A propósito de su libro Cómo escribir un microrrelato, si tuviera que dar cinco recomendaciones básicas sobre el tema, ¿cuáles serían?

–Primero hay que leer muchos microrrelatos. Lo segundo que hay que saber es que en un microrrelato cabe todo: caben todos los temas y todas las situaciones. No hay límites. Lo tercero es que el mejor procedimiento no es escribir algo largo y cortar: el microrrelato debería nacer ya con su forma; puede ser un poco más largo y después uno lo retoca, pero no es la mejor manera trabajar con un cuento de tres páginas para reducirlo a un párrafo. Hay que pulirlo infinitamente porque tiene que ser absolutamente perfecto; en un texto tan breve, no hay lugar para ningún error, ninguna incomodidad. Un cuento o una novela -menos un cuento- pueden permitirse algún traspié. En un microrrelato no puede sobrar nada y tiene que tener un alto grado de perfección. Yo voy poniendo cada microrrelato en un archivo y cuando vuelvo a escribir, los vuelvo a revisar, miro los anteriores, toco algo, cambio una coma, modifico una palabra. Son textos pequeños y muy delicados y tienen que llegar a un alto grado de perfección. Un buen microrrelato muerde. Si no muerde, no está vivo.