“Me interesaba encontrar alguna ligazón entre los viejos discursos libertarios y cuestiones que circulan hoy como si fueran una novedad”, dice Laura Fernández Cordero, socióloga y autora de Amor y anarquismo. Experiencias pioneras que pensaron y ejercieron la libertad sexual, libro editado recientemente por Siglo XXI. Con una prosa informativa y dinámica, Fernández Cordero recupera pensamientos, discursos e historias que pusieron en cuestión tópicos como el matrimonio, el amor libre, la prostitución, la homosexualidad, el aborto, la maternidad. “Quise proponer una relectura del anarquismo, que, hasta las feministas de la década del ‘80, fue leído más en relación con el movimiento obrero y no desde este elemento central: la idea de que una revolución social implica una sexual.”

En algunos temas, como el aborto o la homosexualidad, el anarquismo fue preso de “la moral de la época”, según el análisis de la autora. En todos los casos, los debates eran candentes: había posiciones revolucionarias, muy adelantadas a su tiempo e incluso a éste, y otras mucho más conservadoras. El recorrido que traza la socióloga pone el foco en la prensa anarquista de 1880 y 1930, ante todo publicaciones escritas por mujeres, y trae al presente historias emblemáticas. Como la de la Colonia Cecilia, fundada en el estado brasileño de Paraná por partidarios del poliamor; la de Anita Lagouardette, que recibió cinco disparos al revelarle a su marido que sentía afecto por otro hombre; o la de Severino di Giovanni y América Scarfó. 

El anarquismo “dejó en evidencia la politicidad del sexo antes de los escozores que provocó Sigmund Freud, antes de la libertad erótica setentista, antes de que se escribiera la historia de la sexualidad misma”, plantea Fernández Cordero en el prólogo de este trabajo. “Hay varias ideas que el libro apuesta a combatir: por ejemplo, la de que las nuevas identidades sexuales y la aparición de la mujer como sujeto de emancipación es un invento del posmodernismo. Hay discursos para recuperar en los movimientos emancipatorios de la izquierda, que no fueron leídos o puestos en un lugar central. Revisar el pasado fortalece la lucha del presente. Recuperar estas aristas permitiría pensar en una revolución general más rica y llena de matices”, concluye la autora, en diálogo con PáginaI12.

–Uno de los grandes temas de   Amor y anarquismo es el amor libre. ¿Cómo ve esta discusión en la actualidad?

–No es un tema exclusivo del anarquismo. Ideas sobre el amor libre y otras formas de relación afectiva ha habido en casi todos los movimientos emancipatorios. Yo lo que hago es ver cómo se moduló eso en el anarquismo local en ese período, y efectivamente tiene resonancias contemporáneas. Es una vieja idea que parte de la crítica a las relaciones amorosas hipócritas o por conveniencia. El epítome es el matrimonio burgués, una ligazón de conveniencia económica, para la seguridad en la herencia y el control de la mujer. Los anarquistas denuncian que el matrimonio burgués se sostiene con otros dos elementos: el adulterio y la prostitución. La apuesta del amor libre es por uniones libres no hipócritas, realmente basadas en el afecto, la afinidad. En la práctica, comienzan las dificultades, porque… 

¿cuántos varones estaban dispuestos a renunciar a las relaciones de propiedad sobre las mujeres? ¿Cuántas mujeres se van a poder hacer de esa libertad en medio de la violencia sexual y la falta de anticonceptivos seguros? ¿Qué sucede con los hijos e hijas de esas relaciones, sin una legalidad que los proteja? Hoy resuenan algunos de los mismos problemas. Si bien las mujeres pueden sostenerse en gran medida económicamente independientes, siguen surgiendo los celos o la pregunta por cómo manejar la cuestión de que el otro sepa. Y en las últimas dos décadas, se añade el agregado de que esas relaciones pueden ser no necesariamente heterosexuales; una noción de fluidez en lo sexual que no está presente en los discursos anarquistas. Presos de una moral de época, salvo contadas excepciones, consideraban a la homosexualidad como una aberración.   

–Había posiciones de todo tipo en casi todos los temas, ¿no?

–Cuando empiezo a trabajar en esta clave de recuperar las polémicas y voy de periódico en periódico, encuentro que los contenidos de lo que las mujeres venían a decir estaban en la prensa en general. No es que vienen a agregar un contenido muy original, sino que lo original es que toman la voz, lo dicen en su nombre, desde su experiencia y prácticas. Hay distintas posiciones. Más conservadoras y más libertarias. Las mujeres no adoptan la versión del amor libre más radical. Medio te desilusiona... Pero se da en un marco. La falta de acceso a la anticoncepción segura; el aborto se daba en la clandestinidad, como hoy; ellas se quedan con los hijos: todo un contexto hace que ellas no puedan asumir un discurso más libertario. Por eso hay un tema con la etiqueta, si son feministas o no. No lo son en el sentido en que se era en ese momento: feminista era una burguesa que buscaba derechos civiles y políticos para las mujeres. Las anarquistas no se sienten identificadas con ese feminismo. Dicen no ser feministas, pero leídas desde hoy, lo parecen.

–¿Qué relación se puede establecer sobre cada tópico entre el discurso anarquista y el debate actual?

–Por un lado, lo que encontrás en estos discursos es un maternalismo indiscutido. Toda mujer es madre, es su misión en esta vida, y lo único que discuten es la idea de maternidad a toda costa. Eso no debería sorprendernos, porque hoy es difícil de discutir ese mandato. Todavía estamos dando vueltas alrededor de la idea de una mujer que no quiera tener hijos. Por otro lado, es difícil encontrar discursos anarquistas que valoren el aborto ligado necesariamente al derecho de la mujer a decidir sobre su propio cuerpo. Lo que más circula es una visión condenatoria, que disculpa a las mujeres que llegan a eso por necesidad. En cuanto a la prostitución, la visión es la de la izquierda clásica. La prostituta es una víctima de todas las víctimas. Y es disculpada en este sentido. No pueden pensar que una mujer esté ahí porque quiere, porque decide ser trabajadora sexual. Son discursos que aparecen después.   

–¿Las temáticas que discutía el anarquismo son las que discute hoy el feminismo?

–Algunas sí. Pero el anarquismo insistía en que eso era parte de una revolución general. Discutir la cuestión sexual es discutir la explotación y el sistema capitalista. Liberar a la humanidad es liberarla de todas las opresiones; ésa clave es interesante porque no se detiene en el mundo del trabajo. Llega hasta el hogar. A las relaciones afectivas, y eso es lo que lo hace tan contemporáneo.