Hasta el 3 de diciembre puede visitarse en el Museo Histórico Provincial de Rosario Dr. Julio Marc (Avenida Del Museo s/n, Parque Independencia) una magnífica exposición de pinturas y esculturas del Siglo XX que el Museo Provincial de Bellas Artes "Rosa Galisteo de Rodríguez" produjo y expuso el año pasado con obras de su colección. Con curaduría e investigación del historiador y docente Guillermo Fantoni (Universidad Nacional de Rosario), La luz en la tormenta: arte moderno entre las dos guerras excede el período del título para adentrarse en diversas corrientes artísticas que expresaron los climas turbulentos de un siglo revolucionario. Se incluyen obras de casi 60 artistas del SXX, todos con un cuidado exquisito por sus medios y una firme voluntad de innovación estética y denuncia social.

Recibe al espectador el último de los cuatro núcleos expositivos, "El drama". Los capítulos "La calma", "La incertidumbre" y "El enigma" van escribiendo un relato de premoniciones. Premios adquisición del Salón de Mayo, muchas obras vienen de firmas reconocidas de la pintura argentina y rioplatense como las de Emilio Pettoruti, Joaquín Torres García, Norah Borges, Aquiles Badi, Juan Del Prete, Horacio Butler, Luis Barragán, Raquel Forner, Raúl Soldi, Alfredo Guttero, Sergio Sergi, César López Claro, Ricardo Supisiche o Agustín Zapata Gollán. Otras construyen un canon alternativo de alta calidad casi secreto.

Como investigador e historiador de arte argentino, Fantoni es una de las voces más autorizadas del país. Con composiciones audaces y equilibradas la sala "La calma" se centra en obras de estudio: asombran los caracoles de Ernesto Farina, un dinámico retrato filial pintado en 1929 por Juan Ballester Peña, esculturas de Miguel Angel Budini y bodegones vanguardistas de Pettoruti y Torres García. Unas esquemáticas alas remiten a la mitológica metamorfosis de Zeus en la pintura cubista Leda, de Armando Chiesa.

"La incertidumbre" contiene retratos y paisajes suburbanos por (entre otros) Onofrio Pacenza, Gertrudis Chale, Horacio March o Amadeo López Armesto, que combinan el realismo con una visión surreal del arrabal próxima a la pintura metafísica; veta que Fantoni como curador viene explorando también en la pintura de Rosario, como demostró con El realismo como vanguardia en el Espacio OSDE Rosario en 2011. La pintura santafesina desde sus orígenes al presente había sido objeto de su investigación para Instantáneas sobre el arte de la ciudad de Santa Fe, título de su libro y de una muestra en 2007 en ese espacio.

"El enigma" abarca obras más concienzudamente surrealistas. En la pareja de figuras longilíneas titulada "Los amigos", Orlando Pierri pintó un arbusto seco del lado de la figura masculina, cubierta apenas por un sudario rojo, y una planta viva del lado de la mujer que lo guía en su andar: ¿es él sólo un alma? La fortaleza femenina se presenta en esta y otra pintura de Pierri como poder espiritual; en un óleo de María Catalina Otero Lamas, se carga de resonancias míticas.

En "El drama" se perfilan los nuevos tipos sociales, rurales y proletarios industriales o culturales. El retrato familiar La mesa obrera (1945), de Marina Bengoechea, se luce entre paisajes agrícolas de Carlos Uriarte o Edigio Cerrito. La madre sola protagoniza escenas rurales como En el camino, de César Fernández Navarro, o urbanas como La calle (1945), de Hércules Solari. En la primera, podría haber un padre fuera del cuadro; en la segunda, un monigote en un muro y una tiza en la mano de la niña arman un posible relato de desamparo.

Otra serie de obras seleccionadas por Guillermo Fantoni.

Es preciso contemplar la muestra con una mirada atenta dispuesta no sólo a apreciar la maestría en el color y la composición, sino también a interpretar algunas de las figuras como símbolos o como representaciones realistas de los tipos sociales. Algunas de estas potentes imágenes expresan su época y resuenan en el imaginario del presente. Figura símbolo, pintada por Raquel Forner cuatro años después del fin de la Segunda Guerra, representa el renacer de la vida mediante una alegoría en la que de una figura femenina desnuda brota una hiedra; la mujer contiene con sus manos en un paño los elementos que simbolizan la cultura, amenazada por la barbarie fascista. Detrás de ella, en un paisaje desolado, una tribu armada rodea danzando a un ídolo, mientras una pareja de artistas se refugia en una trinchera.

Son obras de un genuino modernismo, que entra en tensión con su tiempo. No sólo de lo que arrasaron las dos guerras mundiales se trata, sino de los mundos urbanos barridos por el progreso, como en la nostálgica escena que Humberto Marini titula Solar de los recuerdos. Zapata Gollán, en su retrato del escritor Mateo Booz fechado en 1927, recurre al cuadro dentro del cuadro para satirizar a las vanguardias. Julio Giustozzi denuncia las miserables condiciones de vida del obrero en La vuelta del trabajo (1942). El escultor Miroslao Bardonek representa a los jóvenes y a las mujeres en la nueva realidad laboral. Pesadillas y sueños de un siglo se expresan con belleza en su arte.