Escondido en Núñez
Pequeño y acogedor, así es este bistró escondido en Núñez, ubicado sobre una de esas cuadras que solo sus vecinos recorren todos los días. Frente a una verdulería y entre casas bajas y coquetas, Très propone una carta llena de delicatessen a un precio sumamente amigable para el bolsillo diario, en un lugar bonito y sencillo, con detalles cuidados, mesas en la vereda y un espacio para dejar las bicis. Así lo soñaron sus dueños, una pareja fanática del buen comer embarcada en la tarea de alimentar al barrio con algo distinto, que les permitiera salir del clásico sándwich de jamón y queso. Ella, Leticia Churba -miembro del clan dedicado al diseño de muebles e indumentaria y una de las hacedoras de la marca de accesorios Perfectos Dragones- además de pensar los platos, cocina la parte dulce. Muffins veganos ($45), alfajores de nuez ($45), cookies ($25) y granolas que se pueden acompañar con café Lavazza que preparan espresso o a la turca, y que forman parte del combo de desayuno/merienda que incluye un poco de todo (de $75 a 140).
En el lugar preparan jugos y “citricadas”(limonadas que suman otra fruta como pomelo, frutilla o kiwi, $60) para beber que cambian jornada tras jornada, al igual que los combos del día. La carta está construida sobre cuatro pilares: ensaladas, wraps, sándwiches y tartas, aunque siempre hay un plato fuerte que varía según el clima. Como siempre, es en el detalle donde está lo mejor: en este caso, ese detalle se traduce en el uso de especias y toques orientales que marcan la diferencia. Los sándwiches vienen con hummus o mayonesa de zanahoria con kümel o ajo y las ensaladas incluyen tabule y trigo burgol. Los panes son frescos y variados: hay multicereal, integrales o ciabattas recién horneados. Por lástima, no hay opciones de vino, solo cerveza Stella Artois. Se puede elegir de la carta u optar por algunos de los menús ejecutivos (desde $90 hasta $150).
Très es uno de esos lugares que todo barrio agradece: simple pero rico, con mirada propia y precios honestos.
Comodín en Recoleta
Aunque tiene todo para ser un lugar paquete de Recoleta, acartonado y de nariz respingada, Convite trascendió el estereotipo prejuicioso y se transformó en un bonito bistró para quienes quieren comer rico en un barrio que busca sacarse años de encima con opciones más modernas. Algunos tal vez recuerden Pascal, un restaurante con espíritu similar, que supo ocupar el mismo espacio físico. Este es el tercer local de Convite (los otros están en San Isidro y en Palermo), marca que también cuenta con una empresa de catering. Al pasar por la vereda hay que estar atento para no confundirlo con un local de cualquier otra cosa, ya que solo su nombre en letras blancas sobre fondo gris anuncia su presencia. Al entrar, lo primero que se ve es un salón chico pero cómodo y, en el fondo, un mostrador que exhibe la excelente pastelería del lugar, uno de sus puntos más fuertes y golosos, con alfajores ($25), macarons ($30), mini tortas (el Key Lime Pie es fantástico, $85) y scons ($30) recién hechos. También hay opciones sin gluten.
Las opciones de desayuno incluyen el café italiano Illy y los conocidos tés de Tealosophy (desde $60). Hay dos propuestas de brunch para compartir ($440), además de platos del almuerzo cambian diariamente, según los productos de estación, incluyendo sándwiches, tartas y similares. Un buen dato: cada menú se puede combinar con una copa de vino de la casa, un aperitivo o con licuados de fruta natural.
Si la idea es picotear y apostar a la variedad para no aburrirse, hay una buena selección de finger food que incluye mini sándwiches ($38), blinis ($90) y distintos tipos de bruschetas ($110).
Convite es un lugar con clientes varios, un comodín para tener siempre a mano: funciona para una parada estratégica, comer algo rico y seguir camino; también para ir con la compu y laburar un rato; y de mañana suele poblarse de mamás que dejan a sus niños en el colegio y buscan un instante de relax antes de continuar el día.
Tranquilidad en Banfield
En una esquina de Banfield, a pocas cuadras de la estación de tren, abrió Broome, un espacio diseñado al detalle, grande y cómodo, donde las mesas guardan una distancia prudencial, la música es casi imperceptible y la acústica perfecta, algo tan poco habitual en otros lados que sólo por eso vale la pena visitarlo. En el lugar no hay conversaciones a los gritos ni licuadoras ensordecedoras, el café no se muele en el salón y la tele está apagada. El resultado: un lugar muy cálido donde la gente charla y se escucha. Además del salón principal, Broome tiene un patio con mesas que se iluminan de noche con guirnaldas de luces y una pequeña pero bien puesta barra donde salen aperitivos. Aquellos que lo prefieran, también pueden comer afuera, en unos cómodos sillones ubicados en una vereda con poco tránsito.
Desde los panes hasta los dips, todo se hace en la cocina del restaurante, que propone una buena variedad de platos. Hay hamburguesas (desde una hecha con tapa de asado y roast beef hasta otra de langostinos y cerdo, $220 y $270, respectivamente); de entrada, burrata italiana ($310) o un súper abundante Sample Fried para compartir que combina fritos de pollo, queso, langostinos y papas ($490); la carta también incluye opciones vegetarianas y apto celíacos. Las tartas se hacen con masa casera, muy fina y crocante, la de puerros y queso azul viene acompañada con tomates cherry, verdes y brotes de rabanito que le dan un bienvenido toque picante ($160). Tienen variedad de vinos y cervezas, también tragos clásicos ($130 promedio), con promos que van variando como los 2x1 de los jueves, de 20 a 21. La pastelería es uno de los fuertes del lugar: las tortas son fantásticas, en especial la de tres chocolates, y se pueden acompañar por café y distintos tés de Tehani. Hay opciones de desayunos (desde $85) y propuestas de brunch para compartir (desde $390). Abierto de lunes a lunes, en ese sur bonaerense de casas amplias y calles arboladas, Broome no falla. Incluso, amerita la excursión para quienes no son de la zona.
