En medio de una crisis que se multiplica, la delación del ex ejecutivo de Odebrecht, Claudio Melo Filho, fragiliza más al gobierno del presidente brasileño Michel Temer. A pesar de que fue salvado esta semana por la Corte Suprema, en su decisión, polémica y debatida, de mantener al jefe del Senado, Renán Calheiros, para votar el martes la enmienda constitucional de congelamiento por 20 años del gasto público.

Ya lo había advertido en una escucha telefónica en poder de la justicia el ex presidente José Sarney: “Cuando la empresa Odebrecht hable, será una ametralladora punto 100”. Y eso es lo que ocurrió ayer con uno de los 77 delatores de la empresa de ingeniería, que acusó al propio Temer y a sus ministros y a la base que los sustenta, integrada por los ex candidatos presidenciales Aecio Neves y Geraldo Alckmin.

El texto de la delación involucra a los principales partidos que apoyan a Temer, el PMDB, el PSDB y Demócratas, pero también hay referencias a dinero dado para campañas en el estado de Bahía al último jefe de gabinete del gobierno de Rousseff, Jacques Vagner, del Partido de los Trabajadores (PT). “Temer está preocupado y espera que baje la tensión en los próximos días”, dijo un habitual portavoz del Palacio del Planalto frente a la denuncia del ex director de Relaciones Institucionales de Odebrecht, Claudio Melo Filho, quien dijo que el actual presidente, en 2014, le pidió diez millones de reales (poco más de 3,3 millones de dólares) a Marcelo Odebrecht en una reunión en el Palacio de Jaburú, residencia del vicepresidente.

El destino fue pagar la campaña a gobernador de Paulo Skaf, jefe de la Federación de industrias de San Pablo (Fiesp), afiliado al PMDB y quien financió abiertamente las campañas en la Avenida Paulista de San Pablo para apoyar el juicio político contra Rousseff en base a una consigna contraria al aumento de impuestos para las actividades financieras. El dinero fue entregado, según el delator, a José Yunes, amigo y asesor especial de la Presidencia nombrado por Temer. La negociación de 2014 fue hecha también por el jefe de gabinete de Temer, Eliseu Padilha.

Temer negó en un comunicado de la presidencia la denuncia, que detalla cómo él y dos de sus ministros, Padilha y Wellinton Moreira Franco, históricamente, dominaron las contribuciones ilegales de campaña al PMDB en la Cámara de Diputados. El PMDB, un partido centroderechista que tiene vertientes conservadoras, liberales y progresistas, es el más grande del país y nunca llegó al poder en forma directa, sino de manera apenas indirecta. Ocurrió así con José Sarney, con Itamar Franco y ahora con Temer. Siempre fue oficialista y es el gran péndulo que domina la agenda parlamentaria del país.

Las declaraciones de los corruptores del sistema de financiación de la política, la empresa Odebrecht, que admitió la práctica y pidió perdón públicamente, reaviva la idea de que en 2017 habrá un cambio de presidente que el propio Calheiros, hombre fuerte del PMDB, se negó a aceptar: “Michel Temer tiene más firmeza que el ex presidente Fernando Henrique Cardoso”. Cardoso, del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB) de Alckmin, Neves y el canciller José Serra, es el princpal sostén de la alianza con Temer y fue lanzado como candidato en 2017 de una eventual elección indirecta que lleva adelante el Congreso. “Es el golpe dentro del golpe”, advirtió la ex presidenta Dilma Rousseff sobre esta estrategia, a la que comparó con el período militar, en el cual la dictadura se impuso en 1964 pero legalizó la represión política y económica en 1967.

Sin embargo, todo dependerá de hasta dónde llegue la delación premiada de los 77 ejecutivos de Odebrecht, incluido el heredero del imperio de la ingeniería más grande de América Latina, Marcelo Bahía Odebrecht, condenado a 21 años de prisión que se acortarían en diciembre de 2017 si es que lo que está delatando es aprobado por la Suprema Corte y el juez Sérgio Moro.

A su vez, el PMDB en el Senado también fue denunciado. La plana mayor, con Calheiros a la cabeza y Romero Jucá, líder del gobierno en la cámara alta y primer ministro renunciante de Temer que fue grabado argumentando que el juicio político contra Rousseff debía servir para una acuerdo con la corte suprema “para parar la sangría”, que en la clase política estaba haciendo la Operación Lava Jato.

Pero en otro costado de la situación, la delación de Odebrecht pretende ser como una ametralladora pero también es la munición de los fiscales y el juez Moro para enfrentarse al Congreso. Haber filtrado esta delación, según la clase política, puede ampliar la guerra entre poderes, ya que los fiscales y el juez Moro intentan cambiar la legislación mediante acciones políticas y la alianza de la llamada opinión pública, pero recibieron de parte del Legislativo un proyecto de ley con más sanciones al abuso de poder del Judicial.