En el campo popular se impone el monólogo por sobre el diálogo. Se habla más de lo que se escucha. Persiste el estado de shock frente a la victoria de una expresión conservadora. Una conmoción que inmoviliza, que multiplica las dudas y que le permite al nuevo frente neoliberal avanzar con contrareformas que parecían impensadas años atrás.

La supremacía del neoliberalismo se alcanza con la ruptura de los lazos de solidaridad. Su victoria es la primacía del individualismo y el consecuente reinado de la selección natural del más apto. Su realidad cultural impregna a la sociedad y a su dirigencia, incluyendo a los sectores progresistas. El sentido común del imposibilismo se disemina en una mayoría, aún paciente, expectante y silenciosa.

Es tiempo de animarse a romper con las reglas impuestas, es tiempo de escucharnos más y, claro, de hablar menos. Debemos mirar al pasado, no con añoranza, sino para comprender por qué hoy transitamos este presente. Determinar cuáles han sido los limitantes que impidieron construir mejores futuros, y comprender que alcanzar el gobierno no implica hacerse del poder.

Desde el Gobierno nos explican que accedimos a derechos que no se corresponden con la realidad de nuestro país. Hay que bajar salarios, ajustar jubilaciones y programas sociales. Se deben liberalizar las fuerzas del mercado para que lleguen las inversiones que nunca llegarán. Se estrenó la temporada de mercantilización de los derechos, se los transforma en privilegios, mientras ingresamos en un espiral de endeudamiento externo que demanda de un criminalista para explicar su grave impacto y consecuencias. La sociedad aún no reacciona, sigue en posición pasiva. Parece alimentarse de una expectativa de un futuro mejor que se aleja a diario, mientras se siente ultrajada por los importes de las boletas de los servicios públicos.

Los resultados electorales de octubre confirman que el principal acierto del Gobierno ha sido incentivar el quiebre del panperonismo y de la centro izquierda. Un Gobierno sin resultados positivos que mostrar, con una enorme capacidad en el terreno comunicacional, pudo transformarse en una sólida primera minoría y envalentonarse para imponer su agenda de reformas neoliberales. Donde se consolidaron derechos, se comienza a sentir incertidumbre. Y nos dicen que la incertidumbre debe gustarnos, eso nos debe hacer sentir modernos.

Todos terminamos jugando para Macri y todos perdimos. La falta de síntesis en candidaturas comunes alejó la posibilidad de vencer al oficialismo. Las consecuencias negativas de los desaciertos las pagan los trabajadores y los sectores más humildes. En el peronismo se busca el defecto constante en el otro, hasta transformarlo en un adversario. ¿Somos conscientes de que la contradicción principal se encuentra en la Casa Rosada y que si el campo popular no sintetiza una construcción plural, programática, movilizadora, se quedará allí por mucho tiempo?

Frente a un Gobierno que no cede cada nueva posición que arrebata, en la división está la derrota. Sin la unidad, el campo popular seguirá sufriendo cotidianas derrotas, individuales, algunos de ellas imperceptibles. Es tiempo de animarse a caminar juntos hacia la posibilidad, compleja, de una victoria que entierre políticas que ya fracasaron en el pasado y que nos condenan a la dependencia, al atraso y a la desigualdad.

Para construir esa nueva mayoría no alcanza con oponerse a las políticas actuales, demanda animarse a proyectar políticas para enfrentar los nuevos desafíos. Es imperativo formularnos las preguntas correctas, y desde allí buscar las respuestas necesarias. No hay nada más reaccionario que pensar que el futuro se resuelve con la agenda del pasado. Las sociedades toman decisiones, no por el presente que transitan, sino por la expectativa del futuro que desean. La esperanza es la herramienta más movilizadora.

“Las luchas de ayer son los derechos de hoy y la falta de acción colectiva es el retroceso de mañana”, afirma con claridad Juan Carlos Monedero, cofundador del español Podemos. Palabras necesarias para el momento que atraviesan Argentina y Sudamérica. Las contrarreformas demandan unidad y movilización para frenar las restricciones de derechos que implican la consolidación de una Argentina dual. El campo popular debe estar listo para cuando se produzca el descascaramiento de políticas fallidas. Las palabras y la comunicación se terminan desvaneciendo y se impondrá la realidad de desdicha en cada hogar argentino.

Es tiempo de escucharnos, de ver en el otro a uno mismo. Es tiempo de menos monólogo y de más diálogo. Nadie sobra en el peronismo, todos son necesarios en el campo popular. Construir en la diversidad es una obligación, con ideas claras, con honestidad intelectual y con valores éticos inquebrantables, remarcando que a mayor representatividad, mayor responsabilidad en el camino de la unidad. No hay inocentes si se le termina garantizando, desde la división, la hegemonía al PRO. En estos tiempos de necesaria unidad y de obligatoria movilización popular, habría que rememorar a Mario Benedetti, cuya prosa nos recuerda que “en la calle codo a codo, somos mucho más que dos”.

* Rector de la UMET.