“Al final los problemas más grandes para organizarnos son los egos” se escucha decir tantas veces y en tantas marchas, con mayor o menor autocrítica, desde el momento de salir a conseguir un megáfono hasta organizar un colectivo. Veremos si la queja continúa fácil dentro de la visilibilidad y la lucha lgbti en la generación nacida a partir de 1995 que, si de estigmas hablamos, vienen con los rótulos de “ególatras”, “narcisistas”, “superficiales”, “malcriados” y demás espejos para quien quiera ver.

Escapando a la molestísima marquesina de “Millennials”, muchos de los sub 20 que llegaron tempranísimo a la última marcha del Orgullo en CABA se autoconvocaron entre selfie y selfie. Allí estuvieron manifestándose, encontrándose, conociéndose, bailando, aprendiendo, enseñando, haciendo malabares con el sentido común y la sobreinformación/sobrexposición virtual. El protagonismo mediático de esta minoría dentro de la minoría no sólo lo tuvieron por la frescura y desfachatez de los más fotogénicos sino porque por primera vez se presentó una carroza organizada por adolescentes (¿o jóvenes?) con un promedio de edad de 17 años, el Camión Kidz. ¿Quiénes eran esos chicos que al final de la noche terminaron haciendo bailar a media posmarcha como en una rave de los noventas o del futuro? ¿O eran lo más representativo del presente? ¿Cómo fue su experiencia de autogestión?

Entrevistado en “modalidad WhatsApp” Gregorio Schejman, uno de los organizadores, nos cuenta que se conocieron coincidiendo en la pista de baile de la Fiesta Witches y en la serie web Pendejos (aún en proceso de producción). Tienen planeado dar charlas informativas sobre sus experiencias en “diversidad y género”, “poder ayudar a un montón de chicos en la transición de la adolescencia que en sí es muy complicada para todos”. Cuenta Antonia Kon que la carroza fue el primer gran paso: “Nos juntamos un montón de personas a las que nos pasaba lo mismo, que queríamos hacer algo así pero no teníamos amigos, que nos gustaba la marcha pero éramos pendejos y nos quedábamos afuera; nos sirvió para tener algo protagónico dentro de lo que nos gusta e incluir gente más chica que capaz no se anima porque siempre hay gente grande”. Agrega: “Nos permitió conocer gente, principalmente trans y en nuestro grupo hay muchos trans hombres”. Curiosamente desde la primera hora, en la previa, a veinte centímetros de distancia estaba La Red de Intersexuales, Transgéneros y Transexuales Argentinos con sus redoblantes bajo lluvia.

TÍAS Y SOBRINAS

Con la misma espontaneidad que armaron la carroza y se presentaron como organización adherente de Federación Argentina LGBT (FALGBT), están evaluando la experiencia y planificando sus acciones. Es todo muy reciente para todos. Provocaron esperanza y algo de enojo que desorientó sus bailes mientras googleaban “Parchís”, referencia lejanísima, para saber si lo que les decían era un elogio, un piropo o un mote despectivo. Es que algunos de los participantes habían sido modelos de la reciente campaña gráfica de una marca de ropa en “color block” que evocaba tanto al grupo musical infantil de antaño como a las célebres gráficas de Oliverio Toscani para Benetton. ¿Estaban haciendo una campaña de marketing? ¿Tienen un sponsor? No. Esa fue una posibilidad descartada en los primeros debates dentro del grupo. Lo que hicieron fue una fiesta para juntar fondos, la Bryllyant (¿tendrá continuidad?) y pedir consejos a unos más grandecitos, de la Carroza Loca, a quienes la organizadora Macarena Zimmermann llama “Tía loca”. Sobre el camión de la tía, una vez finalizada la marcha y en paralelo al escenario central, La Colectiva Lohana Berkins, entre otros grupos y espíritus anarcos independientes, se armó el acto disidente que continuó en bailes exorcisantes por los djs de la Kidz. Así que esta generación supuestamente virtual, manipulable, individualista y ególatra, terminó armando una fiesta muy integradora con voz propia. Nada menor. Es que los sets musicales de estos chicos, con ritmos intergeneracionales electrónicos a cargo de KID b2b y Chico Terror fueron muy vitales: tecno, acid house, 90s. Macarena cuenta por mail: “Decidimos traer reminiscencias del período que nace en el año 89 llamado Second Summer of love a través de la música, por eso elegimos el acid house y new beat como género musical preferente para nuestro camión. La estética fue pensada también en base de esa época. Se encargó un colectivo de artistas, KIDZ (Trinidad Metzbrea, Flora Ferrari, Camila Marconi, Carolina Pedemonte, Gregorio Schejtman)”.

Se dice y se dirá que fue un hecho aislado, poco significativo, que siempre en la post-marcha la fiesta continúa con alguna carroza con música al mango, que no importa si es cumbia o electrónica, que pesaba demasiado la moda, en fin. Moda siempre hay y las habrá. En este caso puede ser una decantación estética lógica del Seapunk fallido y el aburrimiento Normcore, poco importan estas conjeturas. Parte de esta nueva generación hace un revival estetizado e idealizado del imaginario Club Kids con Michael Alig, Leigh Bowery y sus secuaces, como se puede apreciar en las cataratas de Gifs que comparten en redes con escenas de Party Monster o Cuernos de espuma. Los Club Kids se han vuelto una gran referencia del mismo modo que el documental Paris is Burnning se volvió paradigmático dentro de la comunidad queer de los últimos años, aunque en estas latitudes la moda puede parecer un poco forzada, al igual que las naranjadas en frascos de mermelada cool que están sirviendo en el bar La Academia de Callao. La movida porteña de los boliches de los noventa no ha sido rescatada con tantos bríos por esta generación aunque sea una felicidad insuperable ver bailar a tías y sobrinas al son de La Paraguaya cantando “Divina” de Mostrance.

CLUB KIDZ

Por supuesto que estos nóveles “glitter eaters” no fueron los únicos presentes. Varios grupos de Internet salieron de la virtualidad, se mezclaron en las redes de reclamos, bailes y sábanas. La “Brigada Brillantina” presentaba su participación en la marcha como una “intervención”, una “perfo”, “Haus of Mamarracha”, la “Primer drag house de mujeres en Buenos Aires (o algo así)” hizo de las suyas y los multitudinarios “#PutxsBizarrxs” (aka. Pubiz) tenían su propia pancarta. Estos colectivos espontáneos no hacen tanto hincapié en lo etario, y si les preguntan la edad probablemente respondan “Veinticincaaaa” a lo Moria Casán. Los Kidz, por su lado, escribieron un manifiesto que comienza con “El amor es libre, no entiende de limitaciones ni posesiones, ni de rótulos o condiciones”, “resistimos a las políticas actuales a través de la música y el arte”. O sea que el manifiesto también es artístico, incluyendo un concepto que del que será interesante ver su desarrollo: “consciencia estética”. ¿Ku? Dicen: “El arte es una herramienta fundamental para expresarnos y concebirnos. Apuntamos a elaborar un colectivo con consciencia estética. Queremos desnaturalizar las concepciones binarias y dualistas. Proponemos apropiarnos del contenido cultural masivo que nos sujeta injustificadamente, desnudando su naturaleza y transformándolo”. También se posicionan sobre el uso de Internet en el Punto 6: “Internet es usada y vista como una herramienta que acerca, comunica y nos permite crear y expresarnos libremente. Repudiamos el uso de la misma como pantalla de ostentación o comparación constante con el otro que intoxica esta red generando baja autoestima e inseguridad y destruye la construcción de una identidad libre. Queremos evitar la competencia nociva e incentivar la creación, la movilización y el amor”.

Sólo podemos decirles algo: “¡Bienvenidxs!”l