A un cierto nivel de éxito y de poder político parece inevitable contar en tu hoja de vida con una masacre, un bombardeo o un golpe de Estado, o todo junto, como Henry Kissinger. Una vez que pasas del centenar de muertos, ya te da igual mil que un millón para entrar en la categoría de gran “estadista”. Haberle concedido el premio Nobel de la Paz al fallecido mandatario estadounidense es tan paradójico es como si te echaran de la Gestapo por exceso de sadismo.

En esta nueva modernidad sin alma ser un experto en “negacionismo” también te convierte en un gran estadista. Javier Milei lo sabe. Aprendió rápido. “Si hay cosas que hacer, ustedes deben hacerlas rápido", le dijo el ex Secretario de Estado norteamericano al vicealmirante César Guzzetti, interventor del Ministerio de Exteriores de la dictadura militar argentina, el 10 de junio de 1976. Y se hicieron. Kissinger lo negó toda su vida, a pesar de los papeles desclasificados. Milei lo sigue negando. Debe estar buscando el Nobel.

Hay tantas cosas urgentes en esta realidad desbocada que a nadie le queda tiempo para ocuparse de las cosas importantes. Como el célebre encuentro del “Kun” Agüero y Javier Milei. "He tenido la dicha de poder hablar con el 'Kun' Agüero, una persona con una inteligencia para nada convencional, una profundidad analítica verdaderamente sorprendente y que entiende la naturaleza del planteo que hacemos de las Sociedades Anónimas Deportivas", declaraba el presidente. Por su parte el ex delantero argentino manifestaba: "Son gente de buena fe”. Uno lee la frase y te cimbra todo el cuerpo. ¿Gente de buena fe? Milei nos ha permitido conocer a personajes que no imaginábamos que existían. Gente que hasta ahora no se había manifestado, en todos los sentidos, incluso en el paranormal. Porque si algo define a este Gobierno, por sobre todas las cosas, es la mala fe, por no decir la mala leche.

Los grandes deportistas entienden el mundo, por lo general, con arreglo a sus intereses concretos y privados. Son muchos años creyendo que el mejor es el que más gana, sin entender que el deporte fue creado, fundamentalmente, para integrar la sociedad, para defender sus valores, para enriquecer desde lo colectivo el seno de una comunidad.

El “Kun” Agüero y Javier Milei se han gustado. Hubo feeling para encarar sus futuros “negociados” en el fútbol argentino. Tal vez la compra de Independiente por el Manchester City. Tal vez. Clubes-empresas, asépticas de toda intoxicación comunitaria, sin conciencia social, con la única responsabilidad de generar beneficios.

Hay algo que tiene que ver con lo que se respira en el aire, con algo que se nos escapa de las manos. Esa sensación de que otros decidirán por nosotros y, ante tal perspectiva, necesitamos defender lo que sentimos como nuestro. No se trata de la nostalgia enfermiza del pasado, muy al contrario, es la toma de conciencia para que en un futuro no tengamos que lamentarnos por aquello que perdimos. El fútbol es parte del arraigo de nuestra memoria personal, y no de nuestra memoria consciente, tan limitada y tan infiel, sino la otra, la más profunda, la que responde a los olores, sabores y vivencias que el recuerdo voluntario no puede invocar.

(*) Periodista. Ex jugador de Vélez, clubes de España, y campeón Mundial Tokio 79.