La lectura es una herramienta poderosa. En su visita reciente al país, el escritor mexicano y divulgador de literatura Benito Taibo, casi un faro recomendador para jóvenes booktubers que lo toman como un héroe al que emular o de quien tomar prestado consejo, dijo que no se trata de cuál literatura sino de leer: que cualquier lectura es buena para iniciarse porque abrirá un camino a explorar cargado de resistencia y rebeldía.

Con la escritura pasa otro tanto: se comienza a ciegas, a tientas, en algún taller o sin ellos, y se indaga en el camino de la autopercepción, de que la voz propia emerja entre los ruidos que van cimentando las voces ajenas. La escritura tiene, al dorso de la lectura, la potencia catártica, la obligación reflexiva de oír voces, de interpretar un poco el mundo. De todo eso se valieron los que sortearon el desafío planteado por la Bienal Arte Joven porteña, que seleccionó a 41 autores sub 32 (de entre 839 inscriptos) para sus antologías de poesía y cuento recién publicadas. Además, su concurso de novela seleccionó, de los 230 presentados, 15 trabajos a desarrollar, y editará uno.

En el prólogo de la antología de poesía –que publicó Mansalva bajo el profético título Vienen llegando– Laura Wittner se pregunta si puede hablarse de marcas distintivas en los 21 autores, si puede hallarse algo que unifique sus modos y decires jóvenes. Y también, con tino y delicadeza, si acaso hay una sola juventud o se la debiera separar (el concurso abarcaba autores de 18 a 32 años). 

Más allá de su conclusión, que vale la pena leer, deja una piedra que recoger: los autores de estas antologías tienen una voz propia en la que podrán reconocerse no solo las de otros autores guías, sino también de sus congéneres. Del escritor que se sienta a escribir, claro, pero además las del trabajador del call center, del chacarero moderno, de las feministas, del individualísimo individuo del siglo XXI, del sobreanalizado urbano y tantos otros.

La selección es muy lúcida y rica, invita a leer y perderse en las reflexiones. Estuvo a cargo de Wittner, Mariano Valerio y Martín Kohan en ambos casos, más Francisco Garamona en poesía y Leonora Djament en cuento. En esa antología, Raros peinados nuevos, Kohan dice que la variedad de apuestas y registros es frondosa. Que son sólidos, añade. Esta muestra de la literatura de hoy sirve, además de por su gran valía estética –el placer también es todo en la lectura–, como un modo de conocer al mundo. De mirarnos a través de aquellos que, parafraseando a Tolstoi, pintan –y seguirán pintando– nuestra aldea para pintar al mundo.