Del análisis de las pruebas Aprender 2016 surge una serie de argumentos que nos permite cuestionar su carácter formativo, o sea, como instrumento para la mejora del sistema educativo.

En primer lugar, el Aprender es una evaluación confeccionada utilizando solamente ítems de respuesta cerrada de elección múltiple que nos dicen simplemente si los alumnos reconocen o no un resultado correcto. En general, las evaluaciones formativas necesitan recoger más información a través de ítems de respuestas abiertas que orientan sobre qué ideas y qu    é procedimientos de resolución pusieron en juego los estudiantes en la elaboración de las respuestas. De esta manera, se pueden elaborar recomendaciones metodológicas para la enseñanza con propuestas orientadoras para los docentes.  

En segundo lugar, desde la gestión nacional se ha presentado como “exitoso” un operativo que tuvo un alto rechazo en la comunidad educativa. Si bien se habla de una cobertura total de “escuelas participantes” para el sector estatal del 87,9 por ciento y para el privado del 97, si se toma la cantidad de alumnos, la cobertura es del 66.1 por ciento para el sector estatal y del 83.4 para privado. Es necesario destacar que se considera como “estudiante respondiente” a aquel estudiante que contestó al menos la mitad de una sola prueba. En este punto, amerita preguntarse cómo darían los valores de cobertura si se considerara al menos el 50 por ciento de respuesta en todas las pruebas administradas. Aún con esta salvedad, algunas jurisdicciones muestran niveles de cobertura extremadamente bajos, con el riesgo de que se desconoce cuál es el sesgo que podría haber introducido la no respuesta en el operativo (a qué sectores sociales o territorios afectó más). El desconocimiento de este sesgo pone en duda algunas de las afirmaciones contundentes que se plantean a partir de los resultados del Aprender 2016.

En tercer lugar, la presentación de los resultados del Aprender 2016 se da en un contexto de desvalorización de la educación estatal y en pleno conflicto con los docentes ante la negativa del Gobierno Nacional a la apertura de la Paritaria Nacional Docente. En la presentación de los resultados de las pruebas, se enfatizó la diferencia existente entre escuelas del sector estatal y privado. En este caso es lícito hacernos dos preguntas: a) ¿qué diferencia de rendimiento obtendría un niño de un determinado origen social si asistiese a una escuela estatal y a una privada, ambas con la misma composición social?; b) ¿qué diferencia de rendimiento obtendría un niño si asistiese a una escuela estatal y a una privada, ambas con la misma dotación de recursos escolares? Sólo respondiendo a estas preguntas podremos saber si las escuelas privadas obtienen mejores resultados por sus características propiamente escolares o lo hacen por la composición social de su alumnado y la disponibilidad de recursos. Investigaciones realizadas a nivel nacional e internacional han demostrado que la diferencia estatal/privada deja de existir cuando se controla por los indicadores mencionados: nivel socioeconómico y disponibilidad de recursos. 

Por último, en el Aprender 2016 se involucró a los principales actores del sistema educativo (supervisores, directores y docentes) como “aplicadores” y “veedores” del operativo de evaluación, como un intento de lograr su legitimación. Así, se les pidió que participen de una evaluación externa sin haberlos convocado previamente para discutir cómo se concibió el proceso de evaluación, sus objetivos y propósitos, o cómo se enmarca en las políticas educativas más amplias de la nueva gestión. Paradójicamente, son los mismos docentes y directores los que, a su vez, son culpabilizados por los resultados del operativo, al mismo tiempo que se desvaloriza su profesión y se desfinancia el sistema educativo. Es difícil mejorar la enseñanza si no se cambian sus condiciones estructurales. Para ello, es necesario fortalecer políticas donde, en lugar de concebir al docente como un mero “instrumentador” de secuencias didácticas, se lo conciba como sujeto constructor del saber pedagógico institucional y, a las escuelas, como los ámbitos para realizarlo colectivamente. 

* Instituto de Investigaciones Pedagógicas Marina Vilte, Ctera. Ex directora nacional de Información y Evaluación de la Calidad Educativa.