Si hay algo que detesto y tiraría a la hoguera, con riesgo a quemarme un poco, es el individualismo. Una mala forma de entender la experiencia propia. La empatía queda lejos. La potencia que irradia del trabajo grupal, lo que se logra en conjunto tiene una fuerza incomparable con la de una misma. A veces, se tiene la sensación de poder observarla y se parece a una noche estrellada. Me quemaría sin dudas, pero de vez en cuando el arte me permite estar en contacto, no siempre. Escuchando, percibiendo lo que hay alrededor, generando a partir de allí y entonces, siento correr agua fría por mi cuerpo que atempera el dolor del fuego. 

Al fuego la idea de avanzar por el camino como caballo con anteojeras. Al fuego la ceguera que no deja ver más allá de una misma, la creencia inamovible del yo. 

*Dramaturga y directora de La Ponedora, el último milagro, que se presenta los viernes a las 23 en el Sportivo Teatral (Thames 1426, CABA) hasta fin de octubre.