Tras la amputación de la pierna izquierda en 1993, Martín Sharples volvió a jugar al rugby. Después de 23 años, en lo que iba a ser un partido homenaje en septiembre de 2014, jugó en la división Intermedia y 10 minutos en el partido principal, el de Primera. En un inicio, se había acordado que jugaría para la Primera, pero como Porteño disputaba la clasificación a los playoffs contra Almafuerte, decidieron que jugara para la Intermedia. “Como la Superior perdía, faltando diez minutos me dijeron que entrara porque ya no podíamos darlo vuelta. Así que me di el gusto de jugar en Primera. Es un un día que no me voy a olvidar jamás”.

Después de aquel partido, el capitán del plantel superior le pidió un esfuerzo más. “Verte adentro de la cancha es una motivación extra para todos: queremos que sigas jugando”, le dijo. Y Martín continuó durante dos años y medio más corriendo detrás de la pelota de rugby. “Volver a jugar significó cumplir un sueño que parecía inalcanzable”, dice. Y añade: “Sentía que no habían pasado los años y todo era igual, aunque duplicaba en edad a mis compañeros”. En octubre de 2016 dijo basta. “No podía seguir. Ahora sí que había cumplido un ciclo”.