Dentro de las mil formas de llamar a Fidel en estos días una revela el futuro de la política exterior cubana: “El invicto comandante en jefe”. 

Podría ser una forma de apelación histórica. Podría tratarse de una frase para graficar que desde el 1° de enero de 1959 hasta ahora la Revolución Cubana no pudo ser derrotada por los Estados Unidos. Tampoco que Fidel, en persona, fue asesinado a pesar de los más de 600 atentados contra su vida. 

Sin embargo la repetición del carácter de invicto del líder muerto se suma a una frase recogida el sábado a la noche por Raúl Castro para su discurso en la Plaza de la Revolución de Santiago. El que se atreva a meterse en Cuba recogerá el polvo anegado en sangre, si es que no perece en la lucha. Las dos cosas juntas suenan también como un proyecto a futuro que involucran al Estado entero. A las Fuerzas Armadas Revolucionarias y a la Cancillería con sus cuadros formados en el Instituto Raúl Roa que dirige la prestigiosa embajadora Isabel Allende, que es una homónima cubana de la hija de Salvador. La misma Cancillería que hace años busca aprovechar las contradicciones de las grandes potencias (los Estados Unidos, China y Rusia) para ampliar espacios de autonomía junto con el resto de América Latina. 

Todo arranca de una premisa: Cuba sigue decidida a no cambiar de sistema. En todo caso introducirá las modificaciones que quiera o pueda sumar. La economía cooperativa, por ejemplo. Una mejor coordinación entre el mercado de pesos convertibles a dólar (los famosos CUC) y del de pesos cubanos. La creación de mercados para desburocratizar la construcción y la infraestructura. La mejora informática, que del año pasado a este se tradujo en la incorporación de puntos de Wifi en las plazas de las ciudades del país pero no basta para construir una economía desarrollada. Y la continuidad y fortalecimiento de los programas médicos que combinan solidaridad y recolección de divisas. Miles de médicos trabajan en la mayoría de los países del mundo, en primer lugar Venezuela. Los Estados receptores pagan el 75 por ciento del ingresos en divisas al Estado cubano y un 25 por ciento a los profesionales. Yilián Jiménez Espósito, del Ministerio de Salud, explicó que “el secreto es el resultado de un médico formado en un sistema socialista donde nunca se ve al paciente como una mercancía o un cliente, donde cada ciudadano tiene el derecho a la cobertura de salud desde que nace hasta que muere, sin distinciones”. Otro secreto es que  “los médicos cubanos nacen del pueblo, no de élites y son capaces de adaptarse a limitaciones porque tienen el espíritu de transformar el medio, de intervenir las comunidades desde el punto de vista sanitario, de establecer una relación médico-paciente fluida, amistosa”. En Brasil Dilma Rousseff diseñó el programa Mais Médicos con el aporte de los cubanos, dispuestos a atender en sitios donde los médicos brasileños no estaban dispuestos a ir. ¿Qué ocurrirá, entretanto, con la condición brasileña de ser el principal inversor privado en Cuba, incluyendo el megaproyecto de desarrollo del puerto de Mariel, cerca de La Habana? ¿Lo cortarán Michel Temer y José Serra por presión norteamericana? ¿Influirá el hecho de que la constructora Odebrecht, a cargo del emprendimiento, tiene buena parte de sus ejecutivos en prisión o bajo proceso? ¿O incluso para un gobierno austericida y ultraconservador como el de Temer ciertas cosas deben seguir así sea por interés de los grandes grupos económicos?

Aunque Venezuela está en crisis y el valor del petróleo no sube, Nicolás Maduro ha dicho que sigue en disposición de continuar con la ayuda. Cuando Hugo Chávez murió Fidel despidió al “mejor amigo de Cuba en toda la historia de la Revolución”. 

A veces predomina en el análisis la tendencia a examinar la Revolución Cubana solo como un desprendimiento de la Guerra entre Moscú y Washington durante la confrontación entre los Estados Unidos y la Unión Soviética. Historia antigua, porque la URSS implosionó en 1991. Y al mismo tiempo, nadie puede decir seriamente que ése fue el comienzo de la historia. Los 144 kilómetros de distancia entre Cuba y los Estados Unidos  –las famosas 90 millas tan mencionadas en los discursos de Fidel–  son más que un símbolo o una ideología. Thomas Jefferson o James Madison son dos de los padres fundadores de los Estados Unidos en sus primeras décadas de independencia. Pero en relación con Cuba el mismo Jefferson a comienzos del siglo XIX quiso comprarle Cuba a España, que tuvo a Cuba como colonia casi un siglo más. Y cuando los cubanos lograron la independencia de España quedaron convertidos en un dominio militar de los Estados Unidos. Literalmente. Cuba sufrió la presencia castrense estadounidense tanto como le ocurriría en distintos momentos de la historia a Nicaragua o Haití. Incluso, con la Enmienda Platt de principios del siglo XX, el derecho de los Estados Unidos a intervenir en Cuba se convirtió a la vez en legislación norteamericana y cubana. 

Cuba no era el patio trasero de los Estados Unidos. Era el jardín más bonito. Y cercano. Por eso Washington nunca alentó la Revolución Cubana y, por el contrario, mientras el Ejército Rebelde avanzaba en su ofensiva contra Fulgencio Batista intentó por todos los medios construir una tercera fuerza que no fuera ni Batista ni Fidel. No lo consiguió. Muy pronto, luego del 1° de enero de 1959, resistió el programa social de Castro, que era además un programa de reivindicación nacional respecto de las empresas norteamericanas e incluía el límite a su actividad monopólica o la chance de la expropiación directa. 

Cuando Castro reivindicaba a Martí no estaba solo forjando una construcción que le permitiera contar con una épica cubana propia cruzando la historia. Los tiempos de Cuba, con sus guerras por la independencia libradas 60 años después del resto del continente, en el caso de la de 1868, o aún más tarde, como ocurrió con la batalla encabezada por Martí en 1895, se acompasaron con otros tiempos del mundo. En 1810, para el Río de la Plata los Estados Unidos eran una ex colonia y un naciente y distante Estado desligado de Inglaterra. En la segunda mitad del siglo XX, en cambio, para Cuba los Estados Unidos representaban a la vez un vecino poderoso y un imperio en plena construcción con sus capitanes de la industria como vanguardia.

[email protected]