El 3 de noviembre de 1903, el visionario y amante del deporte, Isaac Newell's funda el Club Atlético Newell's Old Boys. En 1907 el intendente Vila le cede los terrenos del Parque Independencia. La actividad social del club naciente transcurría en los altos de la Ferretería Chiesa Hnos., en la calle San Lorenzo 1042. Esa zona era el epicentro de la actividad comercial y profesional de la ciudad. Empresarios, sobretodo del campo, que venían a abastecerse, abogados, escribanos, merodeaban a diario. En el centro de ese universo estaba Ñubel, Victor Heitz, Vicente Pomponio, Celio Spirandelli, también mi abuelo Domingo Brebbia, quien siendo presidente inaugura el nuevo estadio.

No hay que ser un historiador ni sociólogo para entender por qué nuestro club, desde sus inicios, se constituyó en el paradigma de la clase media de Rosario, ciudad que de la mano de las exportaciones agropecuarias crecía y crecía. Pero lo realmente fantástico es que ese paradigma de refinamiento, buen gusto, buenos modales, sobrio, austero hasta el cansancio, se trasladó a Benavídez, Pontoni, más tarde Federico Sacchi. Aparecieron más tarde Juan José Rossi, Cucurucho Santamaría, Jorge Valdano, hasta llegar a Gerardo Martino y Walter Samuel, todos jugadores de un fútbol exquisito y que nos llevaron a ser conocidos en el mundo entero.

De la mano de ese extraordinario presidente como fue el querido y recordado Armando Botti, en 1974 obtuvimos el primer campeonato, en circunstancias aún imborrables para los que tuvimos el privilegio de estar ese día en la cancha de nuestro rival. Con el trabajo inclaudicable del Maestro Jorge Griffa fueron surgiendo una cantidad innumerable de jugadores. Con esa metodología llegó Marcelo Bielsa, quien nos dejó mucho pero por sobretodo ha desarrollado una extraordinaria campaña de popularización de nuestra institución.

Pero no todas sus buenas. En esas gestiones, desde Botti a García Eyrea, estaba Eduardo Bermúdez. Rápido de reflejos, se dedicó a vender nuestros mejores jugadores. Gamboa, Balbo, Dezotti, Batistuta, y otros, pasaron por sus manos y engordaron sus bolsillos. El gran éxito comercial de este mediocre muchacho fue el "pescar en un balde", el "cazar en un zoológico".

Llegó Eduardo López y de entrada nos mostró su deseo: el cambiar el paradigma. Estuvo a punto. El primigenio modelo reapareció y con peleas tribunalicias y de la mano de los siempre bien recordados Autoconvocados, logramos respetar nuestras bases y volver a las fuentes. Pues bien, por la deshonestidad e incompetencia de los últimos y mal recordados dirigentes, vuelve a aparecer Eduardo. El asociado olvidó sus tremendos errores como vicepresidente de Guillermo Lorente (casi nos manda al descenso con Cagna y Martino exigió su renuncia para hacerse cargo del equipo) y con el 22 por ciento de los votos alcanzó la presidencia.

Cometió todos los delitos que un presidente de un club de fútbol pueda cometer; nos está llevando a una situación de quiebra irremontable y como si esto fuera poco, de la mano de su vicepresidente segundo (Cristian D'Amico) ahora procede físicamente contra los socios. Fue una banda de salvajes que no respetaron edades, mujeres, golpearon a mansalva, robaron billeteras y cometieron todas las tropelías posibles. Al día siguiente, en el bar de Roca y Cochabamba -donde desayuna todos los días-, con esa voz de jetón e ignorante de la que goza, Bermúdez se mofaba de cómo corríamos.

Los progromos de esta Asamblea comenzaron el miércoles a la mañana, donde huestes enviadas por miembros de la CD que tenemos individualizados, empezaron a amenazar por todos los medios: mensajes telefónicos, llamadas, visitas a locales comerciales, estudios

jurídicos y eclosionaron en la asamblea ni bien la oposición ganó la votación para presidirla. Esta vergüenza epilogó con las declaraciones de D'Amico a todos los medios que tuvo a mano: la culpa las tuvimos las víctimas, tal como rezaba el VÖlkischer Beobacter de Munich (Diario del

Pueblo) en su portada del 10 de noviembre de 1939: "Los judíos tuvieron la culpa". Pero tenemos la certeza que de la mano de las autoridades judiciales y de los funcionarios de la IGPJ esta locura está pronta de llegar a su fin. No tengo ninguna duda de que el mandato de principios del siglo XX primará.