El partido bonaerense de Navarro pasó a la historia el 13 de diciembre de 1828. Ese día, y por órdenes del General Lavalle, fue fusilado Manuel Dorrego, dos veces gobernador de la provincia de Buenos Aires y una de las figuras más destacadas de la historia argentina.

Sin embargo, el distrito que limita con Mercedes, General Las Heras, Lobos, 25 de Mayo, Chivilcoy y Suipacha, y que hoy en día cuenta con casi 20 mil habitantes, cobija en su historia personajes típicos de pueblo, de esos que alegraron a sus vecinos por su forma de desandar la vida entre la tierra, los campos, las estaciones de trenes, los animales, los viejos almacenes y las pulperías, un conjunto de lugares que retrata a la perfección a los cientos de pueblos que componen la provincia más grande del país.

Los habitantes más longevos de Navarro, aquellos que convivieron Juan José Parodi, coinciden en que "Juancho" era un auténtico artista, un músico popular de condición muy humilde, un autodidacta. Un hombre que vivió su vida en el entorno del pueblo y que con su instrumento, el bandoneón, alegró durante años el corazón de la gente y los hogares más humildes del distrito.

Él asistía a cuanto cumpleaños, casamiento, compromiso matrimonial, fiesta o actividad fuese invitado. Nunca con una tarifa, jamás con un precio, Parodi asistía a brindar su música y cada uno contribuía con lo que podía. Esa actitud desinteresada, la de decorar los encuentros con sus acordes, lo convirtió en un emblema cultural de su tiempo y en un personaje pueblerino reconocido desde el afecto, querido por ser un hombre de bien, que vivió y murió en la pobreza, pero con el deseo de hacer feliz a los demás como eje transversal de su existencia.

Su vida estuvo inspirada y adornada por el alcohol, que fue su máximo compañero. La bebida modeló la personalidad que trazaba límites entre lo pintoresco, lo cordial, lo afectuoso y lo histriónico. A diario y sin falta, Parodi visitaba la estación ferroviaria, y vaciaba las botellas de los boliches, los bares, y los despachos de bebida de la barriada.

Con la intención de recuperar su magia y de renacer el patrimonio cultural escondido pero vivo en cada partícula que sobrevuela el ambiente de Navarro, en 2014 y a 34 años de su muerte, la municipalidad decidió inaugurar una escultura ubicada frente a la estación de trenes, en la esquina del voulebard situado en calle 34 y 13.

La obra, hecha por una agrupación político-cultural llamada Cultura Vallese, retrata al hombre que, con su pie derecho arriba de una silla y el bandoneón a cuestas, alegra la cuadra en pose de ejecución musical pintado de color dorado, y que brilla por la luz del sol o gracias a la iluminación de un faro que se enciende por las noches. Al igual que todos los trabajos realizados por Cultura Vallese, Parodi fue recreado por materiales reciclados de chatarra y rezagos del mismo barrio donde él vivió.

Para Raúl Lambert, secretario de Cultura de Navarro al momento del homenaje, fue "una gran satisfacción", ya que él lo conoció desde su infancia.

Lambert era vecino lindero del bandoneonista y su casa no tenía luz eléctrica, por lo que no tenían televisión, radio, ni ningún entretenimiento. Él recuerda que su madre, cuando caía el anochecer, lo llevaba junto a sus hermanos al límite del terreno del humilde hogar, que dividido por un alambrado y un ligustro, chocaba con el único divertimento que tenían: escuchar ensayar a Parodi, que en la soledad de los fondos de su casa y acompañado por más de un vaso de vino, se calzaba el bandoneón, preludiaba, y volaba con sus sueños y alguna que otra frustración del pasado, que entrelazados en el corazón del artista, eran despedidos mediante su inolvidable canto.

Cada vecino que convivió y compartió un pedazo de pueblo con "Juancho" Parodi guarda recuerdos, anécdotas y cuentos. Raúl tiene algunos de su adolescencia que retratan en pinta al artista popular.

Juancho Parodi tenía un perro que se llamaba "Cachuzo", era su compañero de vida y el guardián de su hogar. Su relación fue tan estrecha que cuando Parodi lo decidía se emborrachaban juntos. Juancho tocaba el bandoneón y el perro posaba, a su lado, con una lata de dulce de batata rellena por tres panes viejos embebidos en vino tinto y azúcar, un manjar que el canino devoraba sin pretextos. El efecto del alcohol era el mismo para ambos, "y en más de una oportunidad, en la vereda de Parodi, se los ha visto caminando los dos borrachos", según relata Lambert.

El otro recuerdo los traslada al año 1967. El padre de Raúl decidió viajar junto a toda su familia para visitar a su hermana, que cumplía años. Era 26 de enero y el calor derretía, pero toda la familia Lambert, compuesta por casi doce personas, tomó el micro de línea para ir hasta Merlo.

El padre de Raúl, en busca de homenajear musicalmente a la cumpleañera, le solicitó a "Juancho" Parodi que viajara junto a ellos. El artista del pueblo, sin hablar de plata ni preguntar por el cobro, no dudó un instante y partió en micro a las siete de la mañana. A dos cuadras de que iniciara el recorrido, "Juancho" sacó su bandoneón y tocó durante todo el viaje. Acustizó 68 kilómetros entre tangos, rancheras, paso dobles y milongas, y recién guardó el instrumento al llegar a la plaza central de Merlo, para luego desenfundarlo en la fiesta nuevamente.

Carlos Alberto Martino, trabajador del ferrocarril de Navarro durante 46 años, frecuentaba el almacén de Don Pietro, donde se juntaba la gente que esperaba la llegada del tren. Ubicado detrás de la vía, con despacho de bebida y concurrido por gente generalmente de clase baja, Don Pietro ni siquiera tenía heladera, por lo que refrescaba la bebida con la típica bomba sapo. La gente lo cargaba y le preguntaba cuándo iba a tener la bebida fría, y el dueño les decía "vengan en junio, y van a ver".

Sin embargo, la pueblada no dejaba de ir ni siquiera el día más caluroso, y era un por un motivo especial: en Don Pietro siempre estaba "Juancho" Parodi animando la reunión. El trabajador del ferrocarril relata que, cuando se pasaba de vino, Parodi "tocaba con el fuelle detrás de la cabeza, o entre las piernas". De todos modos, Martino indica que el artista del pueblo fue por siempre recordado gracias a "la bondad que tenía" , y que "no hubo hogar, tanto de rico como de pobre, que no fuera visitado por el glorioso Juancho Parodi".

El 11 de febrero la provincia de Buenos Aires cumplió 204 años. Al igual que el primer párrafo de ésta contratapa, los repasos generales tienden a apuntar hacia arriba y destacan próceres, políticos y caras reconocidas, que por haber obtenido grandes hitos a lo largo de la historia, suelen llevarse todos los flashes.

Pero en los corazones de los barrios, en la memoria más profunda de los pueblos, el sector del cariño y el recuerdo tiene un inmenso lugar para los vagos, los atorrantes y todos aquellos que pasaron la vida convencidos en que la riqueza más grande es hacer feliz al prójimo.