En toda vida, mítica o real, hay por lo menos una encrucijada: un punto de inflexión, momento decisivo que abre dos caminos posibles, uno solo de los cuales puede tomarse. El azar suele ser el artífice de esos instantes cruciales, esas casualidades que urden destinos. Uno de ellos, casi una escena de western, fue el encuentro de Rubén Sevlever con Aldo Oliva en 1957 en un café de Rosario, en una parada del viaje del joven Sevlever de Santa Fe a Buenos Aires en busca de un empleo.

"Caramba, vos tenés inquietudes, cómo puede ser que te vayas a Buenos Aires, quedate acá, yo te presento a los amigos, yo voy a la Facultad de Filosofía y Letras y hay mucha gente en Letras que te va a interesar", contó Sevlever a Osvaldo Aguirre que le dijo Oliva. Lo convenció. Sevlever desvió su trayectoria: se quedó. Siguió hablando de literatura y conoció de modo similar a Juan José Saer (otra charla casual, en un ascensor, sobre Faulkner). Con Saer (de sobretodo negro en la foto que ilustra esta nota) compartió trabajos y alojamientos modestos, en lo que este último supo recordar como la mejor época de su vida. De 1958 a 1961 dirigió la revista Pausa. Con Reynaldo Papalardo activó la librería Aries, punto de encuentro para su generación literaria. En 1966, su libro Poemas 1956‑1964 obtuvo el primer premio de poesía de la Dirección General de Cultura provincial y fue el primer título de la colección Alfa, de Editorial Biblioteca Vigil, reimpreso en 1968 con una increíble tirada de 6500 ejemplares.

Hoy, la Biblioteca Vigil, afianzándose en su recuperación del crimen material y moral cometido por la dictadura de 1976 contra esa institución y la comunidad, presentó a fines del mes pasado El poema no es, poesía reunida de Rubén Sevlever, con prólogos actuales de Aguirre y de Roberto García. La edición suma el rescate de estudios críticos por Nicolás Rosa, Mario Levrero, Roberto Retamoso, Carlos Saltzman y Jorge Isaías. Los otros poemarios reeditados en este volumen son Enjambre de palabras (escrito con una Beca del Fondo Nacional de las Artes en 1967, premio trienal José Pedroni 1981, publicado parcialmente como plaqueta en 1982 por Francisco Gandolfo y en su integridad en 1995 por la Editorial Municipal de Rosario, al otorgarle ese año el premio Manuel Musto la Secretaría de Cultura) y su libro póstumo Poemas elegidos y otros escritos, editado en 2012, a un año de su muerte, por Universidad Nacional del Litoral.

La ambición y el logro de esta obra la sitúan cómodamente en el canon junto a otras más conocidas de su generación. Más legible que la de Oliva, más refinada que la de Saer, la poesía de Rubén Sevlever se zambulle en el idioma para dar cuenta del silencio. "Para llegar a la Isla del poema, es necesario atravesar un mar de palabras", escribió. La hondura reflexiva y contemplativa de sus versos lo emparienta con la obra de otro poeta rosarino injustamente relegado, Willy Harvey, y también con la poesía de Hugo Padeletti, quien significativamente posó en una de las fotos de grupo incluidas en la edición del nuevo libro.

No es por azar que de la generación de los '50 solo haya entrado hasta ahora al canon local, batiendo récords de resistencia, Aldo Oliva. La generación siguiente hizo un sutil trabajo de demolición que contribuyó al mazazo dictatorial sin proponérselo y desde la vereda de enfrente. La cultura rosarina tiene ante sí un formidable trabajo de reconstrucción, del cual este libro ya integra una parte fundamental.