Desde Berlín

Hasta que la coalición gubernamental se termine de definir para el gobierno alemán, pueden pasar meses. Así lo dejan entrever las idas y vueltas del escenario político, tanto a nivel nacional como provincial. Luego de la derrota de la oficialista CDU (democracia cristiana) en Baja Sajonia con el peor resultado electoral desde 1959, dentro del marco de las elecciones regionales el pasado domingo y a raíz de la consecuente victoria de los socialdemócratas en la segunda mayor región alemana, la pregunta sobre la coalición que formará el nuevo gobierno nacional va ganando en intensidad y es probable que las negociaciones se tornen más difíciles.

A este revés y la pasada emigración de un millón de votos a la ultraderecha en las últimas elecciones generales del 24 de septiembre de 2017, también se le suma otro gran factor desestabilizador: las disidencias dentro de los mismos partidos que siguen creciendo.  

Poco más de tres semanas después de las elecciones del Bundestag, se abrió la lucha interna por el poder en la izquierda. Katja Kipping -copresidenta junto con Bern Riexinger del partido die Linke- quiere cortar el poder de los jefes de fracción y en la misma disputa por el liderazgo, la jefa Sahra Wagenknecht amenazó con renunciar. Así también lo anunció y concretó un día después de las elecciones generales Frauke Petry, la líder del partido Alternativa para Alemania (AfD), también por disidencias internas con las posiciones más extremas del  partido de ultraderecha, considerado  euroescéptico, xenófobo y neonazi, con Alexander Gauland a la cabeza.

Angela Merkel es fiel a su estilo. A pesar de las internas y del golpe bajo de las elecciones de la región de Baja Sajonia, se la ve esperanzada pero cautelosa. Antes de las elecciones regionales, sobre las cuales pidió que no se votara a la Izquierda o a los socialdemócratas del SPD (previendo la posterior colación), afirmo que “la CDU entraría con confianza en las conversaciones exploratorias”. Sin embargo, dentro del partido oficialista no todo es homogéneo. Un ejemplo es el jefe de Jungen Union (La Unión Juvenil), Paul Ziemiak, quien luego de la derrota de su partido en la región de Baja Sajonia, no escondió sus críticas a la principal mandataria: “el resultado (regional) muestra claramente que se trataba de la política del país”.

Oficialmente hoy se abrió la negociación parlamentaria en busca de una coalición definitiva para determinar los colores del nuevo gobierno de uno de los países más influyentes de Europa y del Mundo. ¿Qué pasa si el partido de la canciller reelecta no logra formar gobierno con el Partido Liberal (FDP) y Los Verdes, la tan esperada coalición? ¿Cómo quedaría el escenario si no se encuentra una alianza?

Siempre habrá un gobierno que tenga una mayoría en el Bundestag, incluso si los partidos no están de acuerdo en una conciliación. Pero cuáles serían en este caso las opciones para que los partidos la consigan y Alemania obtenga un gobierno establecido sólido para los próximos cuatro años es lo que comenzará a dilucidarse hoy en el parlamento.

La ley básica permitiría que la Unión (CDU/CSU) forme un gobierno minoritario y que busque mayorías cambiantes en el Bundestag, según el tema. Sin embargo, Merkel ha excluido tal opción porque le parece demasiado inestable. El último recurso sería llamar a elecciones nuevamente, para lo cual el presidente federal tendría que disolver el Bundestag. Esto puede hacerse si la elección de un nuevo canciller fracasara tres veces en ausencia de mayorías.

El acuerdo obtenido entre la Unión de Merkel -integrada por la CDU y la CSU, el ala bávara del partido- y los sociales demócratas (SPD), devenido de las negociaciones de 2013, ha quedado totalmente descartado desde que el líder de los socialdcemócratas, Martin Schulz, anunciara que sólo ocuparía el lugar de la oposición en el parlamento. Sin mucho margen de decisión, el resto de los integrantes de su partido (SPD) ha aceptado ese lugar a pesar de obtener el peor resultado desde la segunda Guerra Mundial y de las promesa de su líder por  “luchar vehementemente y con todas nuestras fuerzas contra la extrema derecha”.

Por su parte el ministro de Finanzas de Baviera, Markus Söder (CSU), aprovechó para asentar la posición del ala más rígida de los Partidos de la Unión (CDU/CSU), tras el vuelco a la derecha en Austria con la victoria el pasado domingo del joven conservador Sebastián Kurz (ÖVP) y a poco de la cumbre de líderes europeos que se celebrará en Bruselas el jueves y el viernes de esta semana. El resultado de la elección fue un “signo de exclamación masivo”, dijo Söder en una entrevista televisada. “Hubo una llamada de los ciudadanos para más seguridad, estabilidad, de limitar la inmigración pero también  de debate”. 

La disputa vuelve al epicentro: si el modelo cultural de país todavía es el mismo o no. Para Söder la coalición “no debe ser un proyecto de pocas élites, sino que también debe incorporar a los ciudadanos comunes y sus preocupaciones”. Cómo lograrlo es la difícil tarea  que la canciller elegida tendrá que sortear en los próximos días luego de unas elecciones parlamentarias generales que llevaron a votar a 76.2 por ciento de los alemanes, mientras que en 2013 fue del  71.5. 

El recién elegido Bundestag estará compuesto por 709 diputados sobre la base de los mandatos de excedentes e igualación, aumentando así en 111 escaños. ¿Hasta cuándo las partes deben estar de acuerdo? La Ley Básica no ofrece límite de tiempo para la formación de un nuevo gobierno federal. Sin embargo, el nuevo Bundestag debe reunirse a más tardar el trigésimo día después de las elecciones, como lo prescribe la Ley Básica.

El bloque conservador que apoya a Ángela Merkel, con mayor o menor apertura, a partir de hoy tendrá que mantener tantas reuniones como sean necesarias con el Partido Liberal (FDP) al mando de Christian Lindner y también Los Verdes, en pos de que Alemania tenga un gobierno y de esta manera se alcance el slogan de campaña de la canciller: “para una Alemania en la que vivimos bien y felizmente”.