Un cuerpo rocoso de fierro, azufre y níquel de 600 toneladas parte desde el cinturón de asteroides entre Marte y Júpiter en dirección a la Tierra. Se mueve a 50 mil kilómetros por hora y se rompe en miles de pedazos al impactar contra la atmósfera. Esos fragmentos, que se convierten en una lluvia de meteoritos inédita en el planeta, tienen como destino final el territorio que hoy pertenece a Gancedo, un pequeño municipio de 7000 habitantes en el Chaco Austral. Y aunque el episodio ocurre 2000 años antes de que comience la era cristiana, todavía hoy, en 2016, la ciudad conserva y exhibe como tesoros astronómicos meteoritos que llegan a pesar más de 30 mil kilos –el último, hallado en septiembre de este año, es el segundo más grande del mundo– y enormes cráteres diseminados entre sus llanuras de bosque seco y sabanas subtropicales. 

En estos 4000 años, Campo del Cielo fue protagonista de mitos ancestrales de las comunidades indígenas que habitan la zona (mocoví , qom y wichí) y objeto de estudios científicos nacionales e internacionales. Y a pesar del enorme y valioso patrimonio cultural y natural que ostenta, la reserva permanece todavía como un secreto para muchos viajeros y para descubrirla habrá que recorrer varios kilómetros.

Adrián Pérez
El Chaco, el segundo meteorito más grande de Campo del Cielo y segundo del mundo hasta que se descubrió Gancedo.

CAMINO A CAMPO DEL CIELO Invitados por el Ministerio de Turismo de la Nación, en una hora y media nuestro avión despega desde Aeroparque, sobrevuela dos provincias y aterriza en la capital chaqueña. Aerolíneas Argentinas ofrece este trayecto tres veces al día (mañana, mediodía y noche), y otras tres de regreso a Buenos Aires. El viaje es breve pero el cambio de paisaje es radical. En la vista cenital desde la ventana del avión predomina el verde intenso del monte mayormente plano, que obliga a ríos y arroyitos a abrirse paso zigzagueantes entre la vegetación espesa. Es una tarde de viernes de un calor inusualmente amable en Resistencia y se anuncia que el tiempo continuará de esa forma durante todo el fin de semana. El itinerario con destino final en la reserva continúa por tierra: dejamos atrás la ciudad y reaparece ese manto verde, esta vez a ambos lados del camino que transitamos. Son 312 los kilómetros que nos separan de Gancedo, pero habrá una parada previa para conocer Villa Ángela, la tercera ciudad de mayor importancia para la provincia y cabecera del departamento Mayor Luis Jorge Fontana. 

A comienzos del siglo XX, Villa Ángela fue la estancia que fundaron dos suizos y que durante las primeras décadas después de su nacimiento recibió una importante corriente de inmigrantes de ese origen, así como de búlgaros y húngaros, cuyas culturas se mantienen latentes y activas en la ciudad. Esta visita vale la pena por tres motivos. El primero es logístico: conviene descansar para llegar temprano a Campo del Cielo y esta es una de las ciudades que –junto a Presidente Roque Sáenz Peña– ofrece mejor infraestructura al viajero de toda la zona, con variedad de hoteles de distintas categorías. Por otra parte, la visita a Villa Ángela se puede aprovechar para conocer la gastronomía de la provincia, en un sitio que se considera uno de sus mejores exponentes: Jardín Secreto, pequeño restaurant, a cargo del chef Ariel Ruiz. La cocina de Ruiz rescata la herencia gastronómica europea y los reversiona con elementos de la producción regional. Así, en Jardín Secreto se puede degustar un gulash de chivo y postres clásicos como cheesecake, preparado con algarroba y ricota.  Por último, en Villa Ángela se puede hacer una visita que resulta ideal antes de llegar a Campo del Cielo, ya que desde 1985 funciona el Centro Astronómico y Cultural local, fundado y dirigido por Miguel Villalba, un activo aficionado de larga data que recibe a visitantes que quieran ver de cerca, a través de uno de sus dos enormes telescopios, los fenómenos astronómicos en la oscuridad de la noche chaqueña.

Adrián Pérez
Los 38.000 kilos de Gancedo lo convierten en el segundo meteorito más grande del globo.

CRÁTERES Y METEORITOS Viajamos cerca de una hora para llegar hasta a la reserva. Pasamos campos enteros de girasoles, estaciones de servicio y una planta algodonera que indica que estamos próximos a Gancedo. Por la RN 89 vemos pasar la entrada al pueblo a la derecha y, después, el parque se anuncia en el camino con una obra del artista chaqueño Fabriciano Gómez, una escultura que emula el trayecto de los meteoritos hasta la Tierra. Nos desviamos de la ruta en dirección al paraje Las Víboras por un camino de tierra que se extiende 10 kilómetros hasta la arcada: hemos llegado al Parque  Pingüen N’Onaxa -como lo llaman los mocovíes- o Campo del Cielo.

Dentro de la reserva nos recibe Mariela Pérez, arquitecta que estuvo a cargo de la construcción del centro de interpretación inaugurado el año pasado, y alma mater de un plan maestro para que Campo del Cielo ofrezca nuevos servicios para visitantes. Incluyendo -en su etapa final- la posibilidad de recorrerlo en globo y tener una vista aérea del parque. 

Desde afuera, el centro se ve como una gran caja moderna color óxido, con un frente cubierto por una galería techada, pintada de negro, que avanza desde la construcción y se inclina, hacia afuera, en dirección al cielo. Tiene huecos circulares que dejan pasar la luz del sol y rebotan contra el piso: huecos como los que la mole rocosa hizo a lo largo y a lo ancho de las 100 hectáreas que componen la reserva Campo del Cielo. Al techo lo sostienen columnas largas y finas, que imitan los árboles itines que pueblan la reserva. Cada detalle del diseño del edificio parece estar meticulosamente pensado. “La idea era que se mezclara con la naturaleza”, nos explica Mariela. También para descender al subsuelo, donde funciona un espacio educativo y experimental y una sala de proyección, una rampa de dos tramos imita el mecanismo que se ejecuta para extraer un meteorito, con excavaciones a modo de trincheras. 

Muy cerca del centro las dos estrellas principales de la reserva. A un lado, El Chaco, encontrado en 1969 y extraído en 1972, con un peso de 28 mil kilos. Y justo en el frente de la construcción está Gancedo, un hallazgo del equipo que lidera Mario Vesconi, presidente de la Asociación Chaqueña de Astronomía. Este último meteorito se encontró hace apenas tres meses y se calcula que su peso definitivo será de 30.800 kilos. Hay que esperar para la cifra final, nos explican, porque buena parte de él contiene sedimentos que se le adhirieron cuando quedó depositado bajo la tierra. El proceso de extracción de Gancedo duró dos días y demandó el trabajo de máquinas y personas especializadas, bombas de achique para evitar que las napas inundaran el espacio, y una delicadeza monumental para que no se fragmentara al extraerlo. Con este hallazgo, la provincia de Chaco pasó a tener los dos meteoritos más grandes del mundo por debajo de Hoba, encontrado en Namibia.

Cerca del mediodía llegan cuatro colectivos llenos de gente. En su mayoría estudiantes y familias de localidades vecinas que vienen a pasar el día. Se acercan a Gancedo, lo tocan, comprueban que huele a azufre, posan para la cámara delante de él o abrazándolo: el término “estrella de rock” nunca cupo tan bien como lo hace para esta enorme piedra que llegó del espacio. Mientras algunas cámaras siguen apuntando a Gancedo, los grupos de estudiantes entran a conocer el centro de interpretación. Los que llegan con bolsos, carpas y heladeras se preparan para instalarse durante el fin de semana, porque en Campo del Cielo los servicios están preparados para que el visitante se quede a acampar y conozca el canto del kakuy –también conocido como “vieja del monte”- un ave de rapiña nocturna que habita el monte y lo musicaliza con un canto triste y prolongado.

Adrián Pérez
Subsuelo del Centro de Interpretación, donde se exhiben meteoritos más pequeños.

EL MITO Y LA CIENCIA Se sabe por la tradición oral de las comunidades indígenas que habitaban la zona que la lluvia de meteoritos que dio origen a Campo del Cielo marcó a fuego –nunca tan literalmente- su cosmovisión, aunque cada grupo creó sus propios mitos. Los primeros conquistadores supieron por boca de los mocovíes de qué se trató el fenómeno, y encabezaron múltiples expediciones para conocer a fondo el patrimonio local del territorio al que habían llegado. En particular para confirmar si esos cuerpos rocosos que mencionaban los locales podían estar compuestos de plata o metal útil para la fabricación de armas. El conquistador Hernán Mexia de Miraval fue el primero, en 1576, en comandar una expedición guiada por nativos en la que registraron la existencia de una masa ferrosa que, se calculaba, pesaba entre 15 y 20 toneladas. La llamaron Mesón de Fierro y no pudo ser extraída durante esa expedición, aunque continuó siendo intensamente buscada por otros expedicionarios. En 1783 una tropa de 200 hombres encabezada por el Teniente de Fragata Miguel Rubin de Celis lograron dar con la ubicación del Mesón de Fierro, aunque las excavaciones y explosiones que hicieron para extraerlo terminaron por tumbarlo dentro de un pozo. Por falta de un registro adecuado de coordenadas, ese meteorito continúa desaparecido hasta el día de hoy, aunque los especialistas no pierden la esperanza de volver a encontrarlo en futuras excavaciones, así como de encontrar otros de importante magnitud, ya que se cree que al momento solo un 30 por ciento de ellos ha sido descubierto.

En crónicas de 1764 el misionero jesuita Guevara reconstruye el mito de la caída del Sol de los mocovíes. De acuerdo con su cosmovisión, Gdazoa (el Sol) una vez cayó del cielo y un guerrero de esa comunidad intentó levantarlo y atarlo al cielo para que no se repitiera el evento. Sin embargo, las sogas no aguantaron y Gdazoa volvió a caer sobre la tierra, incendiando todo lo que había a su paso al impactar con el suelo. Según el mito, algunos animales de la región tienen origen en este episodio. Para los qom, por su parte, las rocas eran gotas de sudor del sol, por lo que cuando amanecía en días despejados se decía que esas gotas se transformaban en troncos de árboles. Igual que los mocovíes, la cultura qom entiende que Campo del Cielo es un lugar de encuentro entre la Tierra y el Sol, que representan a lo común y lo divino. Por lo que esta reserva, para todos ellos, posee una energía especial vinculada con lo espiritual.

Las primeras investigaciones de rigor no se realizaron sino hasta la década del 60 y estuvieron a cargo del científico norteamericano William Cassidy y la geóloga argentina Luisa Villar. Juntos examinaron la zona y en 1969 hallaron El Chaco, de 37 toneladas, desenterrado años más tarde por la Fuerza Aérea Argentina. Cassidy volvería al país en 2005, para una serie de investigaciones subsidiadas por la NASA y realizadas con el equipo de la Asociación chaqueña de Astronomía, momento en que se logra concretar la extracción de otros grandes meteoritos como La Sorpresa, de 14.850 kilos, y El Wichí o Meteorito Santiagueño, de 7850 kilos.

En el intervalo de sus dos investigaciones, otro norteamericano visita la zona, aunque con distintas intenciones. Robert A. Haag, famoso cazameteoritos de Arizona, llega a  Argentina con la intención de apropiarse de El Chaco, pero es detenido por un oficial de gendarmería. A partir de este hecho se sancionaron una serie de leyes provinciales que ayudaron a dar impulso a la protección y reconocimiento de Campo del Cielo como patrimonio de la humanidad.

Adrián Pérez
Meteorito La Sorpresa, a unos dos kilómetros de la reserva, en el lugar donde impactó sobre la tierra.

CAPITAL NACIONAL DEL METEORITO Este año, septiembre fue un mes de festejos por partida doble en la localidad de Gancedo. El día 10 se encontró el aerolito que lleva su nombre. Como primera medida fue paseado en carretón por el pueblo y escoltado por vecinos en sus bicis, motos y autos que celebraron el hallazgo por las callecitas de la ciudad. Días más tarde se celebró la 12° edición de la Fiesta Nacional del Meteorito, con espectáculos de música, feria de comidas y elección de la reina. Pero más allá del evento anual, Gancedo celebra todo el año su reserva: se ve en los nombres de los comercios –está la ferretería El Meteoro– y en los vehículo municipales, que nos recuerdan que estamos en la “Capital Nacional del Meteorito”. Por eso, el viajero no puede irse de la provincia sin dar una vuelta por el municipio que lo alberga, el lugar donde –se cuenta- Don Cassidy llegaba a casa de una vecina con una bolsa de papas y panceta para que le cocinaran su “comida de gringo”; un pueblo que todos los días ostenta orgulloso su valor geológico y cultural, y que apuesta a hacer crecer a la reserva en proporciones astronómicas. De eso habla un mural colorido pintado cerca de la Municipalidad: “Sabemos lo que somos, pero aún no sabemos lo que podemos llegar a ser”.



DATOS ÚTILES

- Cómo llegar: Aerolíneas Argentinas ofrece vuelos tres veces al día (alrededor de $ 2000 por persona). Desde Resistencia se puede tomar un colectivo hasta Villa Ángela y una excursión hasta Campo del Cielo, en Gancedo. En auto, se puede hacer noche tanto en Villa Ángela como en Presidente Roque Sáenz Peña, cercanas a Campo del Cielo y con variada oferta hotelera. Todo el trayecto se hace por rutas asfaltadas, excepto un último tramo hasta llegar a la reserva que es de tierra, por lo que antes de salir hacia Campo del Cielo conviene consultar el estado del camino.

- Dónde alojarse:

- Qué hacer

En Capitán Solari: Parque Nacional Chaco. www.parquesnacionales.gob.ar/areas-protegidas/region-nor este/pn-chaco/

  • En Villa Ángela: Centro Astronómico y Cultural, Mariano Moreno 435. Consultas: (03735)  430309
  • En Villa Ángela: degustar los sabores locales en Jardín Secreto, pequeño restaurant a cargo de Ariel Ruiz. 25 de Mayo y Pasteur, planta alta. Reservas al (03735)  430804.

- Más información: Instituto de Turismo de Chaco (www.chaco.travel) o telefónicamente al (0362) 4438880.



PARQUE NACIONAL CHACO

Con la excusa de conocer Campo del Cielo, puede incluirse en el recorrido al Parque Nacional Chaco, ubicado a unos 200 kilómetros de Gancedo, hacia el centro de la mitad este de la provincia. Se encuentra a 115 kilómetros de Resistencia y alberga una porción representativa de la ecorregión del Chaco Húmedo. Con 14.981 hectáreas (mucho menor que El Impenetrable, en la misma provincia) el Parque Nacional Chaco posee la mayor biodiversidad de todo el país. Los quebrachos –los hay en todas sus variantes- alcanzan los 15 metros de altura y pueden verse una gran cantidad de paisajes en un mismo predio, ya que conviven bañados, palmares y sabanas. Por sus senderos, que parten desde el centro de interpretación y tienen distintas distancias, se pueden avistar más de 340 variedades de aves entre las que se encuentran urracas, gallitos de agua, lechuzas y ñandúes. El resto de la fauna de la región también puede encontrarse por estos caminos: los más afortunados y madrugadores llegan a ver pumas, aguará guazús y monos silbadores.