“Hace tiempo que me defino como una escritora antisistema porque no escribo novelas de la equidistancia”, dice Almudena Grandes con la pasión de las convicciones en la garganta. “Soy una escritora que desafía la corrección política encubierta que hay en España de escribir novelas de la equidistancia. La equidistancia quiere decir todos eran horribles, todos hicieron cosas horribles, todos fueron lo mismo. No todos fueron lo mismo, no todos eran iguales. Un escritor no tiene por qué ser neutral. Por eso para mí ha sido una bendición en esta novela el hecho de que el argumento partiera de una iniciativa diplomática –explicó la escritora–. Esta novela me ha permitido situar un libro en una clase social que ha desaparecido, que ha sido exterminada del relato de la Guerra y la República en mi país por la inmensa mayoría de los que escriben novelas o hacen películas sobre la Guerra Civil, que es la burguesía republicana. Los republicanos pueden ser víctimas o verdugos, pero siempre son gente oscura, miserable, analfabeta, que no se ducha mucho, que se mueve por rencor, manipulados, que repiten palabras en ruso sin saber lo que quieren decir. Yo creo que esa exclusión de los republicanos burgueses no es casual porque lo que hace es reforzar la idea de que el golpe de Estado fue inevitable porque si representas a los republicanos como una panda de zánganos que no se duchan la gente pensará: ¿cómo iban a dejar el país en manos de estos? ¿Qué futuro podía garantizar esta gente?”.