Esa tarde de domingo, Ernesto Tabárez había terminado una relación de casi una década y, pelota en mano, enfiló hacia la canchita de básquet del Dique, en la rambla sur de Montevideo. “Hay momentos donde tirar al aro es lo único que puedo hacer. Es algo mecánico, hay que dejar que suceda y no pensar”, cuenta. Y en eso estaba cuando, de la nada, brotó en su cabeza un estribillo que mencionaba a Michael Jordan. “Era completamente imposible que eso fuera a una canción. No tenía forma de seguirlo”, dice. Fue un chispazo de creatividad inconcluso. Tres semanas más tarde, parecía navegar a la deriva en un bote, en el lago del Parque Rodó. “Estaba remando, completamente desolado y, en el medio del agua, me cayó de un tirón: Es tan extraño/ el lago, los botes, los gansos/ y en otro planeta los autos/ los pasajeros. Y enseguida apareció el estribillo de Jordan, que lo había dejado tirado en el closet de la mente. Encajó todo. Ok, tengo una canción, pensé. Y volví remando lo más rápido que pude a la orilla, para pedir una hoja y un papel antes de olvidarlo”.

“Jordan” fue uno de los últimos temas que Tabárez compuso para El éxodo, el tercer disco de Eté & Los Problems. La llave que había puesto en marcha su motor creativo, recuerda, había sido una canción sobre aves migratorias que no llegó a buen puerto. “Fue un fracaso absoluto, pero en paralelo a eso estaba leyendo Las uvas de la ira de Steinbeck. Y me quedé metido en ese mundo, más allá del libro: la idea del camino, del movimiento, del éxodo, de cargar todo lo que es tuyo y aventurarte en una dirección desconocida. En el medio encontré un ejemplar de Le Monde Diplomatique que hablaba del éxodo rural de China, que es el desplazamiento de personas más grande de la historia de la humanidad. Y todo eso se terminó mezclando con el éxodo bíblico y también con el éxodo oriental, el hecho fundacional del pueblo uruguayo. Yo construyo un mundo, después veo qué canciones le hacen falta. Tiene que ver con un proceso más íntimo que, en algún momento, se hace público. No es hacer un disco: es otra cosa”, afirma, con una cuota de misterio.

El resultado es una compacta colección de relatos cantados que, a la manera de los casetes de Bob Dylan, Los Beatles y Lou Reed que marcaron su educación sentimental, mantiene su cohesión interna de principio a fin. Pero fue gracias a esa maravilla de 3 minutos, 30 segundos titulada “Jordan” que el cuarteto finalmente encontró el atajo que los llevó de los antros del under a los oídos del gran público. En 2015 se alzaron con tres estatuillas en los Premios Graffiti a la Música Uruguaya: mejor tema, mejor banda y mejor álbum de rock alternativo. Tabárez también atesora otras instantáneas de ese momento especial en el que su música por fin cobró vuelo propio. “Hay un boliche de Montevideo donde van a bailar pibes del interior, que escuchan lo que suena en la radio. Y un amigo pasó por la puerta y había unos pibes cantando “Jordan”. Cuando me lo contó, me dejó ‘guaauu... esto me excede’. Lo cual está buenísimo, me hace feliz”, dice. “Para mí es medio milagroso, un milagro personal: es una canción que hice en completa soledad, angustiado y perdido. Y ahora es un himno de la gente que nos va a ver”, completa.

El rock garagero y la veta cancionera de Eté & Los Problems alcanzaron un verdadero hito en “Jordan”. “Ahí está todo lo que fui. Y todo lo que soy”, define su autor, aquel adolescente que mientras jugaba en el club Cyssa Maroñas soñaba con ser basquetbolista profesional. “Entre disco y disco, tengo un período en el que no puedo escribir y pienso que nunca más lo voy a poder hacer. Y en ese tiempo, desolado, me la pasaba jugando a un videojuego, el NBA 2K11, en el que seguís la historia de Michael Jordan. Lo hacía con la computadora silenciada, pensando en música y no logrando nada. Y cuando cayó ‘Jordan’ me di cuenta: ¡La construí durante un año, jugando a esa poronga!”, recuerda con una sonrisa. “Es un tema que tiene muchas cosas que deberían hacer que no fuera popular: no tiene un sonido FM; yo tengo una voz rasposa; en la segunda vuelta, donde debería venir el estribillo, metimos el puente de vuelta. No seguimos una fórmula, pero la historia es lo suficientemente simple como para conectar con cualquiera. Y, en el fondo, es lo que uno busca en las canciones: una forma de la verdad, algo que en ese instante se pueda sostener como tal”.

“Uno hace un disco teniendo ciertas expectativas, pone un montón de tiempo, esfuerzo, amor, dinero. Y espera que eso llegue a la gente. También había sido así con los dos anteriores pero, sin embargo, recién sucedió con El éxodo. Básicamente, este grupo de canciones llegaron al corazón de personas que no nos conocen, no son amigas, no tienen nada que ver con nosotros”, describe el compositor, cantante y guitarrista, también conocido como el Eté. “Nosotros tocamos hace doce años. Y en los últimos tres nos pasaron cosas que no nos habían pasado jamás: nos fuimos a Europa, ganamos premios, en Montevideo las personas conocen nuestras canciones. Entonces nos pareció que no era justo con un disco que nos había dado tanto, dejarlo en un estante y ponernos a hacer otro, sin darle un cierre. Y decidimos celebrarlo con todos, con la gente que se sumó a los shows, los que nos han acompañado desde el principio, los amigos que tocan. Lo hicimos el 3 de noviembre en La Trastienda de Montevideo y fue hermoso, realmente”.

Antes de ponerse a trabajar en la materia prima del sucesor, la banda cruza el Río de la Plata para despedir El éxodo también sobre suelo porteño. Después de su primera visita como teloneros de La Vela Puerca en GEBA allá por 2012, que al toque incluyó una participación en el Festipulenta, mucha agua ha corrido bajo el puente imaginario que une a ambas orillas. “Nos ha pasado de todo, desde tocar para 20 personas en Burzaco a hacerlo frente a 20 mil con La Vela. Y, al mismo tiempo, en los últimos años ya hay un grupo de personas que nos viene a ver. De hecho, nuestro primer show solos en Buenos Aires fue para presentar El éxodo en La Capilla: estábamos felices. Por eso, igual que en Montevideo, amerita una despedida del disco. Y van a estar los amigos argentinos que siempre nos acompañaron en el escenario. Y también vamos a presentar algunas canciones nuevas, con la calidad de sonido y las luces que usamos en Montevideo. Es el mejor Eté & Los Problems posible, lo mejor que podemos dar: entregamos nuestro show como una forma de agradecimiento, una joya. Oscura, pero joya al fin”.

Eté & Los Problems despide El Éxodo 
el viernes 8 de diciembre, a las 21, 
en Uniclub, Guardia Vieja 3360.