"Junín es una gran ciudad, con olores a pueblo, rodeada de campos, y en estos últimos años está ingresando al estilo conurbano del interior”, explica Mariano Camún, líder de Las Morochas, extraño fenómeno rockero que cundió en el norte bonaerense y busca expansión territorial. El nombre responde a un barrio de esa localidad donde se crió el grupo que acaba de editar Los colores del tiempo, su cuarto disco. Pese a proceder de un ámbito bucólico, Camún afirma: “nunca ruralizamos nuestra música”. Y va al hueso: “no estamos tan atentos a las acciones de los gendarmes de las tierras fertilizadas. Son tiempos raros para los que tenemos miradas un poco más críticas de las políticas neoliberales que dominan el interior de la provincia de Buenos Aires, por eso es interesante meter el sonido de la cultura rock en zonas prejuiciosas”.

Las Morochas se completan con Daniel Ghirardi y Tomás Carnelli en guitarras, Facundo Giulietti en bajo, Gustavo Mehann en teclados y Agustín Molinari en batería. Entre ellos coexisten distintas profesiones, desde un odontólogo hasta un vendedor de camiones, pasando por un profe de guitarra o el mismo Camún, que trabaja en la Facultad de Periodismo de la Universidad de La Plata desde hace diez años. El cantante pasó por distintos roles, entre ellos la docencia; ahora trata junto a otros compañeros de “empoderar un poco más al periodismo y al rock como otro camino de la comunicación”. Muestras de ello son distintas cátedras dedicadas al asunto, el documental Pequeña Babilonia (“habla de la historia del rock platense en democracia”, explica) o la entrega del Premio Rodolfo Walsh a la Comunicación a La Renga. “Se trata de encontrar nuevas miradas para que el periodismo no sólo sea el halcón vigía de la sociedad”.

El grupo presentará su nuevo disco el 30 de diciembre en el Gimnasio Mariano Moreno, espacio para dos mil personas, en Junín. Cerrar el año en un lugar grande de su ciudad natal es un clásico de Las Morochas, notable excepción a eso de que “nadie es profeta en su tierra”. Aunque la tierra, claro, necesita ser trabajada: “Fuimos pioneros en organizar recitales con otra estética a la tradicional en el rock del interior. Llevamos las movidas a los clubes, los panfletos eran la promoción y los pasacalles, la invitación. Armábamos barras de bebida en cada show y las fiestas eran únicas, no sólo tocaba una banda de rock, sino que se juntaba la gente del palo a beber, escuchar música de previa y luego bailar hasta altas horas de la madrugada con una banda de rock de fondo. Hoy seguimos por la misma, con más años y respetando un poco más a la noche, ¡ya que algunos ya somos padres y los bebés, a la noche, también reclaman!”