Limitaciones, vergüenza de contarlo, dejar de hacer determinados deportes o de ir a lugares por miedo a un escape, pensar donde hay baños, tratar de evitar el olor a pis. Y además, ansiedad o depresión, más gastos adicionales en productos de protección y cuidado. Reconocer al cuerpo con sus cambios es un aprendizaje que lleva tiempo. Aceptar que muta, que es otro y que su funcionamiento ya no es el mismo, para buscar las formas de poder habitarlo cuando la incontinencia urinaria es un tema cotidiano.
Porque, como escribe Ale por whatsapp, “podés estar en una fiesta bailando y sabés que prenderte al pogo puede significar un final abrupto y encarar la retirada. También que los estornudos son situaciones de alto riesgo chorrero y las carcajadas pueden hacerte caer en desgracia. Un pique para alcanzar el colectivo o una pelota a tu criatura que está en la plaza y encaró hacia la calle es crónica de un chorro anunciado”.
“Hacer cosas para trascender eso y sentirse mejor”, dice Ana Peré Vignau, periodista y coautora de Mi primera menopausia (Chirimbote), libro que pronto saldrá a la luz y donde se habla de diferentes vertientes alrededor del tema de la menopausia y el climaterio, y la incontinencia es uno: “Se afloja todo”, dice Ana y se ríe para quitarle solemnidad. “Es parte de la pérdida de estrógenos y de la pérdida de turgencia que viene con la edad y con la menopausia”.
Carla Mendes es kinesióloga especialista en suelo pélvico (@kinesiopisopelvico) y señala que la incontinencia urinaria se define como la pérdida involuntaria de orina y puede ser relevante con el inicio de la menopausia por la debilidad muscular. “Una de cuatro mujeres la tiene y aumenta con la edad. Los tipos de incontinencia pueden ser por esfuerzo o por urgencia. “Hoy en día es considerado un problema de salud pública porque hay mujeres que entran en depresión, dejan de ir al cine, de salir a comer o de hacer ejercicio para no pasar por momentos vergonzosos”, subraya. “Y es considerado un problema de la vejez. Pero puede tratarse preventivamente. Hacer prevención en los hospitales, luego del parto, dar ejercicios para que no se vuelva crónico. Hay un cambio espectacular en el ánimo cuando se dejan de usar las toallitas, se deja de sentir olor a pis y se empieza a pensar nuevamente en las cosas cotidianas”.
Testimonios que no se contienen
Alicia es docente jubilada y cinéfila. Vive en Paraná, Entre Ríos, tiene 62 años y empezó a tener incontinencia hace dos. Cuenta que no supera la vergüenza, que le da malestar la sensación de envejecer vinculada a perder el control de esfínteres, que está tan relacionado con hacerse grande y perder la autonomía. “Esa idea está soldada a la idea de soberanía corporal. Me resulta difícil la vejez, por momentos sí, por momentos no, cuando vuelve un sentimiento de vitalidad. Hay un montón de palabras vinculadas a la falta de autocontrol: decadencia, retroceso, senilidad. El olor a pis es algo que trae como una memoria, yo trato de evitar sentirme olor a pis. Me hace acordar a una señora que me cuidaba en la infancia, siempre vestida de negro, que tenía ese olor. Un olor que no era agradable, y me daba como una sospecha y una pena, como alguien sola, sin disfrute. También la incontinencia me conectó con eso.”
Laura Besio tiene 53 años, es hija y nieta de médicos. Criada entre libros de anatomía, consultorio y jeringas, recuerda que le daba inyecciones a sus muñecas: Cuenta que mamó el sanar, y si bien se desvió un tiempo del servicio de salud, gracias a la maternidad -tiene un hijo de 18 años, Teo-, al prolapso de vejiga que sufrió con el parto, y a reconectar con su espiritualidad, desde hace 16 años, trabaja en un espacio (@lunarojacirculo) en el que acompaña a mujeres, hombres y parejas con actividades terapéuticas que integran cuerpo/mente/espíritu. Dice Laura: “Desde mi perspectiva, todo surge de algún motor emocional, la mayoría de las veces totalmente inconsciente, y a veces heredado, vinculado con lo territorial (territorio como el propio cuerpo, o el lugar que habito), con el miedo, con el desborde, la falta de control de determinadas situaciones, un sistema nervioso alterado; y en muchos casos, la falta de conexión entre cabeza y cuerpo”.
Paula Sanchez tiene 50 años y está atravesando el climaterio. Es trabajadora social y se especializó en género y policías públicas. Eso es lo que la impulsó a escribir junto a Ana Mi primera menopausia. Llegó al climaterio sin tener información y se sentía perdida. Empezó a preguntarse por qué no sabía, por qué no había hablado con sus amigas y compañeras de todo esto, o por qué no había buscado más información. Se lanzó a la escritura para ahondar en estos temas, no solo la incontinencia sino todo lo que trae aparejado entrar en otra etapa.
“Sequedad, sofocos, pérdida de memoria, incontinencia, cada una lo va a atravesar de manera diferente pero lo importante es poder hablarlo. Porque lo que nos sucede cuando nos pasa alguna de estas cuestiones es que nos quedamos muy solas y con vergüenza”. Paula dice que está relacionado con situaciones históricas y culturales, por cómo nos han criado y por las implicancias que estos temas tienen en la sociedad. “Es esta sociedad la que nos enmudece y hace que no podamos juntarnos y naturalizar esta etapa. Porque pareciera que vas envejeciendo y te convertís en un ser inservible”, subraya.
Una acción publicitaria
La semana pasada, la ex participante del programa Gran hermano, Virginia Demo, realizó una acción publicitaria en la ceremonia de entrega de los premios Martín Fierro, con la idea de visibilizar la incontinencia urinaria. Esa noche, Demo abandonó una entrevista en vivo para aparecer luego con otro vestido. Contó que había estornudado y se le había escapado un chorro de pis. “Nos puede pasar”, le dijo a la periodista. Esa escena se viralizó y la incontinencia urinaria fue tema por un rato, hasta que al día siguiente Demo reveló que todo formó parte de una campaña. Junto a una marca la idea fue poner sobre la mesa los estereotipos asociados a la vejez. “Me podría haber pasado realmente. Eso que sucedió en la alfombra roja puede pasar en cualquier momento. Por eso es importante que se sepa que hay tratamientos y productos específicos para contener los escapes”, dijo al día siguiente.
La incontinencia afecta la autoestima y la seguridad. “La fortaleza interna”, describe Laura. “Te ocupa la cabeza pensando en tener una muda de ropa de repuesto si vas a salir por si hay escapes fuera de casa. Tener que usar una toallita, que en algunos casos no aguantan mucho y lo hace peor porque queda toda la orina retenida ahí. Que no se vea que estoy mojada, que no se huela. Ni que hablar, si tenés planeado un encuentro íntimo. Hay mujeres que tienen incontinencia mientras duermen. Es indicio de que estamos “viejas” y todo lo que eso carga. Pero la toma de conciencia y acción al respecto ayuda a evitar malestares porque es posible prevenirlo, atenuarlo y hasta revertirlo, en muchos casos”.
Ana suma: “La incontinencia es un tema que da vergüenza hablar y asumir porque genera impotencia. De pronto es como un cachetazo que te dice que estás vieja y ser vieja meada a nadie le gusta. Ese estigma es muy fuerte.” “En casos ya avanzados, -agrega Laura- hay equipos para acompañar el entrenamiento del suelo pélvico como bolas chinas, vibradores y pulsores: el vibrador ayuda a relajar, el pulsor a tonificar. Y siempre, y para todas: bailar, reír, mover las caderas, ¡hacer el amor con nosotras mismas!”