A Pablo Borda, confiesa, le hubiese gustado estudiar Historia (con H mayúscula) en la universidad pública. En cambio, se recibió en la Universidad de Morón, la única carrera de historia de nivel universitario que había cerca de su barrio. Esa misma universidad le permitió encontrarse con un placer que lo acompañaría por siempre, la docencia. Ahora, Pablo tiene alumnos que pueden matricularse solo a través de un click. La divulgación histórica, primero en Instagram y finalmente en Youtube, llegó para sublimar su necesidad de dar clases en el contexto de la cuarentena de 2020. Extrañando sus clases en las cátedra de Historia Moderna y en la Catedral de Procesos Históricos, se propuso descubrir si podía reproducir en internet lo que pasaba en las aulas. Pero ¿alguien sabe qué pasa realmente en un aula? Pablo, que no se define como youtuber sino como "un profesor de historia con un canal de Youtube", no cree saberlo, pero sí apuesta que su manera de enseñar buscará siempre apostar por la complejidad. Así, rechaza con firmeza la objetividad para enseñar y busca conectar con las nuevas y viejas generaciones pregonando que la mayoría de las veces "no es tan así" como pensamos. Hoy en día, en tiempos de información rápida, mucha y edulcorada, su trabajo se hace más y más necesario para construir pensamiento crítico. 

-Lo que más me interesa de vos es que tenés una ideología muy pregnante para hacer lo que hacés. Sobre todo porque pienso que hay una concepción de la historia de forma edulcorada, o desde una pretendida "objetividad" que no es tal. ¿Siempre supiste que iba a ser esa tu manera de enseñar? 

-Desde que empecé supe que quería explicar la historia en su complejidad, citando  autores o con mayor profundidad que en el secundario. Siempre cuando uno comienza a estudiar historia lo que ve es cómo se han construido ciertas narrativas sobre la objetividad de toda ciencia a partir del discurso de lo que fue el positivismo y los albores de la ciencia moderna. Ahí descubrí que había un paradigma, al final del siglo XIX, que planteaba que todo conocimiento elaborado por el hombre era producto de una observación objetiva de la realidad. Y que sus conclusiones eran universables y aplicables a cualquier contexto o tiempo histórico. Entonces, uno lo que veía era cómo historiadores, cientistas sociales, antropólogos formados por el orden liberal burgués europeo del siglo XIX, tomaban el análisis de las sociedades de África, de las sociedades de algunos territorios de Asia, y a partir de lo que ellos consideraban su paradigma objetivo universal concluían que eran sociedades atrasadas, bárbaras y salvajes. Eso es una muestra de que todos estamos subjetivados por un tiempo histórico, por una pertenencia de clase, por una cultura, y toda aproximación que hagamos al conocimiento o a la realidad está mediada por eso. Todo análisis histórico es un recorte, pero no un recorte porque uno luche, de alguna manera, por tapar partes de la realidad y mostrar otras en favor de una postura, sino porque el pasado histórico es un pasado que, por su extensión, es inabarcable, y su aproximación está mediada por las fuentes que tenemos para investigar el pasado. Es imposible tener la pretensión de que cuando uno explica un proceso histórico está tomando todas las variables posibles, y esto no es un discurso de la posverdad, de que todo es relativo, sino es asumir las propias limitaciones que tiene uno a la hora de abordar el pasado. 

-¿Cómo esa manera de encarar el pasado y tu mirada anti objetivista puede funcionar a los ojos de los tiempos modernos? 

-Yo he tenido históricamente una posición de izquierda, de lo que en algún momento se llamó la izquierda nacional. Es decir, trato de hacer una aproximación de nuestra propia realidad latinoamericana argentina, de cómo funciona la lucha de clases y la disputa por el poder según cómo se relaciona nuestro entorno nacional con los grandes poderes globales y demás. Si no, a veces parece que las cosas simplemente ocurren, que son fortuitas, o producto del azar, como si no hubiera estructuras, sistemas, intereses, grupos de poder. Siempre me interesó demostrarle a los estudiantes que no podemos pensar la realidad argentina separada de lo que ocurre en el resto del mundo. Si bien hay especificidades propias de nuestra historia nacional, gran parte de nuestros procesos se explican en función de un contexto más amplio y de procesos que son globales y de larga duración. Tratar de entender la historia en su complejidad, pero además en su dimensión humana, no por contar los chimentos sino para tratar de identificar los intereses que hay detrás de las disputas de poder. Nada ocurre porque sí. Un ejercicio que utilizaba mucho para dar clases era forzar a los alumnos una y otra vez a través del por qué, o que no hagan valoraciones, que no utilicen adjetivos valorativos gratuitamente. "Eso es malo para el país". ¿Por qué? ¿Qué es lo que produce? ¿Qué es lo que ocurrió? 

Creo que gran parte de lo que es mi trabajo está vinculado justamente a abordar la historia con una mirada más problemática. El último vídeo con el que cerré el año fue un análisis del gobierno de Menem. Un poquito como que viene la mano con los tiempos que vivimos. Más allá de mi ideología, es un proceso que hay que abordar en su complejdad. Hacer un vídeo diciendo "el menemismo es malo" es aburrido, y no aporta nada muy interesante. En vez de eso, podemos preguntarnos: ¿cómo se explicó el menemismo a sí mismo en relación con la historia del peronismo?, por ejemplo. 

-Hay algo de esto que vos traés que se opone radicalmente a la lógica de la polarización, muy pregnante en las nuevas tecnologías y las redes sociales, que quizás está afectando la esfera pública y el debate actual, quitándole grises al debate. 

-Nosotros estamos presos de la lógica de los algoritmos, de la lógica de la fake news, de la lógica del "scroll", y de encontrar respuestas fáciles a los problemas complejos. Pero también soy optimista. Creo que esa lógica también eventualmente harta, aburre. Hay una sobresaturación de aquellas pequeñas ideas que no pueden enmarcarse en una explicación más sólida que termina generando desinterés y la búsqueda de algo que permita entender mejor lo que nos está pasando. En ese sentido sí creo que lo que me propongo aportar en el abordaje de la historia es el hecho de que mientras se dan todas estas afirmaciones de que la Argentina era el país más rico del mundo, que fue la primera potencia mundial, que tenemos 100 años de decadencia y demás, cuando uno observa y contrasta esas afirmaciones con la realidad histórica y con lo que aporta el estudio de la historia de verdad, son simple y llanamente falacias. Son mentiras, son mitos construidos para imponer un proyecto político. Hay que pasar un poco el tamiz de complejidad, para desmontar esas afirmaciones. Creo yo que, en estos tiempos de fake news, va a ser necesario tratar de llegar de manera práctica pero no reduccionista al conjunto de la gente, para poder disputar esa narrativa sobre nuestro mundo. Porque si no, nos van a bombardear una y otra vez con este tipo de discursos y mentiras, y vamos a terminar apropiándonoslos.

-¿Pensas que la búsqueda de soluciones rápidas tiene que ver con la llegada que tiene Milei en las nuevas generaciones? 

-Creo que la irrupción de Milei responde a dos grandes cuestiones. Uno es al cambio de nuestra vida material. Nosotros ya veníamos transicionando a un mundo mucho más virtualizado, mucho más marcado por la atomización de la economía, personas que trabajan para aplicaciones o para jefes que ven de manera remota. En vez de ir al cine vemos en streaming. En vez de ver la televisión, elegimos la aplicación. No trabajamos en una fábrica rodeada de personas que son nuestros pares, sino que trabajamos de manera remota, ante una pantalla, con un individuo con el que no tengo que convivir ni que tratar. En paralelo, también es cierto que la política con la que funcionan las redes sociales, con la que funciona nuestro mundo, han llevado a la propagación de discursos simplificados de nuestra realidad que ofrecen soluciones rápidas, inmediatas, fáciles. Entonces, ¿cuál es el problema del argentino? El problema es que hay una casta que quiere destruirte a vos, que sos un ciudadano apolítico, siempre inocente, y para nada responsable de nuestra propia realidad. Alcanza a conocer la historia argentina para ver que hay montones de grupos de poder, pujas, y proyectos políticos, coaliciones gobernantes. Pero es mucho más fácil decirte que durante 100 años se hizo lo mismo, y ya. Creo que esos dos elementos son importantes para que haya ganado las elecciones un presidente cuyo principal mérito a lo largo de los últimos años ha sido gritar en redes sociales o presentarse de manera escandalosa en los medios públicos, para presentar un proyecto que no está claro más allá de un par de ideas fuertes que en realidad no se aplican a la realidad.

-Te escuché decir en una entrevista hace un año "Las nuevas generaciones están muy ávidas de estudiar la historia”, ¿pensas que eso sigue siendo así, sobre todo de estos mismos jóvenes que tienen un discurso simplificador y politizado? 

-Pienso que eso sigue siendo así pero de todos los lados. Hay personas que, por ejemplo, han apropiado el discurso mileista y quieren ver la historia para ver la confirmación de esta narrativa, de los 100 años de decadencia, de que las ideas liberales de Alberti convirtieron a Argentina en una primera potencia. Otras personas quieren saber cómo fue porque les interesa, o porque quieren poder discutir esa narrativa. Yo creo que siempre hay un campo, un público ávido de poder seguir investigando, leyendo e interesándose en problemas históricos. Y creo que nuestra sociedad está atravesando una crisis de horizonte, una crisis de paradigma y una crisis económica terrible. Son momentos para pensar nuestra propia trayectoria como nación, pero también el proceso, la asociación de hechos que nos llevaron hasta esta realidad. Así como las posibilidades alternativas. Así que, así como en otros tiempos, creo que los momentos de crisis van a ser siempre territorio rico para seguir aproximándose a la historia en búsqueda de preguntas y de respuestas. Me he encontrado también con personas que más allá de las diferencias ideológicas o de puntos de vista sobre ciertos procesos, terminan participando de los debates que uno genera o viendo los videos de uno porque priorizan la explicación compleja. 

.¿Es eso lo que más te gusta de la docencia? 

-La docencia es una tarea maravillosa, que ofrece un montón de realizaciones, y es sumamente necesaria. Sobre todo para los tiempos en los que vivimos, donde pareciera que todo tiene que estar mediado por el afán de lucro y su rentabilidad. Uno descubre a lo largo de los años que cuando hay dedicación, esfuerzo y compromiso, el impacto de esa tarea docente perdura a larga duración. A mí me pasó este diciembre ir a entregar diplomas a un colegio en el que yo ya no soy profesor y sin embargo tenía alumnos que me elegían para que les entregue el diploma. Ese tipo de realizaciones no son comparables a nada más, y creo yo que por eso la docencia es sumamente valiosa, no simplemente porque uno pueda sentirse realizado por el apoyo de sus alumnos, sino porque detrás de eso también hay un vínculo que nos fortalece como seres humanos, que nos aporta la idea de construir lazos comunitarios en un mundo en el que la liquidez, la volatilidad y la idea de que todo es descartable deshumanizarnos.

-¿Y pensás que esa cualidad de la docencia es posible transmitirla a través de la pantalla? 

-Creo que un poco sí. Si bien hay otras limitaciones, de repente me encuentro con personas que me dicen, "profe, no sabes cómo me gustan tus videos". El otro día me pasó que me crucé a alguien en el baño de un restaurante y me dijo yo laburo de hacer viajes y manejar en la ruta y tus videos me acompañan. Cuando uno se encuentra con esas personas presencialmente se da cuenta de que a veces, sin darse cuenta, y mediado por las pantallas, forma parte de la cocina de miles de personas, o de la compañía de esas personas. 

-La última que te hago: ¿cómo podemos, la gente de a pie, intentar discutir o conversar con esas personas que parecen preferir cerrar la discusión en vez de abrirla? 

-Primero, saliendo a dar esa discusión. Honestamente creo que lo que ha ocurrido es que nos hemos dormido en los labureles. Yo mismo, durante años, le tenía desprecio a YouTube porque decía "ahí solo hay liberales y fachos hablando". Y la consecuencia de ello fue que efectivamente, si yo no era parte de eso, solo iba a seguir habiendo fachos y liberales hablando. De la misma manera creo que en todos los campos hay que salir a discutir, hay que salir a transmitir, hay que salir a construir mensajes y comunicar. Y no hace falta que todos lo hablemos desde la complejidad, sino simplemente discutir o desmentir las falacias y los discursos sesgados que circulan por ahí. Creo que de esa manera vamos a poder apuntar a tratar de construir otro horizonte de posibilidades y otro nivel de discusión. Más allá de eso, creo que también tenemos que construir otra realidad material. Porque indistintamente de que Milei fue el producto de los nuevos discursos, hubo un caldo de cultivo y descontento que fue el producto de las limitaciones que han tenido los últimos gobiernos para ofrecer una mejora en los niveles de vida de la sociedad. Ahora, no alcanza con eso, porque eso bien podría haberse movido por izquierda, bien podría haber alimentado una alternativa de izquierda, y no ocurrió. En gran parte, estos grupos han logrado presentarse como una alternativa viable. Creo que no es solo tratar de reconstruir la idea de que se puede vivir mejor y que hay alternativas viables para un mejor nivel de vida, sino también construir sentido y discurso para poder seducir nuevamente a la población, de cara a conformar movimientos que pongan el acento en el bienestar colectivo y en nociones como la soberanía nacional o la construcción de una nación fuerte e independiente.