Dirigente del Frente Transversal, uno de los fundadores de la Central de Trabajadores Argentinos, Edgardo Depetri terminó haciéndose amigo de Néstor Kirchner después de discutir y negociar con él cuando uno era gobernador y el otro dirigente de los estatales en Río Turbio. Como diputado nacional dejará la banca en diciembre. No buscó repetir sino que bajó a su distrito de residencia, Lanús, donde gobierna Cambiemos con Néstor Grindetti. Compitió y será concejal de Unidad Ciudadana en un partido del conurbano que, con 460 mil habitantes, es el doble de una provincia como Santa Cruz.

–Me propuse caminar desde     la periferia al centro –dijo a PáginaI12– y vincular en el debate cotidiano lo que le pasa a nuestra gente con la construcción de la sociedad que queremos y el país que soñamos, las definiciones nacionales y los proyectos latinoamericanos. Los cuatro meses de campaña me convencieron de que hay que bajar el debate más a tierra. Hay mucha militancia organizada. Pero está dispersa, tiene diversas formas de organización y grados de información diferentes. Compartir en la cotidiana me ayuda a mejorar el análisis de la etapa y mejorar así la agenda que tenemos que asumir en el debate público.

–¿Cómo se traduce eso en Lanús, donde Cambiemos ganó el 22 de octubre?

–Los sectores populares y que sufren más la pobreza, por ejemplo los que viven en las villas del Lanús profundo, votaron masivamente por Unidad Ciudadana. Son los primeros que se cayeron socialmente. Para ellos a veces la opción es comer o no comer. Cuanto se acerca uno al centro ve un mayor peso de los sectores formales, de trabajadores conveniados, de comerciantes y de  universitarios. Ahí el voto de Unidad Ciudadana se dividió con Cambiemos, con Sergio Massa y con Florencio Randazzo. En el centro de Lanús, donde hubo un gran cambio demográfico, el voto fue masivamente para Cambiemos. Esto muestra la fragmentación del voto y el triunfo cultural de Cambiemos.

–¿Cuál sería el triunfo cultural?

–Esa idea de que hay que volver al capital como gran ordenador y que lo relacionado con el Estado es corrupto. Que los planes son para vagos. Que no trabaja el que no quiere y que este país lo hacemos trabajando. Que los políticos se la llevan con pala... Ese discurso penetró aunque para nosotros se abre una disputa por convencer a los que ascendieron socialmente en nuestros 12 años de gobierno. Vamos por el camino de lo concreto. A los industriales y a los comerciantes les hablamos de lo que pasa hoy mismo con la importación. Y con el mercado interno, que puede repuntar en algunos sectores pero en general se deprime. No desconozco que en el voto a Cambiemos apareció la idea de que estamos mal pero vamos a estar mejor. Alguna vez me dijeron: “No quiero escuchar cosas que me saquen la esperanza”. Pesaron los grandes medios también. Como ejemplo concreto, votaron masivamente a Cambiemos los jubilados. No están mejor pero pasan más tiempo frente a la tele. El odio formó parte de la estrategia global del macrismo sobre el supuesto “despilfarro”, con comillas: esa idea de por qué se jubilan todos si no trabajaron lo suficiente...

–Pero entre los trabajadores formales la exposición a los grandes medios es menor.

–Existe el impacto de los grandes medios, por supuesto, y también cierta espera: “A mí todavía no me llegó la pérdida del trabajo, así que les voy a dar tiempo”. Por eso muchos trabajadores no nos acompañaron ni en la defensa del pasado ni en la evaluación de lo hay y lo que viene. Además, aunque el pueblo no come cemento y las obras en Lanús están direccionadas a los barrios con más altos ingresos, el impacto de la obra pública crea sensación de movimiento. Lo mismo el Procrear, los créditos UVA, las facilidades a los que cobran la AUH o a los jubilados. Recién después de las elecciones, con el paquete de reformas, anunciaron que cambiarán el índice de actualización para este sector. Ocho millones irán percibiendo cada vez menos. Tampoco desconozco que la inflación es alta pero bajó respecto del año pasado. Y sé que muchos empresarios no despidieron ni ajustaron esperando el proceso electoral. Ahora veremos, con el aumento de las naftas y de tarifas. Ojalá que mantengan a sus empleados.

–Son temas nacionales, en su mayoría. ¿Cómo pasarán por el Concejo Deliberante?

–No bien asuma me propongo empezar a canalizar toda la demanda de la sociedad en términos políticos, técnicos y jurídicos. Se viene el aumento de tarifas. Pero en los barrios más humildes hasta murieron pibes porque se tuvieron que iluminar con velas. Hay y habrá cortes de luz porque el gobierno no controla la calidad del servicio ni la inversión. Si hay cortes ahí tendremos que estar, discutiendo con la gente, con nuestros técnicos, con los sindicatos, con las organizaciones de la sociedad civil, para resolver y proponer alternativas. Otro tema: estamos en emergencia alimentaria. Se ve en Chingolo o en Caraza. No puede  quedar todo supeditado a la construcción de comedores comunitarios. ¿Y el Estado? El hambre no puede ser una bandera partidaria. En eso tenemos que estar juntos oposición y gobierno. Busquemos mecanismos institucionales para que ningún pibe pase hambre. Lo voy a discutir con Grindetti desde el Concejo.

–Unidad Ciudadana no es mayoría.

–No, pero tendremos un bloque de nueve, contra nueve de Cambiemos y cuatro de Massa. No vamos a trabajar solos. Tenemos que convocar a todos los que quieran un país distinto del que nos propone el macrismo. Con este modelo Lanús no tiene destino. Deciden los exportadores de materias primas, los bancos, las grandes empresas privatizadas... ¿En que nos vamos a beneficiar los de Lanús, los de Lomas, los de Avellaneda? El Concejo debe construir con el Ejecutivo local un piso de acuerdos que no hablen de gobernabilidad en abstracto sino de problemas concretos y de los mecanismos para resolver las cosas. En términos políticos todo este fenómeno excede a Unidad Ciudadana. Hay que trabajar con el Frente Renovador, con Randazzo, con los movimientos sociales, con la CGT y la CTA, y discutir el proyecto colectivo por encima de discusiones de personas o de candidaturas futuras. También así se construye unidad. No solo en documentos, declaraciones y consignas. Hay que ir desde abajo hasta llegar al Congreso Nacional, con Cristina y Unidad Ciudadana, por supuesto, pero también con el peronismo y con todas las fuerzas representativas en el Senado y en Diputados. Así debe ser, para mí, el espacio de construcción de una fuerza política opositora y con propuestas.

–¿También electoral?

–Por ahora son planos distintos. No podemos confundir el debate de la construcción de una fuerza política electoral con la construcción de un armado de agenda alternativa para que la sociedad vea que hay espacios e instituciones que la defienden. Macri va por el ajuste gradual y la primera etapa es el endeudamiento. Lo mismo pasa con la reforma laboral. Quiere lograr rebajas de las indemnizaciones, la renuncia al mayor beneficio para el trabajador en la Ley de Contratos de Trabajo o el convenio colectivo y estimular los acuerdos individuales. Pero ya antes del paquete en Renault los nuevos laburantes empezaban con la mitad de sueldo y con no más de 14 días de vacaciones. Gobierna una nueva derecha que quiere quedarse durante mucho tiempo. Una nueva derecha que aspira a que el pueblo argentino acepte que el kirchnerismo fue una anomalía. Sintoniza con una estrategia de las multinacionales para maximizar ganancias. Quieren controlar el Estado en cada país para resituar a cada sector. Su principal idea no es precisamente un Estado garante de los derechos. Por eso hay violencia institucional.

–Pero es obvio que el macrismo también hace política en los sectores populares.

–Por supuesto. Con ideas, con influencia, y mediante una ocupación territorial que apela a jefes de barras y punteros que compran de las viejas estructuras. Cuando se venden, esos punteros solo admiten organizaciones sociales conducidas por el macrismo.

–¿Pesan las bandas narco?

–Pesan cuando tienen articulación con la policía. Eso hace que se castigue a los pibes que consumen pero no a las bandas organizadas que siguen teniendo protección pública. Por eso la operación con el Polaquito. Estigmatizaron a la familia y no hay ningún narco preso. Ahora cuidado, porque hay que trabajar con la gente. Muchos en los sectores populares te dicen que el problema son los pibes como el Polaquito y no ven que con Grindetti crecieron las muertes por asesinato y robo. Miremos toda la realidad. El pueblo nos acompañó y nos agradeció con millones de votos. Pero no bastó para ganar. También expresó otras demandas, que no alcanzamos a canalizar, sobre todo hacia el futuro. Creyó que tenía un piso garantizado de derechos y que se lo iban a mejorar sin conflictos, sin confrontación, con más “tranquilidad”. Nos vio como la continuidad de esa confrontación. Y hablo también de la confrontación necesaria que tuvimos que encarar en el gobierno, porque las clases dominantes siempre buscan hacer lo que hace hoy Macri. Si no, confrontan. Hoy les dicen a todos, incluidos a Randazzo, Massa y Urtubey y a una parte del sindicalismo: “Si no acuerdan también los aniquilamos”.

–¿El kirchnerismo subestimó al macrismo?

–A veces los compañeros subestiman el enemigo que enfrentamos. Cambiemos no solo quiere tener sus representantes en la Casa Rosada. Los quiere tener en la Cámara de Diputados y en el Senado, colonizar la Justicia, asegurar los medios, y no solo los grandes, las intendencias y los concejos deliberantes. Es la suma del poder total. Y a veces los compañeros tampoco dimensionan la enorme elección que hicieron Cristina Fernández de Kirchner y el proyecto nacional en la provincia de Buenos Aires porque en los 12 años de nuestros gobiernos el pueblo vivió mejor. El pueblo necesita recuperar herramientas para estar otra vez mejor, para gobernarse a sí mismo y para defender sus derechos. Los que mejor interpretan los dos modelos son Macri, el gobierno del gran capital donde sea que esté, y Cristina con la convocatoria a UC. El Gobierno avanza con odio y revanchismo para tratar de encarcelar a Cristina y en medio de la reforma laboral Amado Boudou va preso sin que haya pruebas, como antes encarcelaron a Julio de Vido sin pruebas y la metieron presa a Milagro Sala. De Macri y Cristina hacia abajo crece todo el sistema de representación de unos y otros. No son los únicos referentes, pero son los dos que entienden bien lo que está en disputa. No por casualidad son los más amados y los más odiados.

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