Diego de Aduriz, también conocido como DDA, es un artista global y local de este siglo. A los 25 años, en 2002, emergió en la escena porteña de la post‑crisis como productor de un festival de música, arte y magia. Desde 2014 vive en Rosario, donde estudia Arquitectura y creó un Museo Fluo iluminado con luz negra en el barrio de Refinería. Tanto el dibujo en color como la autoedición y el diseño de modas le sirven para una creación constante que trasciende toda frontera. Al igual que los gatos cristalinos traslúcidos que ama dibujar, su obra convence de que existe en varias dimensiones del universo; es como si Fernanda Laguna y Xul Solar se pusieran a pintar graffiti juntos.

Hoy a las 19 en el Club Editorial Río Paraná (Pasaje Pan, Córdoba 954, planta alta, local 25), se presenta Hoy recordé algo que había olvidado. Diario de sueños, derivas y ocurrencias, el nuevo libro de Diego de Aduriz se titula igual que su exposición el año pasado en Embrujo (el espacio que sostuvo una artista muy afín a DDA en la paleta arco iris, la terrenal espiritualidad y la libertad con que ambos se mueven entre lenguajes: Virginia Negri. Otra punta de ese triángulo es el diseñador Manuel Brandazza, coprotagonista onírico de muchos de los viajes nocturnos que DDA narra con humor y maravilla).

No se espere un libro pulido. Estas notas tienen la velocidad de la bitácora. Algunas constituyen los grafismos que inserta entre sus imágenes. En vez de la obsesión literaria por la buena forma, hay la urgencia por no dejar escapar ideas creativas que aparecen en medio de la más bizarra pesadilla o la más psicodélica de las fiestas, soñadas o reales o in between. Que la idea termine o no en una obra no parece importar, sí la búsqueda de un conocimiento creador del mundo: la obra o el texto no como objeto sino como manual práctico de magia y como modelo de un nuevo estilo, que se aburre de la solemnidad modernista.

Una película kitsch y una lectura sobre animismo detonan un sueño en el que "de a poco me doy cuenta que yo no debería estar en ese lugar y los habitantes me lo hacen saber, eran todos híbridos entre el ser humano y distintos animales: había mujeres camello, hombres perro, hombre gato y otros y yo empecé a sentir una extrañeza tan grande que me asusté pues estos seres me intimidaban y grité y así dejé de sentir miedo y los alejé de mí e inmediatamente me desperté".

¿Dónde sucede esto? ¿Sólo en su mente? A veces se encuentra con celebridades en estas excursiones, como sus admiradas Marta Minujin y Madonna; también con una Mirtha Legrand oracular o una Carmen Barbieri comestible. Entre relatos, poemas y frases chistosas se cuelan aforismos capaces de abrir cabezas con la eficacia de un koan zen.