“Le pedí que nos perdonara y lloré al acariciarla por última vez”, recuerda la bióloga Adilia Kotovskaya. Al día siguiente, la perra Laika despegaba en un viaje sin retorno, convirtiéndose en el primer ser vivo enviado al espacio. Hace 60 años, el 3 de noviembre de 1957, apenas un mes después de la puesta en órbita del primer Sputnik soviético, el segundo satélite artificial de la Historia despega con destino al espacio con el animal a bordo, una perra recogida en las calles de Moscú. Sobrevivió solo unas horas.

“Sus nueve vueltas alrededor de la Tierra convirtieron a Laika en el primer cosmonauta del planeta, sacrificado en nombre del éxito de las futuras misiones espaciales”, destaca Adilia Kotovskaya, que actualmente tiene 90 años y ayudó a entrenar a los animales para las misiones espaciales. Para entrenar a los perros los iban colocando en jaulas cada vez más pequeñas, recuerda la científica. 

Los ponían en una centrifugadora que simulaba la aceleración de un cohete en el momento del despegue, los sometían a ruidos que imitaban el interior de una nave espacial y los alimentaban con “comida espacial” a base de gelatina. “Por supuesto que sabíamos que iba a morir en ese vuelo debido a la falta de medios para recuperarla, inexistentes en aquella época”, agregó la anciana. El lanzamiento del Sputnik con Laika a bordo, se realizó el 3 de noviembre de 1957 a las 5.30 de Moscú (21.30 de Argentina).

En la novena rotación alrededor de la Tierra, la temperatura en el interior de la cápsula de Laika comenzó a aumentar y superó los 40 ºC, a falta de protección suficiente contra la radiación solar. El resultado fue que Laika, que debería haber sobrevivido entre ocho y diez días, murió al cabo de unas horas por exceso de calor y deshidratación. La radio soviética siguió sin embargo suministrando informes cotidianos sobre la “buena salud de Laika”, convertida en heroína planetaria. El Sputnik se desintegró en la atmósfera el 14 de abril de 1958 sobre las islas Antillas, con su pasajera muerta cinco meses antes.