Después de ver el interesante documental Gender Revolution de NatGeo, me vi obligada a identificar alguna observación que no reitere la sentencia simplista de acusar de trans-intersex-fóbicos a este tipo de producciones. Usualmente lo son y usualmente funciona la acusación, ya lo sabemos, pero no es este el caso. Entonces me lanzo a la siguiente pregunta de manual actipunki. ¿Habrá chance real de que un documental de estas características, producido en Estados Unidos, tenga verdaderamente la capacidad de contemplar los aspectos de interseccionalidad indispensables para abordar las temáticas de género y diversidad corporal en todo su abanico y a nivel global, sin terminar por colonizarlas con su insufrible, recurrente, facilista y siempre disponible narrativa queer made in sunny San Francisco? Vamos bien de nuevo. Tampoco es este el caso.

Si bien este documental se relata desde el glosario occidental del activismo trans e intersex y las nuevas mutaciones idiomáticas que las resignifican incesantemente, especialmente dentro de  espacios de juventudes universitarias norteamericanas, el mismo incluye entre otras cosas por ejemplo, un interesante episodio sobre regiones y culturas que sobreviven a la colonización occidental. En esas culturas las personas de expresión de género no binaria gozan de una enorme inserción y respeto social,  asestando de paso un soberbio cachetazo a Occidente y ubicándolo, como corresponde, lejos de las posiciones de vanguardia en lo que a inserción social de variantes de expresión de género respecta.

Nada mal para un documental y ya te dan ganas de verlo, ¿no?  Adelante y servite nomás, porque aquí los relatos son en primera persona y las historias no están intervenidas o editadas ni por la entrevistadora ni por profesionales clínicos. Lxs médicxs entrevistadxs no gozan del privilegio de tener la última palabra. Sus declaraciones compiten de igual a igual con las de las personas trans e intersex, y la sensación general es que las primeras quedan bastante cuestionadas.  Katie Couric -la entrevistadora- se remite a preguntar y aprender, no a cuestionar, responder o interpelar. Su papel es decoroso, salvo por el cis-desliz infaltable de preguntarle a Allison -una mujer trans a punto de entrar en cirugía de afirmación- por su “nombre anterior”.  

¿Podremos entonces circular este documental como una respuesta esperada y necesaria que le ponga un paño frío a la ansiosa demanda de visibilización desde lxs cisaliadxs a las comunidades trans e intersex, convencidísimxs de la grave falacia  de que ambas son “maomenolamesmacosa”? Ya aprendimos que semejante escenario entrega una cura tan espantosa, que decidiremos volver corriendo horrorizadxs hacia los paternales brazos de “la enfermedad” de la cual se supone estábamos intentando huir. Cuando hay amores que matan y las “buenas intenciones” acaban por agregar capas de tierra sobre quien ya había sido enterradx estando aún con vida, las agujas indicarán que no es cuestión de visibilizar sin antes escuchar, empatizar, acompañar, y correrse a un costado para ceder el protagonismo a quien realmente necesita y debe hablar en primera persona. Tal vez sea mucho pedirle a esta producción que cumpla semejante rol. No sé si me atrevería a tanto, pero podés sentarte a verla con tu vecinx, que seguro algo va a aprender.

Si bien todxs lxs entrevistadxs son nacidxs o residentes en Estados Unidos, quienes hablan son las personas y activistas trans e intersex sin importar su edad, etnia o clase social. Desde menores bajo tutela parental a adultxs mayores. Entre ellxs Renée Richards, la famosa tenista profesional trans ya por las 83 pirulas, que transicionó en todo menos en mudarse a este milenio. No tiene por qué tampoco. Renée Richards quiere quedarse en el rosa y el azul y a ella le podemos perdonar el derrape.   

Podremos también cuestionar si las voces trans e intersex aquí retratadas son universalmente representativas. Seguramente no. Pero no seamos tan extremistas. Teniendo en cuenta que cada persona es un ser único e irrepetible, ¿quién puede considerarse universalmente representativx? Ni aquí ni en ningún otro documental sobre otras temáticas, pero tampoco es el punto. Lo que importa son aquellas problemáticas comunes que las personas debemos atravesar forzadamente cuando nuestros cuerpos, identidades o expresiones de género difieren de las establecidas por las normas.   

Gender Revolution opera entonces como un espacio solidario que se ofrece como vehículo para que distintas personas y activistas trans e intersex del occidente se expresen sin ser interrumpidas, estigmatizadas y sepultadas por algún diagnóstico cis en off que quede como última palabra o imagen en los oídos y retinas de lxs espectadorxs. Por esta vez al menos, quien pretenda invadir, deberá buscarse otro espacio para hacerlo. 

Es así entonces, con todas estas herramientas en mano, que me dispongo a identificar aquella observación distintiva que señalé al principio. Yconcluyo en decidirme por el desmantelamiento de la fobia hacia la diversidad corporal y expresión de género, pero tomando debida nota de que ésta tarea es fundamentalmente, aunque no de forma excluyente, una gigantesca deuda contraída por el mundo hegemónico occidental con la humanidad entera como su única acreedora.