“En todos los lugares de Latinoamérica a donde vamos nos dicen que sienten que es música que podría haber sido creada ahí. La reconocen como propia”. Tal vez esta afirmación de Maxi Prietto explique el porqué de tanto éxito continental de Los Espíritus: una combustión musical que echa raíces en las selvas guaraníes y los altiplanos jujeños; los desiertos chilenos (o peruanos) y los ríos amazónicos o del Mississippi; para luego simplemente emerger como música milenaria actualizada a estos tiempos.  Y que encuentra en cada una de sus partes su fortaleza y razón de ser. En los cimientos, un colombiano: Pipe Correa, el hombre de la paz en la mirada. El que sabe transmitir junto a las tumbadoras de Fer Barrey y las firmes líneas de bajo de Martín Ferbat la sangre caliente de su tierra. Sobre ellos, los exquisitos punteos de Migue Mactas y el wah-wah de Prietto. Y al final las voces entreveradas de Maxi y Moraes, que también aporta su acústica. Un caldo embrujado y mestizo que enamora.