Si Paul Eluard llamó al impulso primario de la creación poética “el duro deseo de durar”, Pablo Picasso, con humor, espetó sobre la trascendencia artística: “Me cansé de ser moderno. ¡Quiero ser eterno!”. Sin embargo, a contramano de ambos, Jorge Luis Borges no estaba de acuerdo con ser Borges durante toda la eternidad. “No sería buena idea”, respondió ante la pregunta. Pero en la noche del jueves, Miranda! hizo historia al consumar su primer show en la cancha en Ferro. Se atrevió, además, en un 2023 en el que la cultura de masas, al menos en la Argentina, se encargó de desprestigiar la ambición de inmortalidad al convertir en mundano el imaginario de lo multitudinario, a raíz de tanta oferta de estadio compulsiva. Pese a que el dúo presentaba una vez más su último álbum, Hotel Miranda!, fue un acto noble y cargado de simbolismo que el bis de su show sucediera con dos temas de su disco debut, Es mentira.

“Imán” y “Romix” fueron una especie de manifiesto acerca del origen. Hace 21 años, cuando desataba pasiones queer con su pop electrónico pimpinelesco en fiestas organizadas en la Confitería La Ideal y en otros reductos del under porteño post estallido de 2001, el grupo sentaba las bases para la nueva avanzada popera argentina. Y le arrabataba a Rebelde Way, Casi Angeles o Bandana ese espacio usurpado a punta de banalidad mediática, berrinches y malogradas adaptaciones de las boy bands. Y es que Ale Sergi y Juliana Gattas se hastiaron de que el pop fuera sólo un héroe de Patricio Rey, por lo que decidieron convertirlo en una figura tan políticamente outsider como Luis Zamora. Y encima le devolvieron el glamour y el rouge sobre el que versaba Roberto Jacoby y cantaba Federico Moura unos pocos años antes. Entonces apelaron por el retrofuturismo y lo kitsch para enarbolar su relato.

Tras patentar su idiosincrasia, Miranda! decidió renovarse. O más bien a sus canciones. Eso se reflejó en Hotel Miranda!, disco que le inyectó vitalidad a sus hits mediante dos recursos propios de la música en esta época: el featuring y el protagonismo prominente del productor. Que conste que no es uno de estos compilados de “Grandes éxitos”, sino una consecuencia de la revisión del catálogo. Cosas impulsadas, en parte, por el markting de la industria discográfica. Y eso lo transforma en un álbum nuevo: el noveno de estudio, en el caso de la dupla. Tres días luego de su lanzamiento, el 19 de abril, el binomio presentó en el Teatro Gran Rex estas relecturas de sus temas. Estuvieron envueltas en un concepto estético inspirado en Wes Anderson y su film Gran Hotel Budapest -aunque adaptadas al universo "mirandesco"-, por parte de la realizadora audiovisual Melanie Anton Defelippis.

Al igual que los tres Gran Rex de aquella ocasión, a los que le secundaron cuatro Luna Park en octubre, en el barrio de Caballito el grupo repitió la misma puesta en escena. Esta vez desfilaron casi todos los invitados del disco, con excepción de Chano, Ca7riel y Andrés Calamaro, cuya aparición estuvo resuelta en las pantallas. Ya habían recurrido a la misma estrategia anteriormente cuando la agenda no garantizaba la presencialidad del feat. A las 21:30, dos botones del hotel salieron de la puerta de la fachada, ubicada en el centro del escenario, y encararon una representación humorística en la que recordaban el camino hasta ese día, al tiempo que se sorprendían por la convocatoria: 34 mil espectadores. Eso dio pie para finiquitar la intro con un video donde Sergi y Gattas despertaban en su habitación, para luego aparecer en escena, escoltando a Ludo Morell (batería) y a Gabriel Lucena (guitarra y bajo).

Comenzaron con “Por amar al amor”, que en su corolario (en clave de música disco) la gente encendió el primer pogo del recital. “Buenas noches, Buenos Aires. Vamos a bailar”, invitó el cantante. En esa instancia, el binomio lucía la primera de las (por lo menos 10) mudas de la noche. A continuación, arremetió con un arsenal de éxitos: la dance “Hola”, el pop groovero y canchero “743” y el guiño al rock “Dice lo que siente”, en el que Juliana tomó la voz cantante. Cuando la ráfaga terminó, un grupo de actrices, vestidas de mucama, protagonizó la escena de la lavandería. Los dos vocalistas desenfundaron “Prisionero”, al que después se sumó Cristian Castro. El ídolo mexicano fue ovacionado apenas entró por la puerta del petit hotel. Estaba ataviado por un pijama y una boa de tul azul. Y de paso se dio el lujo de exhibir su falsete.

Afín a los shows en vivo de las figuras de la música urbana, una steadycam irrumpió por el escenario para interactuar con las actrices en tiempo real. Eso acontecía mientras sonaba “Lo que siento por ti”, antesala de “Maquillada en la cama”. Ahí Ale, sentado en un sillón con un outfit de cuero negro (al estilo sado), le volvió a pasar el testigo a su compañera para que interpretara uno de los singles de su inminente primer disco en solitario. Tras ese tema de trote gótico y retoques de disco music clásico, en el que ella fue levantada al aire por los actores (emulando uno de los pasajes del videoclip del himno “Material Girl”, de Madonna), detonaron el hyperpop “Puro talento”. En las pantallas, la ornamentación navideña se apoderó de los pasillos del Hotel Miranda! Aviso de la canción que estaba por venir, “Navidad”, así como de su invitado, Goyo Degano, vocalista del grupo Bandalos Chinos.

El artista urbano Luck Ra fue el siguiente invitado que atravesó la puerta del hotel para hacer al relectura cuartetera de “Si me disculpo ahora”. Ya habían quedado atrás “Tu misterioso alguien” y “Nadie como tú”. Emilia dijo presente en “Uno, los dos”, en tanto que el trapero necochense FMK puso su voz al servicio de la versión (medio reggae, medio cumbia villera) de “Perfecta”, esta vez sin María Becerra, la otra colaboradora de la canción. Los tres desfilaron por el pasillo conectado al escenario, lo que se volvió en el primer acercamiento de Miranda! a esos fans desencajados. Y llegó el turno de “Extraño”, maravilla del pop melodramático (“Contradecirme en mi discurso es mi fuerte”, atesta uno de sus trozos más notables). Ese oxímoron, devenido en canción, de la misma forma que “Duran Duran”, denota por qué Miranda! se tornó en un grupo popular.

Esas pequeñas narrativas empatizan con los cromas del dolor o están a un paso de romperlo todo. Por eso no es casual que invitaran al trapero Dillom a cantar “Dos”. O a la chilena Francisca Valenzuela para hacer “Enamorada”. Cuando pasaron “Mentía” y “Ritmo y decepción”, Emmanuel Horvilleur y Juan Ingaramo prendieron la fiesta non stop en “Traición”. Si ya era emocionante ver a Ferro bailar, el advenimiento de Lali Espósito en “Yo te diré” puso a saltar a todo el estadio. Ella fue una Miranda! más en su dinámica: se apropió del hit de tal forma que no quedó otra que rendirse ante ese vendaval pop. Tras el momento fitness y el fantasmagórico, y previo a los papelitos y la pirotecnia, el dúo se subió a un inmenso cisne (la tapa del disco alude a esa ave), similares a los de El Rosedal, y surcó la multitud. Y es que como dijo Sófocles: “Siempre es bueno navegar cuando se huye del mal”.