El cuento le sienta como anillo al dedo a Rumena Bužarovska, escritora feminista de Macedonia que vino a Buenos Aires a visitar a un amigo y aprovechó para presentar Mi marido, publicado por la editorial española Impedimenta con traducción de Krasimir Tasev, once relatos de una potencia excepcional sobre los desencuentros de la vida en pareja, los roles de género y las relaciones sexoafectivas. La ironía y el humor abonan la lucidez de narradoras tan despiadadas como honestas a la hora de reproducir la opresión del patriarcado en la lengua. “Es tu marido. Tú lo has elegido, tú tienes que aguantarlo. De divorcio ni hablar (…) Y no se te pase por la cabeza echarlo de casa, porque entonces puede que no vuelva, me aconsejó mirándome a los ojos. Ahora escúchame, hija. Te hablo desde la experiencia que tengo. Es ella la que tiene que desaparecer”, le dice una madre a su hija en el cuento “Adúltero”.

Imposible no rendirse ante las páginas de Mi marido, libro que ha sido traducido a quince idiomas. “Me llama la atención los médicos que tienen ambiciones artísticas y piensan que pueden hacer algo que no pueden hacer, como pintar o escribir poemas. A veces muestro el momento de crisis de los personajes, como en el cuento ‘Un nido vacío’, donde una mujer intenta encontrarse con el arte cuando en realidad no tenía otro trabajo excepto el de ser esposa, algo propio de las sociedades patriarcales”, reflexiona la escritora que nació en 1981 en Skopje, la actual capital de Macedonia, un pequeño país de 1,8 millones de habitantes que se independizó de Yugoslavia en 1991.

“Lo que sucede en los cuentos refleja lo que pasa en las sociedades; el libro ha gustado tanto porque muestro a las mujeres que viven encarceladas como una forma de criticar esa condición. Yo soy esa mujer, mi madre es esa mujer y mi abuela es esa mujer. Estoy tratando de pintar una imagen realista de la sociedad, pero poniéndole un poco de humor porque si no es todo muy trágico”, revela la autora de un estudio sobre el humor en la ficción corta estadounidense como macedonia contemporánea (What’s Funny: Theories of Humor Applied to the Short Story), que es profesora asociada de Literatura Americana en la Universidad Estatal de Skopje.

El humor ácido de Bužarovska tiene un linaje literario más que familiar; cuenta que le viene de la escritora estadounidense Flannery O’ Connor. “Siempre me ha gustado la comedia, he visto mucho stand-up y escribí un libro sobre el humor. Odio cuando veo cosas patéticas, odio la sentimentalidad”, confiesa la traductora al macedonio de autores como J.M.Coetzee, Lewis Carroll, Truman Capote, Charles Bukowski y Richard Gwyn. “Me gusta usar el humor para contar algo horrible. Kurt Vonnegut lo hizo, y me encanta ese tipo de humor trágico y divertido a la vez. El humor es una forma de estar enojada. Como no puedo ser violenta, decidí usar mi lengua. El humor es un arma poderosa que tenemos las mujeres”, afirma la editora de la revista literaria Blesok.

¿Le falta humor al feminismo? ¿Son tantas las luchas que hay que dar que se termina volviendo un tanto solemne o políticamente correcto? “No”, responde Bužarovska y el iris de sus ojos se vuelve más intensamente verde, como si la marea del feminismo se expandiera desde su mirada a su lengua. “Los hombres hacen todas las guerras. ¿Qué es más trágico y solemne que eso? Los hombres son los que definen todo. ¿Qué es más solemne que eso? Los varones son dictadores, matan y hacen leyes horribles. La tragedia y la solemnidad está en los hombres y no en el feminismo”, advierte la escritora que está convencida de que “el humor es subversivo”.

Cuando Bužarovska empezó a escribir, intentó emular lo que le gustaba leer: los cuentos de la tradición rusa, clásicos inoxidables como Antón Chéjov, pero también los relatos de la literatura norteamericana con Flannery O'Connor, Raymond Carver, J.D.Salinger y la canadiense Alice Munro, una gran influencia para ella. Viajó mucho a Estados Unidos y llegó a vivir un tiempo, porque su madre lingüista y su padre compositor obtuvieron distintas becas cuando ella era una niña. Escribió el libro Next to God, América (Al lado de Dios, América), un título que surge de un poema de E.E.Cummings. “Yo tengo una relación amor-odio con Estados Unidos porque son colonizadores y ellos controlan mi país también”, subraya la escritora que rescata la "ternura” de la vida estadounidense y especialmente su literatura.

-En uno de los cuentos de “Mi marido” un niño que roba termina encerrando en el cuarto de limpieza de la escuela a un compañero albanés y tartamudo. ¿La sociedad macedonia descarga su furia contra la minoría albanesa?

-Hay que escribir historias desde la perspectiva local; no existe una historia universal si no llegás a través de lo local. Tampoco creo en la originalidad: todas las historias han sido contadas, lo que cambia es la forma de contarla. En Macedonia tenemos una minoría albanesa y muchos macedonios son albanófobos. Hubo una guerra civil entre albanos y macedonios. En ese cuento lo que critico es la albanofobia, porque muestro a un padre nacionalista con delirios genéticos, que se entera de que es adoptado, y que puede ser de origen albano o gitano.

Una mujer escucha decir que la maternidad es “mágica”, pero ella está atravesando la experiencia con una mezcla de espanto y dudas en uno de los cuentos de Mi marido. “Muchas mujeres son madres aunque no quieran porque la sociedad te presiona hace siglos y siglos para ser madre; entonces cuesta admitir que tienen dificultades para criar a sus hijos. La maternidad sigue siendo un tema tabú todavía porque el rol de la mujer es ser primero esposa y luego madre. Entonces, la sociedad la avergüenza si es una madre imperfecta o si no es madre -analiza la escritora-. Muchos de los gobiernos de derecha nos acusan a las mujeres de que estamos destruyendo la sociedad porque no tenemos suficientes hijos y porque trabajamos. No es la violencia, no es la corrupción, no es la represión o la mala política: resulta que las culpables de la destrucción de la sociedad somos las mujeres”.

La década de gobierno autoritario en Macedonia (2006-2016) implicó un retroceso en la legalidad del aborto. “El socialismo les dio a las mujeres el derecho a trabajar en Yugoslavia, así que las mujeres se vieron como una fuerza de trabajo y eso las liberó. También nos dieron el derecho a votar después de la Segunda Guerra Mundial y tuvimos acceso libre al aborto. Pero cuando llegó el gobierno autoritario de Nikola Gruevski, el acceso al aborto se complicó: no podías tener dos abortos al año, tenías que escuchar el latido, ese tipo de cosas. Después de esos diez años pudimos volver a tener aborto libre. Ahora estamos en un marco liberal, pero nominal. El gobierno dice que está a favor del feminismo, pero son palabras vacías. Al menos no están activamente contra las mujeres. El gobierno va a cambiar en mayo y es probable que gane la extrema derecha; por eso estoy muy asustada”, reconoce Bužarovska. “El avance de la extrema derecha es un fenómeno global. No sé si van a poder derrotar a un movimiento feminista tan fuerte como el que tenemos en Macedonia. Creo que es difícil volver a meter a las mujeres adentro de la casa y que sean solo máquinas de parir bebés. A los gobiernos de derecha les va a costar sacarles derechos a las mujeres”, concluye la escritora.