El escenario sombrío que se cierne sobre el futuro inmediato es el resultado lógico de una acción deliberada: el ataque frontal a los trabajadores y a los sectores populares en general. En este gesto se apoya la unidad estratégica de las multinacionales, los bancos y los exportadores de productos primarios que, unificados en el ejercicio del gobierno del Estado, confluyen en la destrucción del mercado interno y de la industria nacional.

Devaluación, ajuste tarifario, eliminación de retenciones, despidos, tasas de interés por las nubes, caída del salario real, apertura indiscriminada de la importación y megaendeudamiento externo para financiar fuga de capitales y gastos corrientes, constituyen un combo difícilmente atribuible a cualquier pesada herencia. Sin embargo, y a pesar de las reiteradas veces que en el curso de la historia reciente de nuestro país se descargó sobre nuestro pueblo este conjunto de políticas neoliberales, con los resultados lógicos y esperables que hoy están a la vista, Macri ostenta un nada despreciable 50 por ciento de imagen positiva. Aspecto que cobra singular relevancia cuando se recuerda que uno de los principales objetivos que se trazó el actual gobierno, y que el Presidente subraya permanentemente, consiste en producir un verdadero cambio cultural antes que político.

En principio podría afirmarse que el cambio cultural que propicia el actual gobierno ofrece resultados contundentes: en 32 años de democracia, y tras dos gestiones consecutivas al frente de la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, el electorado optó por quien es la personificación acabada de una fracción medular del capital concentrado nacional, beneficiario directo del genocidio, de la estatización de la deuda externa privada y de la concesión de la obra pública. Ante semejantes pergaminos, no deja de sorprender la adhesión que obtuvo su promesa de alcanzar la “pobreza cero”. 

Tal cambio cultural encuentra uno de sus principales vértices en la consecución de un objetivo estratégico de la prensa hegemónica: neutralizar la capacidad crítica de una porción sustantiva de la sociedad civil por medio de la inoculación de un odio tan infantil como irracional. Haber propiciado, y conducido, la necesidad de un “cambio” no fue más que la ejecución del paso decisivo para hacerse de lo que era el centro de gravedad de la confrontación abierta desde el 25 de mayo de 2003 en adelante, pero más aún luego del enfrentamiento que mantuvieron las patronales agropecuarias con el gobierno en torno a la Resolución 125 en marzo de 2008: el ejercicio del gobierno del Estado. Tan nítido es este fenómeno que la discusión en torno a los grados de radicalidad de las transformaciones propiciadas por el kirchnerismo las saldó brutalmente la derecha: desmontaron punto por punto lo que logró avanzarse en la construcción de una sociedad más igualitaria. Este es el punto central que no fue plenamente asumido por el campo popular y que hoy se observa claramente en el hecho de que no hay resquicio del orden social que no se haya visto afectado por la brutal ofensiva de la derecha. Desde Fútbol Para Todos hasta el programa Memoria, Verdad y Justicia pasando por el significativo recorte a Ciencia y Técnica y el secuestro de Milagro Sala: no hay dimensión social que no verifique el sesgo disciplinador de la derecha. Todas y cada una de las iniciativas que se llevaron a cabo desde el 10 de diciembre de 2015 hasta la fecha expresan dos cuestiones centrales: en primer lugar, la determinación por construir un orden social crecientemente injusto y desigual que sólo se logra desde el ejercicio del gobierno del Estado. En segundo lugar, para la derecha, toda fuerza social que proyecte la construcción de una sociedad más igualitaria será vivida como una afrenta que debe ser castigada.

Sobre fondo de esto último debe leerse la alianza estratégica entre el poder judicial y la prensa hegemónica. Alianza sobre la que se funda la ofensiva jurídico-mediática que se cierne sobre Cristina Fernández de Kirchner y Lula en Brasil, pero que al mismo tiempo se ve reforzada por la ausencia de una crisis estructural que legitimase la imposición de un régimen económico neoliberal, tendiente estabilizar el caos que no pudieron construir. La única ley veraz que predomina en esa Alianza establece que a mayor deterioro de las condiciones materiales de vida de nuestros pueblos le corresponderá una mayor intensificación de la agresión sobre quienes expresen la posibilidad de revertir las correlaciones de fuerzas ampliamente desfavorables para el campo popular. Los mismos de siempre están de regreso y responden a lo que durante doce años y medio vivieron como una agresión. Este debe ser el punto de partida para analizar la coyuntura que estamos atravesando.

* Sociólogo. Investigador del Conicet (Instituto de Investigaciones Gino Germani). Profesor de la carrera de Sociología (UBA).