La Base Monetaria, es decir el dinero que circula en la economía, alcanzó los 932 mil millones de pesos en diciembre. Era de 612 mil millones de pesos en el mismo mes de 2015. En los últimos dos años la cantidad de pesos que da vueltas en la economía aumentó un 53 por ciento. Falta por ahora la emisión de las últimas tres semanas de diciembre y los consultores coinciden que la base terminará el año arriba del billón de pesos.

La excusa del Banco Central es que ya no controla la cantidad de circulante en el mercado interno y que ahora únicamente maneja la tasa de interés. Pero ese argumento no alcanza para justificar números que no cierran con el discurso de la entidad. El dato duro es que la emisión subió a ritmos del 27 por ciento este año: unos 10 puntos por encima de la meta de inflación. La economía real avanza entre el 2 y 3 por ciento. La diferencia entre emisión y crecimiento (27-2) arroja el 25 por ciento de inflación con el que se termina el 2017.

No hay monetarismo detrás de estos números. No es necesario creer que la emisión genera inflación para plantear estas cuentas. Sólo se muestra una relación que no puede evitarse en cualquier economía en la que los bienes y servicios se compran con dinero. Lo que si requiere una justificación es por qué ocurre este exceso de emisión respecto de lo que crece la economía en términos reales (o sea, por qué hay más pesos en relación con los que se necesitarían para poder comprar la nueva producción de este año en la economía).

Existen distintas formas de explicarlo dentro del propio establishment. Los cercanos a la gestión del Banco Central aseguran que, si bien la cantidad de dinero no la define la autoridad monetaria, la entidad tiene capacidad de fijar la tasa de interés y que con estos niveles de tasas la sociedad quiere tener un 27 por ciento más de dinero. La respuesta sería subir todavía más la tasa de interés para inducir a la población a tener menos efectivo. La conclusión desde esta perspectiva es que el Central hace gradualismo monetario, porque no sube la tasa todo lo necesario para barrer el exceso de pesos en circulación.

Otros economistas del mercado que no comparten la orientación de esa gestión monetaria plantean que la idea de un Banco Central que sólo fija la tasa y no controla directamente la emisión es errónea. Desde esta lógica, afirman que la autoridad monetaria es la que define la cantidad de pesos que da vueltas en la economía y apuntan que la inflación de este año es responsabilidad exclusiva de la entidad por generar una emisión del 27 por ciento con una economía que sólo crece al 2. La respuesta de estos economistas sería limitar de golpe la emisión monetaria (es decir, una política monetaria de shock para secar la plaza de pesos, en donde la entidad debería dejar de emitir para comprar dólares de la deuda y de prestar Adelantos transitorios al Tesoro).

La solución de los argumentos exclusivamente monetarios para intentar encarar el problema de la inflación es clara. Los economistas pueden coincidir o no en que la cantidad de dinero la fija el Central. Pero en ambas propuestas la solución para bajar la inflación es enfriar la economía. Subir la tasa de interés o dejar de imprimir son sinónimos de una mercado interno con menor actividad y movimiento. El problema de la inflación no puede desconocer elementos estructurales de la economía argentina y regional (principalmente cambiarios y de costos) si se pretende encontrar una respuesta que no lesione la producción y el empleo.