PáginaI12 En Italia
Desde Roma

La “revolución” que el primer ministro Matteo Renzi quiso impulsar con el referendo realizado ayer en Italia, terminó con su propia vida política. La reforma, que pretendía eliminar el bicameralismo paritario y reducir los integrantes del Senado entre otras cosas, no consiguió la mayoría de los votos y por eso Renzi, a media noche de Italia, anunció en televisión que hoy presentará oficialmente su renuncia al presidente de la República. “El pueblo italiano ha hablado de modo inequívoco (...) Perdí y soy yo el que dejo libre mi lugar. Mi experiencia en el gobierno ha terminado”, dijo el primer ministro ante una sala llena de periodistas. Un poco emocionado pero siempre sonriente, Renzi agradeció con énfasis a todos los que creían en el SI, es decir en la necesidad de hacer las reformas en Italia, y los alentó a seguir luchando. Su esposa Agnese lo esperaba a un lado de la sala. 

Hasta el cierre de esta edición, los votos contabilizados hablaban del 59,7% a favor del NO contra el 40.3 a favor del SI. Fue un resultado en cierta forma esperado dado que a favor del NO se habían declarado varios partidos de derecha y centro derecha como Forza Italia de Silvio Berlusconi, los “insurrectos” del Movimiento Cinco Estrellas de Beppe Grillo y curiosamente, una parte de la izquierda y centro izquierda. Entre éstos últimos los ex primeros ministros Massimo D’Alema y Pier Luigi Bersani, ambos del Partido Democrático (PD) del que forma parte el mismo Renzi, y el economista y diputado Piero Fassina, ex PD y hoy miembro de Nueva Izquierda Italiana.

Los favorables al NO argumentaban que la reforma propuesta por Renzi no superaba el bicameralismo como decía querer hacer sino que podía crear más conflictos entre el estado nacional y las regiones y entre la Cámara de Diputados y el nuevo Senado. Tampoco reducía los costos de la política y era incomprensible en muchos aspectos. Otros la negaban porque quitaba a los ciudadanos el derecho de elegir directamente a los senadores ya que éstos, según la reforma, debían ser alcaldes o consejeros regionales elegidos en las regiones. 

El Si en cambio decía que al reducir de 300 a 100 los integrantes del Senado y cambiar sus funciones, sólo la Cámara de Diputados tendría poder legislativo lo que agilizaría el camino del Estado. Y que el Senado reducido, bajaría a su vez los costos de la política en varios cientos de millones de euros al año porque esos senadores serían elegidos y pagados por las regiones. 

Según la tendencia política, además, se le criticaban a Renzi otras cosas. La izquierda le critica muchas de las medidas económicas que tomó desde que asumió como primer ministro en febrero de 2014 –como la reforma laboral conocida como Jobs Act– pero también por haber hecho del PD –que deriva originariamente del Partido Comunista– una organización que de izquierda tiene poco o nada. Otros –y en esto coinciden tanto la derecha como la izquierda– le critican la arrogancia con la que ha venido gobernando todos estos años y con la que ha llevado adelante la campaña por el SI.

 En un principio, reconoció Renzi esta semana en declaraciones a la radio RTL 102,5 de Milán, “todos estaban de acuerdo en que Italia debía entrar en el futuro y en que esta reforma era simple. Luego entró en el debate, en parte por mi culpa, un exceso de polémica (...) Y esto llevó de repente a mucha gente a ponerse del lado del NO”. En efecto, durante la campaña pre referendo realizada por los defensores del NO, muchos ponían a Renzi en el centro de la justificación, casi como dando a entender que lo principal era no darle el gusto al primer ministro, cuando en realidad se trataba de decidir si la reforma era justa o no para Italia. Un ejemplo representativo fueron los afiches con la propaganda del NO que presentó la racista Liga Norte liderada por Matteo Salvini: dentro de la O del NO, tachada con una cruz, aparecía una foto de Renzi con cara de enojado. 

Eran 46,7 millones los italianos que tenían derecho a votar –además de los 4 millones que viven en el exterior y que también tienen derecho si están legalmente registrados– y ante las urnas se presentó ayer el 68,5% de los residentes en Italia, según cifras oficiales del Ministerio del Interior. Estas cifras superaron todas las expectativas porque la participación en el voto se ubicó por encima de todos los referendos realizados desde 1997. 

La batalla por estas reformas había comenzado hace más de dos años y la discusión se había prolongado durante estos dos años en las dos cámaras. El texto definitivo del plebiscito debió pasar por seis aprobaciones parlamentarias.

Hacer cambios en Italia, como quedó demostrado ayer, no es fácil. Hay que pelear contra un cierto conservadurismo que rige en el italiano medio y que le hace temer todo aquello que signifique algún riesgo. Para Renzi y los impulsores del SI, el país necesitaba comenzar a hacer algunas reformas en sus viejas instituciones y si no se decidía a empezar, aunque fuera con una reforma no perfecta como era ésta, nunca cambiaría nada. Por lo visto el dicho “más vale malo conocido que bueno por conocer” sigue siendo una realidad en este país.

A partir de hoy muchas cosas podrían ocurrir. No se trata sólo de cambiar el jefe del gobierno. Según las normas italianas, el primer ministro deberá presentarse ante el presidente de la República, Sergio Mattarella, para presentar su renuncia. El presidente por su lado deberá luego convocar a todos los jefes de partidos para estudiar si puede surgir un nuevo jefe de gobierno que sea aceptado por todos. Generalmente suele ser un candidato del partido político mayoritario en el Parlamento o bien un candidato independiente para hacer un gobierno “técnico”. Si el presidente considera que no se puede llegar a un acuerdo, podría convocar a nuevas elecciones.