El ex canciller Héctor Timerman se asombró cuando le leyeron la acusación. El juzgado de Claudio Bonadio calificó el atentado contra la AMIA como “un acto de guerra”, sacando así la conclusión de que hubo un conflicto bélico y, por lo tanto, un acto de traición firmando el Memorándum de Entendimiento. “Una guerra no se declara en un juzgado. Una guerra es algo muy serio, declarado por un gobierno y un parlamento”, alegó Timerman enojado. “La acusación es falsa de toda falsedad. Recién me entero que hay una guerra –señaló el ex canciller–. Todo lo que hice por la causa AMIA fue para completar, a costa de mi salud y mi familia, una vida dedicada a la defensa de los derechos humanos. Busqué siempre la justicia para las víctimas del atentado. Todos los que me mencionan como cometiendo ilícitos en esa causa son parte de una campaña financiada por Paul Singer, el segundo donante más importante del Partido Republicano e imputado por corrupción en Israel, y por Paul Singer cabeza de uno de los fondos buitre en conflicto con la Argentina”. 

El ex canciller llegó a Comodoro Py puntual a las 9 de la mañana, pero muy debilitado. De a ratos tenía que sostenerse para caminar pero ante el juez Bonadio y el fiscal Eduardo Taiano se manifestó dispuesto a declarar. La cuestión no terminó bien. Minutos después de retirarse de Comodoro Py, Timerman sufrió una descompensación y tuvo que ser internado en el Sanatorio Otamendi.  

Por ese estado de salud es que el ex canciller presentó un largo texto de 160 páginas, muy detallado, de lo que fue la gestión que derivó en la firma del Memorándum, en enero de 2013. Visiblemente molesto respondió al párrafo donde se menciona lo de la guerra con Irán y sostuvo: “durante los cinco años que fui canciller, en ningún momento el gobierno argentino ni declaró ni sostuvo una guerra contra Irán”. En el texto incluso se menciona que el Congreso recibió a una delegación iraní y le hizo un homenaje. La cuestión de la guerra se saca a relucir para imputar por el delito de traición a la patria, que significa ponerse del lado del bando enemigo, pero que justamente exige la existencia de una declaración de guerra. 

La otra vertiente de la acusación es que Timerman formó parte de una maniobra para garantizar la impunidad de los sospechosos iraníes, a cambio de regularizar las relaciones con la nación persa. Como se ve, el juez y el fiscal se bajaron de una parte de la acusación de Alberto Nisman, quien dijo que el pacto consistía en otorgar impunidad a cambio de un canje de petróleo iraní por granos argentinos. Como eso no se verificó, dado que no hubo ni intercambio ni mejora en el comercio, ahora alivianaron las cosas señalando que lo que se buscó era “normalizar” las relaciones.

Timerman contestó que el Memorándum y todas las gestiones buscaron contribuir a sacar la causa AMIA del punto muerto en el que estaba y en el que sigue estando. Pero que esa búsqueda de una negociación con Irán motivó un ataque motorizado a tres puntas:

  • Por parte de Sheldon Adelson, el Rey de Las Vegas, estrechamente ligado a la derecha israelí y a “Bibi” Netanyahu, mandatario de Israel, ambos investigados por hechos de corrupción en Israel.
  • Paul Singer, cabeza de uno de los fondos buitre más agresivos contra la Argentina y que financió una campaña desde la Task Force Argentina. 
  • Ken Roy, consejero de la embajada de Estados Unidos en la Argentina y que, según Timerman, operó a través de la Asociación de Magistrados. 

Timerman señaló que la ofensiva desatada contra el gobierno de Cristina desde Estados Unidos, Israel y la Argentina no era por el contenido de la negociación sino que se demonizaba el sólo hecho de sentarse con Irán a buscar algún camino hacia adelante en la causa AMIA. Negociar ya era delito. Y llevó a Adelson y a Singer a publicar enormes avisos en diarios norteamericanos tildando de terroristas a la presidenta argentina y al presidente de Irán. El objetivo –señaló Timerman– era atacar al gobierno de Cristina Kirchner para que los fondos buitre ganaran el litigio. 

El ex canciller detalló la dificultad enorme que arrastraba la causa del atentado:

  • Irán no permitía la extradición de iraníes por una ley dictada en tiempos del Sha. 
  • La Argentina –y explícitamente el juez Rodolfo Canicoba Corral y el fiscal Alberto Nisman– descartaban la posibilidad de juzgar a los iraníes en ausencia ya que no estaba previsto por la ley. 
  • Las capturas con alertas rojas de Interpol no había permitido realizar detenciones porque la ejecución de esas capturas quedaba en manos de las policías de cada país. La consecuencia fue que varios iraníes imputados salieron de Irán, por ejemplo a Singapur, sin que los detuvieran. 

Timerman precisó que “en función del punto en que se encontraba la causa y a raíz de una iniciativa de Interpol, se empezó a realizar un intercambio de propuestas. Las primeras propuestas de Irán fueron inaceptables”. Incluso, el ex canciller mencionó una frustrada reunión en Caracas en la que se evaluaba una multimillonaria propuesta de comercio de Irán, pero que el encuentro ni siquiera se concretó porque no se privilegiaba el diálogo sobre AMIA. 

Timerman volvió a negar la existencia de la reunión con el canciller iraní en Aleppo. “Esa reunión no se hizo, no existió. No era necesaria porque nosotros nos vimos ese mismo mes, en enero de 2011, pero antes, en un tercer país que no voy a revelar porque no se revelan ni los funcionarios ni los países que colaboran con la Argentina. Nos encontramos con (Alí Akbar) Salehi, solos los dos, sin intérpretes, sin la presencia del anfitrión, hablamos en inglés y analizamos caminos posibles. Recién en julio de 2011 los iraníes dijeron públicamente que estaban dispuestos a colaborar. Fue en un comunicado. Por supuesto que eso motivó que la Presidenta hablara de negociación en las Naciones Unidas. En septiembre de ese año nos reunimos en el marco de la Asamblea General, en un encuentro del que sabían todos los periodistas. A partir de allí empezamos una serie de reuniones en Ginebra, en Zurich y en Dubai para avanzar en el texto”.

“Las capturas con alertas rojas no se levantaron porque yo hice todo lo que había que hacer para que no se levantaran”, redondeó el ex canciller. En su relato, Timerman contó que, después de la firma del Memorándum, Salehi pretendió que ambos firmaran también una comunicación a Interpol sugiriendo el levantamiento de las capturas. Timerman se negó y terminaron firmado una notificación escueta de la que se acordó el Memorándum. Por las dudas, el entonces canciller llamó por teléfono al secretario general de Interpol, el norteamericano Ronald Noble, para insistirle en que las alertas rojas no podían ser levantadas y adelantarle que le enviaría una carta oficial ratificando esa posición. Además, Timerman le pidió después a Noble que Interpol dejara claras las cosas mediante una declaración escrita. Efectivamente Interpol confirmó que las capturas no se levantaban y lo cierto es que no se levantaron ni en ese momento ni nunca.