¿Cómo es que llegaste a ser uno de los principales militantes del Frente de Liberación Homosexual (FLH)? 

-Arranqué militando en el Partido Socialista de los Trabajadores (PST), estaba estudiando abogacía, carrera que dejé por considerarla burguesa, y comienzo a estudiar letras y luego psicología, bajo una rebelión familiar total. Al FLH ingreso en 73. La experiencia troskista en el PST me había decepcionado por la mala repercusión que había tenido en las elecciones y por su homofobia, mis compañeros me despreciaban mucho. La izquierda decía que la homosexualidad era una “lacra del capitalismo” y yo aún tenía que ver qué hacer con eso. En una reunión con la feminista Mónica Giraldez le conté que era homosexual y que no sabía qué hacer. Ella me contactó con Sara Torres (Unión Feminista Argentina), quien a su vez me presentó a Néstor Perlongher (Grupo Eros del FLH) que vivía en Avellaneda, cerca de casa. Cuando me recibieron los de Eros, fue con trompetas voluntariosas, ¡con música de Cantabria del siglo XVIII!  La primera de las acciones en las que participé fue cuando al PST le mataron unos pibes y fuimos a dejarle una adhesión de solidaridad como FLH, ahí aparecí yo delante de mis excompañeros bien anti-putos todos. Si alguno tenía alguna duda, no solamente no había dejado de ser homosexual sino que ahora militaba para los homosexuales. 

Contanos un poco de la revista Somos del FLH, que ha llamado la atención de  peronistas, comunistas, movimientos lgbt, académicos…

-La hacíamos con mucho empeño. El nombre era una respuesta a una sociedad que nos negaba, les respondíamos “SOMOS, acá estamos”. Mi seudónimo por entonces era MMB, así firmaba los escritos. Eduardo Todesca colaboraba con la diagramación, yo participé mucho en los collages y dibujos, por mis inclinaciones plásticas. Había reuniones semanales donde elegíamos los materiales, las ilustraciones que queríamos, éramos poquísimos, cinco gatos locos. Nunca supimos bien cuántos grupos estuvieron ligados al FLH porque éramos grupos independientes, no hubo un momento de convergencia. Éramos clandestinos, no teníamos un local, cada grupo se reunía dónde podía. Sólo nos conocíamos cuando se hacía un “party”, o sea una fiesta sólo para homosexuales. Ahí nos presentábamos.

Entre 1972-1974 funcionó el grupo de estudios Política Sexual…

-Recuerdo las reuniones en la sede del Movimiento de Liberación Feminista, un departamento de oficinas en la Avenida Corrientes, ahí es donde conocí a María Elena Odonne, que nos prestaba ese espacio para discutir e imaginar nuestras propias políticas.... textos como los de Wilhelm  Reich, Guy Hocquenghem, Herbert Marcuse, Kate Millet fueron fundamentales. Con Perlongher también estudiábamos mucho a Deleuze, Guattari y a Foucault. Estábamos muy formados, no sé si posteriormente podría decirte lo mismo del activismo. En Política Sexual lanzamos la Comisión contra la Prohibición de los Anticonceptivos, establecida mediante un decreto de Perón y López Rega y difundimos el texto “La moral sexual en Argentina”. 

Podríamos afirmar que existió un momento de tensión en el Frente de Liberación Homosexual y que fue dado por la figura de la “marica”.

-Así es, desde Eros defendíamos a la figura de la marica como la encarnadura más revolucionaria, en su feminidad, su loquerío, reivindicarla era la afrenta al machismo capitalista. Pero otros compañeros militantes no querían saber nada con esto, decían que dificultaba los acercamientos con la izquierda, que había que sostener la imagen del homosexual masculino, que “no por ser homosexual vamos a dejar de ser hombres”. Pero los mayores rechazos no vinieron por esto, sino que tuvieron lugar cuando radicalizamos la idea de liberación sexual, cuando llegamos a proponer, con Perlongher, que no había que liberar al homosexual sino liberar la homosexualidad que cada uno llevaba dentro. Nos quedamos sin aliados. ¡Era inadmisible! 

¿Por qué se disuelve el FLH?

-Para 1975 la Triple A había lanzado su amenaza contra los homosexuales. A través de El Caudillo hacía un llamamiento a terminar con los homosexuales, encerrarlos en campos de reeducación y trabajo, al estilo de Cuba. Disolvimos el FLH hacia enero de 1976, luego de la detención de Perlongher. Si mal no recuerdo, la última acción que hicimos fue una volanteada en Parque Lezama, en contra de una declaración de Pablo VI sobre la homosexualidad. Uno de nuestros compañeros, recientemente fallecido, Alejandro Jockl, en su momento aportó una mirada diferente, más optimista, para él se salía de la condena por pecado nefando y ya no necesariamente íbamos a ir al infierno. ¡Pero nosotros protestamos igual!

¿Y cuando llega la democracia? 

-¡En el 83 se cogía en las calles! Vení a pedirme un documento… te sacábamos a patadas.  En los colectivos se yiraba mucho, en el 54 y el 51, ay cómo se franeleaba. Un año antes, en diciembre de 1982, con muy bajo perfil, surge la primera organización que fue la Coordinadora de Grupos Gays, formada por delegados de distintos grupos minúsculos que empezaban a aflorar. Yo integré el Grupo Federativo Gay (GFG) con quienes publicamos la revista Postdata (solo dos números publicados de un tiraje ínfimo) donde ilustraba y escribía. La lucha contra el poder policial entró nuevamente en escena, esta vez en un contexto de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo. Después vino la creación de la CHA, hacia 1984, de la cual formé parte.

Recuerdo que en su libro La Homosexualidad en Argentina (1987) Jáuregui se basa extensamente en una investigación tuya, “Asesinan a personas homosexuales”, para argumentar la represión a homosexuales durante la última dictadura cívico-militar, una memoria que hoy es conocida como la de los “400 desaparecidxs”.

-Así es, él recuperó una serie de investigaciones con cariz histórico a partir de una cadena de asesinatos a homosexuales efectuadas durante el ´83, una de las víctimas fue Marino Suarez, compañero mío del FLH. En ese entonces yo era activista del GFG y publicamos la investigación en Postdata. Todo indicaba la existencia de dos comandos, el de Moralidad y el Pío XII. ¿Por qué en la apertura democrática quería la ultra derecha matar a los putos? Para mí esto era un eje importante para medir la democratización de la sociedad. De hecho, por esos años un cineasta alemán, Werner Schroeter estaba realizando un film sobre la represión sexual, debió huir tras serias amenazas a su vida. Nunca llegué a ver este documental en el que participé. 

¿Qué recordás del impacto de la crisis del SIDA tanto en la comunidad como el activismo?

-Fui un militante contra el uso del preservativo. Denunciaba que era una campaña contra el deseo, Perlongher también sostenía esto desde Brasil. Para nosotros el condón era la ley que atentaba contra el deseo, venía a limitar la pasión. Después aprendí que era una manera de prevenir el sida, pero esto, para fines de los 80, no estaba del todo claro. Esta era una polémica en la CHA, qué generó divisiones en la medida que fuimos conociendo nuestro estatuto serológico. El forro pasó a ser incuestionable y yo pasé a ser una figura incordiosa. Pero la política de difusión de preservativos estaba atada también a la llegada de financiamientos para la prevención que a cambio exigían bajar nuestras históricas banderas reivindicativas, dejar de repartir volantes sobre la homosexualidad y por la derogación de las contravenciones policiales. Avanzaba un discurso totalmente culposo de nuestra sexualidad. Fue un quiebre y generó muchísimo daño entre los activistas. Treinta años después puedo comprender que hicimos lo que pudimos en un contexto sumamente hostil a nuestra visibilidad.

¿Cuál es tu percepción sobre el contexto actual signado por reconocimientos de derechos?

-Por entonces no se hablaba de matrimonio igualitario. Era impensable para nosotros que llegamos a criticar fuertemente al modelo de familia burguesa durante los 70, hablábamos de revolución total. Cuando me retiré, en el 95, seguíamos sin conseguir nada, como había sucedido en el 76 cuando disolvimos el FLH. Lo hice con cierto pesimismo, en Gays DC contribuí con la redacción de algunos documentos bajo el seudónimo de Marcelo Acosta, pero ya no confeccionaba ni repartía volantes. Venía muy golpeado y además era considerado “la vieja”, por mi participación en el FLH. Recuerdo las primeras marchas del Orgullo, en la segunda de ellas, la de 1993, se sumaron transexuales. Junto a Karina Urbina (TRANSDEVI) confeccionamos las máscaras para quienes optaban por el anonimato. Después de la ley de matrimonio igualitario empecé a ser más reconocido y a sentir los cambios en mi trabajo, antes era el puto del servicio sanitario y luego de la ley dejé de ser tratado como enfermo o perverso, y pude loquear como nunca. Yo no llegué a conocer a los gays de ahora, creo que nos llevaríamos a las patadas.