“La sangre, el caos, la violencia policial y el aura de jóvenes destruidos respiran en mi ventana mientras escribo esto. Me intimida la presencia de otros pibes que resucitan mi pasado. Muchos de ellos van cayendo muertos; a otros con suerte, se los llevan presos”. (César González, 2023)

“Uno nunca recuerda bien y a veces lo hace con deliberada mala memoria. Es la diferencia entre las memorias y el diario. El diario uno lo escribe para olvidar. Escribe sobre algo reciente que le está pesando mucho y que se quiere sacar de encima.” (Abelardo Catillo, 2017)

Con sinceridad y pluma descarnada César González nos cuenta al modo de un diario, cómo se cuece a fuego rápido una infancia delincuente. González no es concesivo con lo políticamente correcto, incluso recibe críticas de su propio barrio, donde aún vive y escribe, por no mostrar a la gente honesta y trabajadora que también vive ahí, en la Villa Carlos Gardel.

En su temprano, intenso y furioso raid delictivo profusamente regado de drogas y alcohol, visita más hospitales que escuelas y finalmente, como lo cuenta en una entrevista, es a partir de su llegada a la cárcel a los 16 años donde le torcerá el brazo a la muerte y comenzará a hacer honor a su destino de creador, poeta, cineasta.

Pero empecemos por el principio ¿Quién es este niño resentido, como él elige nombrarse, -a mi gusto con valentía y bella concisión- en la propia mirada que teje sobre su infancia?

Hijo de una adolescente que vende drogas, ama las películas y le gusta actuarlas en escenas domésticas que César recuerda como aquellos pocos momentos de alegría cuando era niño. Ella, al revés de su padre, es fuente de admiración. Sin embargo, tempranamente César tendrá conciencia de su propia tristeza al caer presa su madre y lo dice así:

“Agobiada con nosotros cuatro y el encarcelamiento de mi madre, mi abuela decidió internarnos en un orfanato… apenas pisamos el hall sentí ese olor conocido por visitar a mamá, el olor a las almas encerradas. A los 8 años mi primera gran depresión” (página 36).

Aunque la abuela desiste, ya nada será lo mismo, el encierro se prolonga, en casa César deja de ir a la escuela. De su padre linyera y alcohólico le quedan sólo los recuerdos gratos de ir a la cancha pero para poder entrar lo hacía mendigar a su hijo las monedas necesarias.

”No trabajaba pero siempre tenía plata para alcohol, no nos daba nada y buscaba conformarnos con juguetes que encontraba cirujeando… sus acciones y su aspecto me ubicaban muy bajo en la jerarquía callejera y me hacían blanco de todas las burlas” (18)

La abuela Genoveva trabajadora doméstica incansable, oriunda de Salta, sostiene económicamente a la familia y su propia fe, en la lectura del antiguo testamento y en la iglesia evangelista. Obliga a su nieto a leer la biblia. Lector precoz, el nieto se transforma en promesa de pastor a los ojos de ella.

Es acompañando a esta abuela a limpiar una casa que el protagonista de esta historia real, conoce la otra cara de la moneda, el brillo de todo lo que él no tiene y querrá tener, imperiosamente, para brillar también él en el barrio, hacerse respetar, hacerse amar.

Las drogas lo empujan a un derrotero de delito cada vez más y más rápido sin sentido, ni objetivo, o sí; anida allí un secreto a voces, que su abuela fastidiada ya por tanto descalabro, profiere como última advertencia:

“Si seguís así te vas a morir”.

Y resuena en la respuesta

De este niño resentido con mas cicatrices que años,

“Es lo que quiero abuela”.

Nada lo detiene ni aún las operaciones que le hacen para salvarle la vida en el hospital público, aún en recuperación quiere volver a las andadas, el amor le es esquivo, la muerte le pisa los talones, hasta las voces de los amigos de correrías donde todavía hay un límite prudente, son desoídas.

Nos quedamos sin aliento y con ganas de conocer el después, quizás César empuñe la pluma en una segunda parte y nos cuente esa metamorfosis de la tristeza, la excitación y la muerte en lectura, creación y literatura.

*Psicoanalista. Profesora de Psicología de la Niñez y la Adolescencia en la Universidad Nacional de Tucumán.