NO ME LLAME TERNERA 6 puntos

España, 2023

Dirección: Màrius Sánchez y Jordi Évole.

Guion: Jordi Évole, Màrius Sánchez, Júlia Badenes, Silvia Merino y Adrià Attardi.

Duración: 101 minutos.

Disponible en Netflix.

Previsiblemente, el anuncio del estreno mundial de No me llame Ternera en la última edición del Festival de San Sebastián generó polémica, aunque el intento de boicot para que el documental no se exhibiera sorprendió a propios y ajenos. Una carta firmada por cerca de quinientos intelectuales españoles le pedía al director del encuentro cinematográfico que el título fuera retirado de la programación, advirtiendo que se trataba de un esfuerzo por “limpiar” el nombre de la figura retratada, José Antonio Urrutikoetxe, más conocido como Josu Ternera, alguna vez consignado como el número uno de la organización terrorista ETA. Desde luego, ninguno de los firmantes había visto aún el film y la respuesta de José Luis Rebordinos, responsable máximo del evento donostiarra, respondió públicamente la misiva con la demanda de que la película debía “de ser vista primero y sometida a crítica después, y no al revés”, aclarando asimismo que “el cine es, entre otras muchas cosas, fuente de la historia y se ha ocupado a menudo de llevar a la pantalla a perpetradores de episodios de violencias injustificables”.

La introducción viene a cuento del estreno en la plataforma Netflix, una de sus empresas productoras, del documental dirigido a cuatro manos por Màrius Sánchez y el periodista Jordi Évole, de reconocida trayectoria televisiva en su país. A grandes rasgos, se trata de una extensa entrevista a Urrutikoetxe/Ternera (este último es el mote con el cual lo bautizó la prensa ya en los años 70), señalado como responsable directo o indirecto de varios atentados y una de las figuras clave en el cese de la violencia en 2011 y posterior disolución de la organización, hace cinco años. Pero antes del comienzo de la conversación, el film abre con un ex policía del País Vasco que recuerda el atentado contra el alcalde de Galdácano, Vizcaya, en 1976, durante el cual resultó gravemente herido. Lo peor, afirma, no fue el peligro de muerte luego de recibir una decena de impactos de bala ni los seis meses de convalecencia, sino el desprecio de la gente por haber sobrevivido, lo cual terminó empujándolo a mudarse junto a su familia fuera del País Vasco.

Ese prólogo tiene una secuencia espejo hacia el final del documental y las razones son evidentes: Ternera recuerda haber participado, sin dar detalles del rol preciso, de esa “acción”, cometida durante los últimos tiempos de la dictadura de Franco. A lo largo de los 90 minutos siguientes, de manera más o menos cronológica, las preguntas de Évole van marcando el derrotero de la vida del etarra, quien comienza respondiendo con férrea claridad a cuestiones de base como las razones del surgimiento de ETA o el enfrentamiento con el gobierno franquista. Más tarde, cuando su detención y pase a la clandestinidad lo ponen en un lugar más encumbrado de la organización y surge el recuerdo de atentados cada vez más salvajes –la masacre del supermercado Hipercor en 1987, la muerte de niños y mujeres– comienzan a desnudar a un Ternera titubeante, cuya tos nerviosa es acompañada por la súbita falta de palabras y la justificación de la sangre derramada con la expresión comodín “fue el resultado del análisis político de la coyuntura”. A pesar de reconocer errores y excesos, lejos está el protagonista del pedido de disculpas público.

Más allá del uso de material de archivo en algunos pasajes, No me llame Ternera está más cerca de la entrevista televisiva que del documental, aunque es una herramienta propia del cine y no del show de tevé, el montaje, la que permite que la organización del material resulte más valiosa. No deja de ser cierto, asimismo, que la presencia constante de Évole en pantalla, contraria a métodos más cinematográficos como los de ese gran entrevistador llamado Errol Morris, atentan un poco contra los resultados finales. En cuanto a la polémica, lejos de glorificar o “blanquear” el historial criminal de ETA o de Ternera, el film permite poner nuevamente en discusión un pasado muy reciente cuyas heridas siguen abiertas y supurando en el presente.