La movilización del 24 tuvo, quizá, tantos reclamos como convocados. Pero todos sabían a qué fueron. Los abrazos a conocidos, los saludos a desconocidos, las sonrisas y los puños extendidos para saludar al que pasa con una bandera igual a la tuya, un chaleco del mismo color, o solamente porque están ahí y sin conocerse se cruzaron acudiendo a la llamada común.

El sudor cansa pero no importa. El calor agobia pero se baila. El sol te chamusca, pero “el que no salta votó a Milei”.

En momentos limites, la felicidad (aun la efímera) toma formas extrañas. Y todas sirven a la hora de saberse y sentirse en compañía. Para hablar, cantar, putear o solo para estar con cara de “yo vine y acá estoy”. Sintiendo y sabiendo que no es poco.

Desde la mañana habían comenzado las recomendaciones públicas y privadas de que nadie fuera “suelto”, de pegarse a alguna columna “porque sabemos que pueden reprimir y siempre es igual, en la desconcentración cobran quienes se quedan solos, tanto hombres como mujeres”. La reserva ante la posible activación del famoso, perverso e inútil “protocolo” creó lazos de compañerismo inclusive entre desconocidos que se juntaban a hablar. Algunos con datos, otro con “la justa”, otros con preguntas. Las apuestas de cuanto va a durar el gobierno van desde los tres meses hasta los cuatro años. Todos y todas tienen razones que vienen de la experiencia personal, las lógicas sociales, los entendimientos políticos que se traducen en “vamos a parar el DNU y la ley ómnibus”.

Alguien muestra un celular al grito de “¡mirá en Brasil, boludo!” y otro se suma con Inglaterra, España, Uruguay, Mar del Plata, Mendoza, Rosario. Hasta que alguien agita su pantalla al grito de “miren, ¡hasta Bariloche! ¿entendés lo que es eso? ¡Bariloche!”. Y claro, el entusiasmo crece.

Y entonces llegan los razonamientos: “Es que en la Patagonia les sacan la ley de zona fría. Cuando sepan lo que van a tener que pagar se van a recagar de frío hasta Usuahia, que votaron por el loco este”. Y la respuesta no se hace esperar: “Éste estará loco, pero se sabe que él no gobierna, acá gobierna Macri y toda su banda, por eso quieren abrir el blanqueo de guita, abrir lo de la pesca para que venga cualquiera y abrir también que cualquiera de afuera venga a comprar tierras para venderle el país a sus amigos.” Y la señora de canas tonalizadas color plata y empilchada de verano, que hasta el momento no hacía más que mirar sosteniendo su banderita argentina, se acomodó la manga del vestidito violeta y apuntando con el palitp de la bandera, soltó fuerte un “mirá nene, te voy a decir algo, no solo a vos, a todos ustedes. Yo ya estoy vieja, pero cuando era joven trabajé para gente muy importante, con mucha plata y nada famosa. A mí no me importaba porque yo era joven y medio boluda, pero bueno, ya pasó, no importa, pero les voy a decir algo que sé: ¿por qué creen que quieren vender Aerolíneas, YPF y el Banco Central y todas las empresas que dan plata y de las que no se dice ni mu? ¡Si yo hablara no sabés la que se arma! Porque yo sé como fue lo de SOMISA, lo sé porque yo era secretaria de confianza y redactaba lo que se firmaba después. Así jodieron a todos, incluso con lo de Altos Hornos Zapla. Y ya sabemos quién se lo quedó. Bueno, yo sé. ¿De dónde creen que salió Techint y Propulsora Siderúrgica?”. Y  la señora, que cuenta unos ochenta años, se transforma en material urgente de consulta y es el centro de la reunión hasta que un muchacho le dice si no quiere ir a dar una charla al sindicato y la doña señorita recupera su eje al momento de responder:  “No, mi vida. Yo ya estoy vieja para ir a la guerra. Es más, este calor me sube la presión y yo ya cumplí. Me voy. En la próxima marcha si puedo venir te cuento otro poco. Ustedes sigan luchando, porque si no se van a quedar sin nada. Yo sé. No se olviden que yo sé.” Y se va, muy en su contexto de impecable perfume de jazmín y pelito matizado color plata, dejando a los combatientes sudados como chivos y con la boca abierta.

Unas chicas muy jóvenes bailan la música de la banda para la multitud, haciendo la “V” de la victoria sobre un container. Mirándolas se nota que no quieren llamar la atención ni nada parecido. Quieren compartir con todos la felicidad del encuentro, haciendo gala del ADN argentino: para festejar hay que subirse a algo. Una lampara del alumbrado público, un balcón ajeno, un estribo de colectivo o un container. Y de abajo los marchistas levantan la “V” acompañando el ritmo.

Ahora uno llega con la noticia que ya todos saben: la plaza está que revienta y llegó Axel, y la chica de unos cuarenta suspira por primera vez mientras remarca que “él fue y es el único que le hace frente al peluca” y la respuesta no se hace esperar: “Sí, él sí, pero Insfrán y Quintela también”. Y la cosa se pone peluda a la hora de hablar de senadores y diputados y el que tiene la data posta dice que “ahí corrió la tarasca". "Me lo contó uno que sabe, por eso se encontraron en el Savoy. ¡El loco puso de moda las reuniones en los hoteles!” Y la simpática maldad toma forma de carcajada general hasta que pasa un grupo de jubilados con carteles avisando que quedan en la calle y la vida no les dará ya el tiempo de la revancha.

El razonamiento general es que el gobierno va a negociar de a uno, van a dividir a todos y se los van a comer crudos y aislados. A casi nadie escapa que las ofertas a las provincias son beneficios chiquitos, bonos “dadivosos” y en efectivo, a cambio de entregar a la república en su conjunto. “Mirá, pasa con todos, cada uno por su lado. No hay una consigna común. La unidad nacional no existe. Por ejemplo, acá cada provincia es un país que cree que se salva solo. Y la mayoría de los gobernadores están baratísimos. ¿No ven las noticias?”. Y la chica de unos cuarenta vuelve a nombrar a Axel y las miradas son de “si, ya sabemos…”

De golpe una muchacha vestida de negro con lentes negros pasa con un cartel que dice “Viva Lali, carajo!” y alguien opina que eso no tiene nada que ver acá. La chica se gira, mira, sonríe, levanta mas alto el cartel y con una amabilidad que contrasta, dice: “Mirá, yo hice este cartel defendiendo a Lali porque es una artista que se ha animado a decir lo que piensa y defender sus ideales, incluso con todo este panorama tan desfavorable. Que el propio Presidente y sus militantes la ataquen constantemente me parece cuanto menos ridículo e injusto”. Y siguió paseando entre la columna de ATE, mientras los opinadores le daban la razón meneando la cabeza en silencio.