Norberto Puzzolo recibió el título Doctor Honoris Causa de la Universidad Nacional de Rosario por su trayectoria, obra periodística, fotográfica y artística. “Es una gran emoción porque viene de la Universidad Pública y me siento doblemente honrado porque no pertenezco al ámbito académico”, expresó el artista plástico a Rosario/12. Este título, que es el máximo que otorga la Universidad, “humanamente es el premio más importante que recibí”, afirmó. La distinción fue impulsada por las Facultades de Ciencia Política y Humanidades y Artes, con el acompañamiento del Área de Derechos Humanos de la UNR y el Museo de la Memoria de Rosario.

Puzzolo recibió el título Doctor Honoris Causa de la Universidad Nacional de RosarioFoto: Andrés Macera

“Vengo de un hogar muy humilde donde el esfuerzo era para que los hijos estudien y tengan un título. La premisa 'mi hijo el doctor' era la frase de cabecera al punto que mi hermana Alcira es estadística y mi hermano Rolando contador y médico. Tres hijos y tres carreras universitarias”, dice irónicamente pero aclara: “Soy de una época en la que estudiabas o trabajabas”.

El empezó a trabajar muy joven, a los 15 años, en una imprenta como “che pibe” en la que armaba folletos. El dueño lo mandó a estudiar y lo hizo primero con Marcelo Dasso. Luego, por intermedio de su tío materno el pintor Anselmo Píccoli, llegó al taller de pintura y dibujo del reconocido Juan Grela. Allí conoció a los que serían sus compañeros del Grupo de Arte de Vanguardia de Rosario. Creían que el arte no debía estar en los museos sino en la calle, renegaban de las instituciones y advertían: “siempre es tiempo de no ser cómplices”.

Con este movimiento inició su recorrido siendo el primer expositor del Ciclo de Arte Experimental. En 1968 realizaron “Tucumán Arde”, una obra colectiva y multidisciplinaria para mostrar qué sucedía en esta provincia con el cierre de numerosos ingenios, gran pobreza, desocupación, desnutrición, mortalidad infantil y deserción escolar. Es una de las experiencias artísticas y políticas más emblemáticas en la historia del país y América Latina y que al día de hoy sigue generando repercusiones y trabajos de investigación.

Durante la dictadura dejó de trabajar y volvió en democracia con una obra vinculada a la memoria como la serie “Nunca más”, una alegoría a los momentos de la represión. En los años ´80 su producción fue adquiriendo rasgos singulares, donde se destacan retratos de artistas, autorretratos y naturalezas muertas.

“Evidencias” del 2010 es una de las obras fundantes de la sede del Museo de la Memoria de Rosario. Se trata de una instalación en proceso que expresa la incansable búsqueda de los niños expropiados de sus padres durante el terrorismo de estado en nuestro país. Está compuesta por dos tableros que contienen más de doscientas fichas que en un sentido lúdico conforman un gran rompecabezas, cada pieza representa cada uno de los niños que fueron arrebatados de sus familias durante la dictadura.

“Todos los años trasladamos las fichas de un lugar a otro cuando se van recuperando los nietos”, explica y agrega: “Siempre digo que esa obra no me pertenece, que es de las Abuelas de Plaza de Mayo porque es tan fuerte el contenido que había que buscar una forma que lo acompañara”. En este sentido no le interesó metaforizar sino mostrar algo característico de los niños, como un juego.

En cuanto a sus fotografías se destacan las que tomó como reportero gráfico para las revistas Noticias y El mundo registrando momentos históricos que sucedieron en la región como el acto de los sobrevivientes de la Masacre de Trelew en el Monumento Nacional a la Bandera en 1973, el velorio y despedida del militante peronista Costantino Razetti y la serie que realizó de “El Villazo” en 1974 cuando el pueblo de Villa Constitución protagonizó jornadas de lucha y movilización de trabajadores y trabajadoras de las plantas industriales metalúrgicas que llevaban adelante la toma masiva de las fábricas.

Puzzolo comenta que hace unos años el curador Rodrigo Alonso le insistió para que incorporara esas fotos en una muestra pero que en un principio no quería hacerlo porque había muchos compañeros que ya no estaban, algunos asesinados de forma dramática y “no quería lograr prestigio con gente que merecen mi respeto”.

Además, se trataba de un archivo muy diezmado. Explica que en los 70 era difícil enviar las fotos a Buenos Aires. Había que mandar una copia rápida o directamente el rollo en un avión que salía por la tarde. Sólo si había un poco más de tiempo, podía revelarlas y quedarse con un negativo.

Finalmente, con esas fotos que quedaron, se formó el archivo de la memoria de la ESMA y hoy está muy agradecido porque pasaron a ser de uso público y a su vez llenaron el vacío de esos años oscuros en los que Puzzolo creyó que no había hecho nada. “Sentir que eso sirvió como documento de una época ya tiene otro valor”, dice y menciona su emblemática foto “Atentado al bar Iberia” ubicado en frente de la Facultad de Filosofía y punto de reunión de la izquierda de la época, donde se ve la vidriera astillada y con un orificio de bala.

Compromiso político

“La experiencia de los primeros años de vida a uno lo marcan y a mí en el arte me marcó Tucumán Arde -asegura-. Traté siempre de tener una cierta coherencia, moverme con ciertas latitudes”. Cree que por su trabajo y por el lugar donde son exhibidas sus obras se lo identifica como un artista con compromiso político. Dice que si hace grandes paisajes con una silla vacía y lo expone en el Parque de la Memoria de Buenos Aires, indudablemente van a tener una connotación: “Por supuesto que son pensados para que se vean de determinada manera pero el lugar también resignifica la obra”.

Cuando hace un trabajo piensa más en lo que no quiere que se vea que en lo que quiere que se vea: “Nunca muestro la carta que tengo en la manga porque toda obra es polisémica. Cada uno va a ver a través de sus propios conocimientos, saberes, experiencia y esa mirada del otro, que puede ser diferente o encuentre un punto nuevo en la obra, la enriquece”.

Como ejemplo menciona que hizo unos grandes bosques con fuegos que se apagan y que pueden identificarse con un montón de cosas que se apagan. “Yo nunca digo de donde surgió la obra pero podría ser autorreferencial porque soy un hombre grande. Pero una chica joven puede interpretar que sobre ese fuego, aparece un viento y lo enciende. Esa mirada que yo no había tenido en cuenta es muy enriquecedora”, explica. “La obra -dice- la hace un autor pero se completa con la mirada del otro. Si no la ve nadie la obra no funciona”.

Considera que es muy difícil definir qué es el arte: “Creo que es una forma de hacer más soportable este camino ineludible que tenemos hacia la muerte. Es una forma de sublimar. A mí me sucede eso. Yo sublimo a través del arte. Más allá que uno proponga una reflexión, una búsqueda de algunas respuestas”.

Profesor

Puzzolo fue profesor de Práctica Profesional en la carrera de Fotografía del Instituto Superior de Educación Técnica Nº 18 de la provincia de Santa Fe. Los alumnos iban una vez por semana a su estudio de fotografía y realizaban prácticas profesionales. “Nunca estudié, fui profesor por idoneidad”, aclara.

A los alumnos les decía que les transmitía lo que a él le había dado resultado pero que cada uno tenía que hacer su propia búsqueda, que se esforzaran en encontrar cosas nuevas. Y les insistía en “dar todo lo que uno pueda, esforzarse y trabajar lo mejor posible para que si te toca, tu trabajo tenga algún valor”.

“Tengo que reconocer que soy un privilegiado por enterarme que esto existía y poder desarrollar el trabajo que me gusta”, reconoce y reflexiona “¿Hoy cuantos pibes pueden saber de esto si no tienen las mínimas condiciones?”.

Por una decisión personal, nunca envió sus obras para concursar en premios ni salones. “Creo que una obra no merece un premio sobre otra, que cada uno haga lo que tenga ganas, lo mejor que pueda”, dice. De todos modos recibió diferentes premios a lo largo de estos años y sus obras se encuentran en instituciones y colecciones de Argentina y del exterior. Pueden verse en su página web puzzolo.com.ar

 

El Museo Nacional de Bellas Artes le otorgó el premio Leonardo 2001 por su trayectoria en la fotografía. En el año 2002 recibió el premio Konex, diploma al mérito en fotografía. En el año 2009 la Asociación Argentina de Críticos de Arte le entregó el premio a la trayectoria de un fotógrafo. En el año 2021 recibió el Premio Nacional a la Trayectoria Artística, un reconocimiento que otorga el Ministerio de Cultura de la Nación por haber "contribuido con aportes decisivos al arte de la República Argentina". Hoy, a los 75 años, continúa desplegando su arte. El último tiempo desde la localidad de Timbúes, muy cerca de Rosario.