La teoría del jarrón chino la inventó el ex presidente del gobierno español Felipe González, que estuvo entre 1982 y 1996 en la Moncloa. Nada menos que 14 años. La repetía el fugaz presidente argentino Eduardo Duhalde, en la Casa Rosada desde enero de 2002 al 25 de mayo de 2003. Menos de un año y medio. Dice que la teoría que un ex presidente es como un jarrón chino: lindo, pero es grande y no hay dónde ponerlo para que luzca y no fastidie.

Por eso una de las partes más fuertes de la carta pública que difundió Aníbal Fernández es la que alude al jarrón. Dice que es “un objeto valioso y preciado por toda la familia al que nadie la encuentra el lugar adecuado”. Y aclara que “nuestra conducción atraviesa al Peronismo… que no la atraviesa”. 

Fernández no puede ignorar la frase de Felipe repetida por Duhalde.

O sea que, para el último jefe de Gabinete de Cristina Fernández de Kirchner:

  • El jarrón chino es la ex presidenta.
  • Hay una brecha entre ella y el peronismo.

El párrafo viene después de otro: “Con el Peronismo no alcanza, sin el Peronismo no se puede”. Vale la firma citada, Néstor Kirchner, y la calificación que le da Aníbal Fernández: “Un grande de verdad”. 

En cuanto al resto, es posible leer la carta teniendo en cuenta algunas claves que ya se hicieron públicas. Solo hay que hilvanarlas.

La crítica a “aceptar o perdonar las peores agachadas” parece una alusión al acercamiento reciente de Cristina con Julián Domínguez, el ex precandidato a gobernador bonaerense a quien Aníbal Fernández siempre relacionó con una operación política con expresión televisiva: la que convirtió al ex jefe de Gabinete en “La morsa” y lo vinculó con el encarcelado Martín Lanatta y los narcos. En rigor no hubo ningún elemento posterior que abonara esa cercanía ni con Lanatta ni con los traficantes. 

La mención de Fernández a la campaña electoral puede interpretarse como un cuestionamiento a quienes secundaron a Cristina en las PASO y las parlamentarias del 22 de octubre. 

El párrafo según el que una cacería está en marcha no precisa exégesis alguna. Dice: “Las piezas de caza apreciadas en este coto son bien definidas y casi todas sufren la desprotección de la manada”. Y luego viene una cita de Juan Perón: “La unidad nos da la fuerza, la solidaridad la cohesión”.

La carta de Aníbal Fernández es fuerte por el origen. A diferencia de Julio de Vido, que comenzó a escribir una vez preso, el texto surge de un protagonista que se desmarca por primera vez desde 2003. Entre 2004 y 2009 fue el encargado ministerial de la seguridad interior a partir de un diseño del propio Néstor Kirchner. Cinco años con una rareza histórica: ningún muerto a manos de las fuerzas federales en situaciones de conflicto social callejero.

Es evidente que la carta abierta está escrita desde la derrota del 2017 y desde la percepción de que, así, habrá nuevas derrotas. Hacia atrás queda un punto oscuro a develar: la derrota doble del 2015. En la provincia de Buenos Aires con María Eugenia Vidal y a nivel nacional con un Daniel Scioli segundo por menos de tres puntos por debajo de Mauricio Macri. 

Además de la Operación Lanatta, ¿por qué el Frente para la Victoria se permitió una interna sanguinaria de la que salió vencedora la fórmula Aníbal Fernández-Martín Sabbatella? ¿Era ésa, según las encuestas, la mejor fórmula posible para vencer a la subestimada Vidal? Si es cierto que Florencio Randazzo era el candidato último de CFK, ¿qué le impidió a ella ejercer el liderazgo y la persuasión para convencerlo de que tomara la postulación a gobernador de Buenos Aires? ¿Todos los actores, Aníbal incluido, hicieron lo posible para revertir un escenario de posible derrota en el principal distrito del país? ¿O es cierto que parte de los dirigentes del FpV pensó que ganar en la provincia y perder en la Nación dejaría un baluarte en pie para volver sin problemas en el 2019?

Son preguntas a partir de una carta y en medio de una situación que tiene, al menos, dos elementos.

Uno, que el liderazgo relativamente mayor, aunque no único, pertenece a la persona que ejerció la conducción en las derrotas de 2013, 2015 y 2017. La primera ante Sergio Massa. La segunda, doble, ante Vidal y Macri. La tercera, propia, frente a Esteban Bullrich por el Senado en representación de Buenos Aires.

El segundo elemento es que esa misma persona, aun perdiendo por 350 mil sufragios,obtuvo tres millones y medio de votos. 

Cada uno puede poner esos dos elementos en el orden que quiera. Y puede añadirle después su propio análisis sobre el tablero nacional.

Esto recién empieza.

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