Cuando era niña, A. sufría violencia en su casa. “La madre la sostenía y el padre le daba patadas en el abdomen. Ella tuvo intentos de suicidio, y de hecho se descubre la situación de violencia porque un día fue al colegio a rendir un examen; estaba vendada, se explotó el cóagulo, empezó a sangrar y salta la historia que estaba padeciendo”, recuerda la psicóloga López. A. fue enviada a un Hogar del que salió a los 18 años; se enamoró “de un psicópata de libro, que ejerció todo tipo de violencia sobre ella, hasta las más atroces”; tuvieron una hija. A. se animó a separarse, se fue de la casa y llevó con ella a su hija; antes de que accionara judicialmente contra el violento, él la denunció a ella por maltrato infantil; los padres de ella avalaron la denuncia y declararon en contra de A, todo en el mismo juzgado que, años antes, había quitado a esos padres la tenencia de A. La Justicia terminó por sacar a A. la tenencia de su hija, y la entregó a los padres de ella.

“Ella, ante la desesperación, se va a vivir a Córdoba, porque el agresor la encontraba por la calle y la violaba en la calle. Literalmente. Le pasó: la agarraba en la calle y la violaba. Ella tenía una capacidad de disociación tan impresionante que después de eso seguía caminando e iba al trabajo”, advierte López. En Córdoba, A. comienza a prostituirse para vivir. “Ella siempre cuenta que pensó: ‘otros hicieron lo que quisieron con mi cuerpo, ahora voy a elegir yo quién va a estar conmigo y quién no’. Después de un tiempo, sale de esto, gracias a un grupo de amigas que la ayudan. Así conoce a su actual marido, con el que está hace unos años ya y con el que tuvo una hija en común”. 

Al regresar a Buenos Aires, A. empezó un tratamiento psicológico, también peleó y ganó la tenencia de su hija. “Pero el agresor vuelve a hostigarla: se metía al departamento de ella por la ventaba, la golpeaba y se escapaba”, dice la psicóloga. Recién hace poco el violento quedó detenido, pero no por las agresiones hacia ella, sino por  una causa vinculada al narcotráfico.

“Es increíble todo lo que logró ella, todo lo que logró superar. Fueron muchos años de estrategias de autoprotección con las que logra hoy estar a salvo”, dice la psicóloga.

A. tiene recién 30 años.