En algún momento durante la carrera electoral del año pasado, y junto al discurso de que era tiempo de olvidarse de las luchas individuales, se comenzó a marcar la agenda de “feminismos y disidencias” como un tema piantaVotos. Aferrados a esa excusa, los espacios de difusión mainstream se sacudieron ese gesto progre que tan poco les duró de contemplar otras voces: las que no son hombre, blanco, cis y joven.
Junto a la postura machista y misógina del lado libertario se generó una respuesta polarizada de tipos progres con esas ganas de agarrarse a piñas entre ellos, de medirse los falos. Y la competencia no sólo fue política, era por el ego de qué stream era el más visto. Y hasta el público a captar se masculinizó, porque ahora había que seducir a esos incels (célibes involuntarios) que si bien no son de derecha tampoco comulgan con la agenda de feminismos y diversidad sexual.
Todos esos espacios antagónicos encontraron en el ataque a la “agenda woke” (esa que se dice ‘despierta’ frente a lo dormidos que están los reclamos sociales) una excusa para no incorporar más voces. Ya pueden hacer todos los chistes que antes por simular corrección política se privaban, ahora parecen haberse desquitado esa bronca que tenían bien callada durante los años dónde tuvieron que “bancarse” las cagadas a pedo feministas, de grupos racializados y de las diversidades sexuales.
Las “nosotras” resultamos muy progres para unos, muy rompe pelotas para otros, muy politizadas para algunos, muy correctas políticamente hablando para los demás, así fue que el aire de las comunicaciones se convirtió en un Coliseo Romano de tipos. Dónde la mayor parte del tiempo del aire mainstream está despolitizado y dónde cuando nos insultan, agreden, atacan y siembran discursos de odio contra todo lo que sea “no hombre”, no hay nadie en esas mesas para plantar una respuesta sensata. Pero esa supuesta despolitización es un espejismo, esas posturas también construyen sociedad, y no pinta ser una dónde tengamos espacio.
Su mejor estrategia: entrevistar fachos
Ya no importa de qué lado se digan o los leamos, todos llevan fachos. Quienes siguen al entrevistado van a mirar, quienes lo detestan terminan viendo porque seguro mete alguna frase provocadora que se viraliza y hay que salir a desmentirla. Los medios que viven de hacer placas con frases la suben con algún texto de indignación pero la hacen llegar a más gente todavía. Al final del día entrevistar a un odiante les da la viralización necesaria y los pone en boca de todas las maneras de pensar.
Después, ¿llevan a alguien de los colectivos atacados para responder o aclarar? No. Quizás lleven a alguna otra fuerza política opuesta que hablará de internas, críticas y demás pero no tiene ni recursos ni voluntad de hablar sobre esos discursos de odio que ya navegan por todos lados anclando en el cotidiano. O peor, llevan a alguien más facho todavía porque les rindió la nota.
Y como suelen ser entrevistas dónde un tipo pregunta o en la mesa no hay voces variadas para responder con argumentos se termina armando una puesta en escena de risas, ofensas, acting y memes. Y quienes salen a responder, desmentir, rebatir esos ataques o desinformación, no suelen tener ni las plataformas ni el alcance, ni la popularidad ni la voluntad de ser oídos como lo tienen los tipos y los odiantes. Alcanzaría con hacer mesas más plurales y menos complaciente con la figurita que conduce.
¿La culpa es del stream o del público que le da de comer?
¿Qué pasaría si en los streams ponen más voces o abordan temas de esos que parecen ser “serios”? ¿Se iría el público? Seguramente que no. Es que cada espacio tiene un lenguaje y una identidad, y si eso se matizara con otras propuestas creo que tendrían esos otros temas abordados con el prisma de cada uno. Pero la apuesta parece ser muy grande, tediosa, y además, ¿para qué poner en riesgo los peludos huevos del gallo de oro?
“No lo va a mirar nadie”, te dicen cuando planteas estas necesidades. O la otra gran frase que se dice es: “Pasa de todo y muy terrible, la gente necesita desenchufarse, por eso mira esto”. Y de nuevo, nadie está pidiendo que todo se ponga solemne o que el lenguaje se convierta en un campo minado de lo que sí y lo que no se puede. Pero la lobotomización general no nos va sacar de esta emergencia sociopolítica que estamos viviendo, y es responsabilidad de los espacios de comunicación, no sé si de dar una respuesta, pero de ampliar las preguntas seguro.
¿Alcanza con poner trolos divertidos?
¿Sabés que es el tokenismo? Es cuando en algún espacio se meten colectivos minoritarios pero de manera simbólica. Entonces a este planteo que hago no va servir la respuesta de “pero en tal stream hay tanta cantidad de minas y todos estos gays”. Si esas personas no tienen un espacio libre, una voz que construye y pueden aportar opinión y debates, las tenés para adornar a tus tipos.
No somos solo una identidad, somos un montón de cosas y además: trolos, minas, travas, tortas, mostras, nobinaries, negras, discas y marronas. No alcanza con que nos sienten para ver si hacemos alguna gracias o que nos lleven cada efeméride para las tareas de pedagogizar gratuitas que nos asignan históricamente. Nuestra voz, nuestro conocimiento, nuestra historia y nuestro pasado valen. Y merecen espacio en los medios con mayor llegada y también merecen un pago. De nuevo, si solo nos van a llevar para hacer el acto “benéfico” en un día especial o ante algún ataque y nos dejan solo recitar lo que venimos diciendo hace años, lo básico, el ABC de nuestras luchas, tampoco sirve.
“Hagan un stream ustedes y ganen las elecciones”, te dice algún tipo con presupuesto. Pero algunes nos cansamos de romantizar la autogestión. Es una herramienta maravillosa, pero cuando es el único recurso que te queda ante tanta expulsión, y cuando se convierte en tu cuarto o quinto trabajo el día a día es agotador. ¿Empezaste tu espacio de abajo? Te felicito, pero contame si algunos factores como ser tipo, tener muchos (muchísimos) seguidores, ser ya un nombre reconocido o tener ahorros te ayudaron. En general quienes estamos en los márgenes no contamos con nada de esto para comenzar nuestra tarea tan pero tan autogestiva que se convierte en autoexplotación.
Bueno, pero, y entonces qué hacemos?
Para empezar la autocrítica es una de las mejores herramientas a la hora de plantear estrategias. En todo este tiempo que pasó quizás un poco nos parecimos a esa Marge Simpson que se quiso cargar con toda una industria y ni bien pudimos apoyar el culo en una mesa de debate o pudimos mandar un mensaje a radio/TV/stream les dimos sin asco. Y más allá de si eso estuvo bien o mal, los resultados son estos. No es nuestra culpa porque lo que salimos a decirles fue algo histórico que lejos de ser “un punto de vista” es violencia marcada en nuestra piel. Pero ahora tenemos la posibilidad de pensar otras maneras de acercarnos. Nuestra mesa táctica puede ser más variada, incluso hasta incluir a los tipos que se banquen tejer una salida colectiva. Lo único que necesitamos es tener un objetivo en común y saber cuál es el enemigo.