de recursos a sectores concentrados. Esto ha sido así desde hace un año, al menos en el caso del ministro radical del gobierno del Frente Progresista. Cuando se trata del gobernador, en cambio, se observan mutaciones en su discurso y posición frente al gobierno nacional.

 

Si no se marcan diferencias, ¿por qué la gente votaría por candidatos del FP y no por los de Cambiemos en 2017?

 

La reciprocidad está a la orden del día, cuando la tragicomedia de Cayastá, y los días posteriores, Lifschitz era el peor de todos para el gobierno de Cambiemos. Después la compleja e irresuelta situación en torno a la narcocriminalidad en la provincia y particularmente en Rosario ‑corregida y aumentada por voceros de medios nacionales‑ lo puso en una situación tirante al extremo, para desembocar finalmente en un "acuerdo borgeano" (no nos une el amor sino el espanto) que al parecer llega hasta los días que corren.

Desde ya que en el Frente Progresista no todos están de acuerdo con la actitud asumida por el gobernador, pero públicamente casi no hay objeciones. Un poco porque comprenden lo difícil que sería gobernar sin red ‑es decir sin apoyo del gobierno nacional, ni formar parte del principal sector opositor‑ y otro poco porque más allá de las críticas y hasta la descalificación que hacen del gobierno del PRO, nadie asoma la cabeza decididamente, especulando con la reacción del electorado al que se tratará de seducir pasadas las fiestas.

Es Antonio Bonfatti el que se atreve a ir más lejos, pero cuidando siempre no herir directamente a su sucesor en la Casa Gris. Bonfatti no ahorra críticas a la política del gobierno nacional, y eso implícitamente marca diferencias con Lifschitz. El "circuito político" del ex‑gobernador es claramente opositor al modelo, dentro de la tibieza y cálculo permanente que hacen los referentes nacionales. Sin ir más lejos, las últimas reuniones fueron con Margarita Stolbizer que por defecto está cerca de Sergio Massa, ya que su autopostulación para integrar la Corte Suprema de Justicia de la Nación fue infructuosa. El ex‑intendente de Tigre no es tampoco un opositor empedernido, se trata mejor de un tiempista que hace equilibrio para no caer de la soga y dejar de ser oportuno y transformarse en un oportunista. Por ese delgado cable caminan también dirigentes del peronismo, y en Santa Fe el que exhibe mayores destrezas es Omar Perotti, quien pasa la mayor parte de su tiempo en el Senado de la Nación departiendo con Miguel Pichetto,  prófugo del Kirchnerismo, y de "espíritu" muy amplio. Perotti, como casi todos los peronistas, que adscribieron sucesivamente a otros "ismos" dentro del Movimiento Nacional, no tiene problemas en hablar y eventualemente acordar con quien se cruce. Su objetivo es ser gobernador en 2019 y los límites para conseguirlo ‑lo mismo que las rutas de llegada‑ no parecen el obstáculo más complicado a superar. Por citar un ejemplo ‑producto de la imaginación de este cronista‑ tranquilamente podría acordar con el massismo y que el diputado nacional Alejandro Grandinetti fuera su candidato a Intendente de Rosario, en un frente de origen peronista post K. 

Sucede que antes del 2019 esta el 2017, y los resultados de las elecciones parlamentarias serán decisivos de cara al recambio en el Poder Ejecutivo. Esto lo advierten todos, en el caso del peronismo no existen tantos complejos como en el Frente Progresista. Para colmo, en el FP repercute la interna de Cambiemos a nivel provincial que está desatada y que es tan intensa como la de los partidos tradicionales, solo que por ahora está planteada puertas adentro. No ya con los radicales o entre los radicales, sino con el nobel PRO donde las rencillas son políticas y personales y están lejos de superarse.

Las internas abiertas servirán para definir nombres en el caso de Cambiemos y especialmente dentro de ese frente, del PRO.

Los radicales, que se contorsionan antes que quebrarse, van por varias rutas, dentro de Cambiemos o del Frente Progresista, o de los dos a la vez.

Los socialistas son los que la tienen más difícil y no sólo por el desgaste de la gestión. Para ellos más que para cualquier otro pesa aquella sentencia que sostiene que "no hay 2019 sin 2017".

No va a ser suficiente especular con el desdoblamiento o no de las elecciones. Ni "jugar" los mejores hombres en las candidaturas, si antes de eso, y de manera inequívoca no se asume una posición política clara,  con un solo discurso ‑que no es lo mismo que el discurso único‑ y se actúa en consecuencia. 

Más que saber si le pondría un 8 un 10 o un 2 a la gestión e Macri, sería importante conocer de boca del propio gobernador si efectivamente comparte lo del "discurso único", y si además ve los brotes verdes, y que les diga a los santafesinos donde están. Pero más que eso, y pensando en las elecciones del año que viene, por qué habría que votar a sus candidatos y no comprar el "merchandising oficial".

En este escenario, ¿cómo va a hacer el Frente Progresista para convencer a la ciudadanía de que son la mejor opción? Antes que eso; ¿cómo hará para mostrar que son efectivamente una opción?